Feria: La luz más oscura

Que una serie tenga como leitmotiv una idea clara, no asegura que ésta vaya a desarrollarse con la misma claridad con que fue inicialmente concebida. ‘Feria: la luz más oscura’ (Netflix) adolece justo de este problema: sabemos qué nos quiere contar, pero somos incapaces de comprender sus detalles y matices.

Un problema que se hace más complejo y complicado, por cuanto lo que nos quiere contar es también complejo y complicado: intenta desarrollar (nada más y nada menos que) una mitología propia a partir de la cual generar una trama de misterio con muertes, desapariciones, malentendidos, traiciones… protagonizadas por una red diversa de personajes que, a priori, podrían ser capaces de captar a distintos tipos de públicos -con el público joven como indisimulado objetivo principal.

‘Feria: la luz más oscura’ se nos presenta como una ambiciosa producción extensa en recursos, pero totalmente falta de talento a la hora de hacer algo con ellos

Toda esta complejidad es ya narrada de forma confusa desde el primer capítulo: con un amplio elenco de personajes, que se posicionan en dos líneas temporales diferentes (1975 y comienzos de la década de 1990), en una red de relaciones bastante enredada, y a la que el elemento sobrenatural no sirve sino para confundir aún más de lo que sería deseable. A esto tenemos que añadir esa mitología propia alrededor del culto a “la luz” y los “cinco sellos” y blablablá…

Un guirigay de mil demonios, vamos.

De tal tamaño es el caos que todo lo que pasa resulta, pasado determinado punto de estupefacción, incomprensible. Los personajes se ven afectados, convirtiéndose así en caricaturas histriónicas desprovistas de cualquier perfil propio interesante, navegando sin rumbo en una trama sin objetivos claros, y en la que todo lo que pasa parece caótico y surrealista, cuando no absurdo y ridículo.

Feria: la luz más oscura

Supuesta tensión dramática

Con deciros que en momentos de supuesta tensión dramática lo que surge de uno es una sonora carcajada de estupefacción…

No podemos tampoco dejar de hacer mención al, cuanto menos, extraño casting de la serie. Sofía (Carla Campra) y Eva (Ana Tomeno) son dos hermanas que, tras la fiesta de San Juan, se levantan de la cama con la Guardia Civil asaltando su casa. Un extraño y escalofriante suceso ha tenido lugar en una vieja mina del pueblo andaluz de Feria. Las primeras pesquisas, y sospechas, apuntan a la decisiva implicación de sus padres, Pablo (Ernest Villegas) y Elena (Marta Nieto), que tras lo sucedido parecen haberse volatilizado. ¿Dónde están?

Muy pronto, el monstruoso crimen comienza a mostrar su potencial surrealista con la presencia en los corredores de esta mina de ritos religiosos paganos, una extraña secta, fenómenos inexplicables, criaturas extrañas… y una mujer, Blanca (Ángela Cremonte), como la mística lideresa de todos estos iluminados. Al frente de la investigación de todo este embrollo, el teniente Guillén (Isak Férriz) de la Guardia Civil.

Dicotomía forzada por personajes histriónicos

La serie juega con la dicotomía real/irreal o razón/fe, en una vuelta de tuerca que, aunque interesante sobre el papel, se transforma en surrealista cuando está forzada por personajes histriónicos y exagerados que no siempre cuentan con interpretaciones a la altura de lo exigido por la historia.

Ana Tomeno ofrece una interpretación terrible, peor cuando mejor es su compañera/o de escena. Y Ángela Cremonte, que parece ir remontando y encontrando su sitio con los minutos, tiene unas primeras escenas dignas de juzgado de guardia. Tampoco pega ni con cola Salva Reina en su papel de Guardia Civil de Feria, la vis dramática del personaje no llega ni a rozarla en momento alguno.

De forma que ‘Feria: la luz más oscura’ (Netflix) se nos presenta como una ambiciosa producción extensa en recursos, pero totalmente falta de talento a la hora de hacer algo con ellos.

Thriller sobrenatural fallido

La dirección es incapaz de construir un relato claro y coherente, con una producción cara a la que se le ven las costuras en los efectos visuales y la caracterización; el guion pega saltos de mata entre historias mal definidas y peor conectadas entre sí; los personajes son pinceladas basiquísimas sin personalidad al servicio de una trama principal sin pies ni cabeza; y las interpretaciones mezclan momentos notables con otros deleznables que sonrojarían al más pintado.

Al final, ‘Feria: la luz más oscura’ (Netflix) se nos presenta como un thriller sobrenatural fallido, un quiero-y-no-puedo que, no mereciéndolo, parece tener ya el guion de su segunda temporada en desarrollo. Esperemos que en Netflix reine el sentido común. Ni nos interesa ni merecemos otra temporada de este despropósito.

Nota: 3/10

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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