La historia del mago y profeta Merlín, personaje capital del ciclo artúrico, según un manuscrito fechado en 1316, pero accesible al lector actual.

 

Hace poco más de un año, reseñábamos en Fantasymundo el estupendo libro El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda, de Roger Lancelyn Green. Una obra ilustrada en la que se reescribe la leyenda artúrica facilitando al lector contemporáneo su lectura.

Volvemos hoy al mundo artúrico, y lo hacemos de nuevo de la mano de Ediciones Siruela. Pero el protagonismo recae ahora en el personaje de Merlín, y se presenta a los lectores desde las fuentes originales. Aunque no sin una labor de «desbroce»: para ganar agilidad y linealidad, se obvian excursos de la obra original y se desechan aventuras inacabadas (eso, sí, reseñando los pasajes eliminados para facilitar al lector la concatenación de hechos).

Se trata de la reedición de Historia de Merlín. aparecida originalmente en ese sello hace varias décadas. Cuenta con introducción y traducción de Carlos Alvar y epílogo de Carlos García Gual.

 

«Cuenta ahora la historia que fue grande la batalla y dura; el rey Arturo y sus cuarenta compañeros y los cuatro mil que forman la compañía de Cleodalís el senescal se enfrentaron contra ocho mil sajones mandados por Sornegreis y Segraín; hubo muchos muertos y heridos. Después de haber combatido juntos un buen rato, Merlín se alejó al galope tendido con la enseña y gritó a los suyos «¡Seguidme!»»

 

La creación literaria de Merlín, mago y profeta, es atribuible a Geoffrey de Monmouth en su Historia Regum Britanniae (c. 1135) y su Vita Merlini (c. 1150).
No lo creó de la nada, sino que muy probablemente el personaje bebe de dos tradiciones muy anteriores, que se remontan hasta el siglo VI: la de un personaje llamado Ambrosius, dotado para la videncia, y la de Myrddin, un druida del folclore galés con dotes proféticas que vivía en los bosques.

No es sin embargo hasta cien años después, a principios del siglo XIII, con Robert de Boron, autor de una trilogía artúrica formada por Joseph d’Arimathie, Merlin y Perceval, cuando se incorpora el personaje al ciclo narrativo artúrico del Grial. Y se hace confiriéndole un papel crucial, maestro de las artes mágicas pero, sobre todo, profeta.

De su Merlin únicamente se han conservado medio millar de versos. Sin embargo, también han llegado hasta nuestros días alrededor de cincuenta manuscritos con una prosificación de esa misma obra, del siglo XIII.
Esos manuscritos en prosa parecen responder a dos redacciones distintas: una, directamente vinculada a la trilogía de Robert de Boron, y otra que fue creada para ser incluida en el ciclo de la Vulgata artúrica.
Este libro traduce un texto de esta segunda familia (el ms. Add 10292 de la Bristish Library, fechado en 1316) que fue publicado por O. H. Sommer en su The Vulgate Version of the Arthurian Romances, vol. II, Washington 1908.

 

«Apenas entraron en la landa, Merlín hizo un encantamiento admirable que provocó una riada grande y ruidosa que les cortaba el camino por el que debían pasar y que pasaba por las cuencas de las montañas con tanta fuerza que nadie, por atrevido que fuera, dejaría de sentir miedo.»

 

Podría decirse que la narración discurre dentro de un marco de referencia establecido por dos ejes de coordenadas. Cada uno corresponde a una lucha librada por Arturo. Contra una amenaza interna, la de la nobleza que no lo reconoce como legítimo heredero del trono, y contra una externa, la de la invasión sajona.

No debe extrañar entonces que los pasajes bélicos ocupen buena parte de este libro. Páginas dispuestas como nudos de un gran tapiz de gestas. Grandes batallas narradas con grandilocuencia.

No es la guerra, sin embargo, lo único que encuentra el lector en esta obra. Hay también, cómo no, lugar para la aventura, la astucia, la fantasía, la magia, el enigma, la celebración, el humor…
Y para el amor. No solo el que tiene como desenlace el enlace (permítaseme el juego de palabras) de Arturo y Ginebra, sino también aquel en cuyas garras cae el propio Merlín y que lo lleva, de mano de su amada Viviane, al encierro de por vida y el adiós.

 

«— Mi señor Galván —le responde Merlín— no me veréis nunca más, y lo siento, pues no puedo hacer nada. Cuando os vayáis de aquí no volveré a hablar con vos, ni con ningún otro más que con mi amiga, ya que nadie podrá llegar aquí por nada que ocurra y yo no podré salir de dentro, y nunca más saldré: en el mundo no hay una torre tan fuerte como esta en la que estoy encerrado; no tiene madera, ni hierro, ni piedra, sino que está cerrada solo con el aire, mediante un encantamiento tan poderoso que no puede ser deshecho por nada del mundo.»

 

Caballeros lectores, salgan en busca de aventura.
Pero tengan claro en qué bosque narrativo se adentran, y ármense de determinación para aventurarse en él. Y es que la lectura, por más que se vea facilitada por el trabajo de traducción y estructuración de Alvar, puede resultar ardua en algunos momentos.
Al fin y al cabo, se trata de un texto medieval original, no de una novela de fantasía épica conteporánea.

Muy bien editado en cartoné por Siruela, el libro cuenta con cuatrocientas cincuenta páginas, incluidas algunas a con ilustraciones a color en el prólogo.
Gloria Gauger es, una vez más, la responsable del diseño gráfico.

 

Carlos Alvar (Granada, 1951) es un medievalista y romanista español.
Traductor, investigador y filólogo, es experto en literatura medieval europea, y resulta de especial interés su trabajo sobre la poesía épica.

Premio Nacional de Traducción y catedrático catedrático de Literaturas Románicas Medievales de Ginebra y Alcalá de Henares, Alvar es conocido por sus ensayos sobre los mitos artúricos y bretones.

Entre sus traducciones de tema artúrico o bretón, se encuentran La historia de Lanzarote del Lago, La búsqueda del Santo Grial, La muerte del rey Arturo, La historia de Merlín , Erec y Enid, en colaboración con Victoria Cirlot y A. Rossell, El cuento del Grial o Perceval de Chrétien de Troyes y los Lais de María de Francia.

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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