La era del espíritu baldío, de Damián Cordones: sombrío experimento literarioEl título que hoy nos ocupa lleva el sello de la editorial malagueña  Ediciones el Transbordador, creada hace pocos años al calor de Hombrecillos Verdes, una librería que  siempre ha apostado por el trato cercano con el cliente y la oferta de novelas, antologías y cómics  que no llevan el paraguas de un excelso distribuidor. Esta editorial  trabaja a gusto la ciencia ficción, la fantasía y el terror, quedando  abierta a otras propuestas que sean interesantes a su juicio. Su  catálogo ha ido creciendo incorporando tanto conocidos apellidos españoles como otros que suenan menos, siempre con una premisa de  imprimir calidad al duro panorama editorial de género fantástico.  Baste todo lo anterior para desearle la mejor de las fortunas en sus  devenires.

Abrimos fuego, pues, con esta novela editada en marzo de 2017, escrita por el jienense José Damián Carmona Cordones, quien firma bajo el nombre artístico de Damián Cordones, y que cuenta en su haber con una serie de títulos ligados al ciclo “La era del espíritu baldío”. A estos se añade “Submanía” (2016) y próximamente “La hemorragia de Constanza”.

“Baldío” es un adjetivo que también puede ser usado como sustantivo. La RAE lo define como un dicho de la  tierra: Que no está labrada ni adehesada. También puede ser utilizado como vano, sin motivo ni  fundamento. Y por ahí van los tiros en el sombrío lienzo que nos pinta Cordones. Un cuadro abstracto que hay que remirar para intentar interpretarlo; moverse, alejarse y tras ello, quizá, encogerse de hombros y no entender la intención del artista o, por el contrario, murmurar por lo bajo al respecto del mensaje que destila la mezcla de colores, trazos y sombras.

Hablamos de un libro distinto. La trama no sigue una estructura convencional y su sintaxis aquí resulta compleja por norma; abrupta en muchas ocasiones. Una narración en primera persona (un protagonista femenino o masculino para cada relato) plagada de términos nada coloquiales; a veces Damián Cordones parece lorquiano sembrando las innumerables descripciones que salpican el texto. Construcciones morfológicas que parecen barajadas por un alocado crupier. En ocasiones piensas que el corrector se ha ido de vacaciones y ha dejado el manuscrito tal cual ha llegado al editor para que Mardones nos muestra una realidad incomoda con un  texto hiperbólico, rococó en cuanto a forma, agotador para quien busque una vana evasión.

Aquí hay aires de hard, pero no esperéis un entramado tecnificado, virtual o psicodélico, sino un dantesco escenario que se muere; no hay un desarrollo profundo de los personajes, los cuales entran y salen, es una distopía que imagina una ruptura con la comodidad presente y que aboca al ser humano a un padecimiento fruto de los errores cometidos atrás que apartarán al hombre de la historia de este planeta. Lo que prima realmente es la acuarela empleada en el fondo de estos seis relatos donde vemos un mudo arrasado por la guerra, sus estragos y la salida a la superficie de un vacío, un gas que no es sino un nuevo elemento, el Ápeiron. Se trata de un éter que se cuela entre las islas de estabilidad que describe Olaf en el propio libro.

Quien no sucumba a este experimento (que no es nuevo, sea dicho de paso), a quien no le aburra estar despistado tras una página y otra sin saber qué ha leído exactamente o hacia dónde avanza la historia, si es que la hay, conseguirá ir obteniendo una perspectiva que sólo consigues cuando cruzas más allá del ecuador. Para entonces, ciudad Quebradero, los túneles de los suburbios, los hospicios, el fractal, se van impregnando en ti. La empresa Barrard Company, las cápsulas de imabina, los desiertos de tierra muerta, el Hospicio Reiner de Villa Posdana, los mensajes encriptados, los audios de otros que buscaron lo que no hay, el miedo a la División Púrpura, a los Estados Corporaciones. Rezas para que la atmósfera no corroa el motor del vehículo en el que viajas, que el traje de aislamiento no se rompa, que la identidad que te protege no sea desvelada,… un sinfín de nombres, términos, todos paridos por la desbordante imaginación del autor en cuyo cerebro se esconde un mundo que nos expone por partes no siempre unidas.

Me quedo con las aligueras, unas criaturas nuevas; me subyuga la idea de otras dimensiones conviviendo tras una falla y que una bolsa de burbuja de no-aire te aprisione. Me quedo con un texto que no te permite leer de manera seguida salvo en treguas de algún relato. No olvidaré las residencias, los hospitales de sangre, terroríficos en medio de pus, llagas y muerte. Me alarma ir descubriendo como el autor no muestra atisbo de esperanza, sino que dibuja reflexiones que rascan en el interior del ser humano y su manera destruir todo en su afán devorador.

La era del espíritu baldío, de Damián Cordones: sombrío experimento literario

No describo en detalle los relatos; quien se atreva a leer este libro quedará tocado o saldrá corriendo, perdonad la aparente ambigüedad, pero es lo hay. Hay pasajes que realmente son pesados como cemento que se solidifica en las manos. Pero el lector tenaz verá que se puede jugar con las palabras y el libro te muestra que hay otras formas de contar una historia. Quien rebusque si se ha usado una técnica esmerada, seguro que encuentra agujeros, pero quienes hemos intentado leer el libro nos guardamos sus aristas en pos del resultado final.

De vez en cuando surge un libro de estas características. Si no te habías topado con uno, esta es tu oportunidad para poder opinar. “Una mutación es al fin y al cabo un acto mágico del que no sólo desconocemos  el truco, sino también al mago. Esto lo escribió Olaf con respecto a la enfermedad y a la nueva especie de heterometábolos, los seres de transformación incompleta.” Aquí el mago es Cordones. La mutación es el libro que paso a seguir comentando en la emisión de La Nave de LanarkMcKlaor.

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Jaime Santamaría
Economista con alma de escritor. Amante de los viajes, tanto de los que requieren maletas como imaginación. Siempre con ganas de aprender.

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