Superstición, número 13

Aunque le prestemos muy poca atención, la superstición está en nuestro día a día. Aún hoy, cuándo el método científico ha conseguido asentarse como nuestra mejor y única arma fiable para la creación de conocimiento, los rituales y las creencias en la buena/mala suerte están por todas partes. Desde nuestros seres más próximos y queridos hasta el legendario Rafa Nadal, todos conocemos (o somos) supersticiosos. Un comportamiento que tiene una explicación y tenía una historia pendiente de ser contada… hasta ahora.

‘Breve historia de la superstición’ (Alianza, 2022) de Stuart Vyse (USA, 1950) es el libro que viene a cubrir, magníficamente además, esta deuda.

‘Breve historia de la superstición’ reúne características de un ensayo de psicología y de historia, de sociología y de antropología, que expone y explica las razones por las cuáles somos como somos

Lo hace con un ensayo sintético, concreto y entretenido que, en menos de doscientas páginas, afronta un triple reto. Primero, cuenta la historia del pensamiento supersticioso desde la Edad Antigua en las lejanas tierras del Oriente hasta nuestros días. Segundo, repasa las supersticiones más conocidas y excava en los orígenes de cada una para, al final, explicar por qué surge la superstición, cuál es su causa última y cómo nuestra sociedad contemporánea se relaciona con ella. Y tercero, explica el pensamiento supersticioso, cuáles son sus mecanismos y, en última instancia, los motivos para que parezca que la superstición vaya a acompañarnos siempre.

Portada de Breve historia de la supersticiónCon los tres retos mantiene Vyse una lucha valiente, frontal y honesta. Y de los tres retos sale incólume, con un texto siempre interesante, que te engancha de principio y final, que te casa esa sonrisa traviesa cuando el tema lo requiere (el San José vendedor inmobiliario me tocó la fibra hasta la carcajada), y que te enseña a valorar la superstición como lo que es: la consecuencia de un mecanismo humano, un resorte coherente con nuestra naturaleza insegura y que nos aporta tranquilidad y confianza (control) cuando lo necesitamos.

Por tanto, el texto nos muestra la importancia de valorarla en su justa medida -o sea, con mesura- respecto a otros peligros bien más importantes: la desinformación, las fake news o la maldad tras la confusión informativa.

«Mala religión»

Y, por supuesto, si hablamos de este tema no podemos dejar de hablar de religión. De hecho, durante siglos “superstitio” no significó otra cosa que “mala religión”, “malas creencias”, el conjunto de credo y ritos que eran distintos de la “oficial”, de la “estatal” de un territorio, una sociedad y/o un estado, de “lo extraño” o de lo “extranjero”. Con este significado permaneció invariable el término desde la época dorada del Imperio Romano hasta nuestra Ilustración Occidental (s. XVIII).

Vinculado a la religión, Vyse hace un conjunto de reflexiones interesantísimas en las que, habitualmente, no suele pensarse.

Al centrarse sobremanera en la religión judeo-cristiana, y hacer hincapié en el momento de transición y cambió que representó la cristianización del Imperio Romano en el s. IV d.c., Vyse nos muestra cómo, en el intento del cristianismo por homologarse con el judaísmo como conjunto de creencias, la superstición también jugó (y juega) un papel no menor.

Elementos mágicos

De hecho, resulta curioso, cuanto menos, que una religión que creció indudablemente a partir de su incansable proselitismo contra las religiones politeístas, escondido en su seno, cubierto consentidamente de magia, se oculte a nuestros ojos la fuerte superstición vinculada al santoral. ¿Son los santos la manifestación “politeísta” del cristianismo? ¿son las reliquias de los santos, órganos o piezas tocadas ellos, sus instrumentos mágicos?, ¿es esta magia el intento del cristianismo de contar con elementos mágicos, al igual que el judaísmo cuenta con la cábala?

También es interesante esa doble moral del cristianismo. Por un lado con las prácticas prohibidas de la brujería, y por otro lado con las prácticas consentidas del espiritismo. Por un lado, unas brujas arbitrariamente dibujadas como criaturas vinculadas al demonio (a partir del misógino Malleus maleficarum); y por otro lado, unas prácticas como el mesmerismo u otras que, en cuanto no poseen un vínculo explícito con “lo oscuro”, están desprovistas de una carga negativa y, por tanto, implícitamente consentidas por el mismo gobierno eclesiástico que sí condena y persigue a las brujas.

La falible naturaleza humana

De todas las muchas reflexiones y exposiciones interesantísimas que tiene esta ‘Breve historia de la superstición’ (Alianza, 2022) me quedo con sus referencias sobre lo inherente que es ésta a nuestra falible naturaleza humana y, sobre todo, su análisis sobre lo que de bueno tiene la superstición. No se queda solo en una posición negativa (que sí existe, y es implacable con prácticas como la homeopatía) sino que se abre también a analizar los aspectos positivos, las razones para no ser intolerante con estas prácticas.

‘Breve historia de la superstición’ (Alianza, 2022) reúne características de un ensayo de psicología y de historia, de sociología y de antropología, que expone y explica las razones por las cuáles somos como somos. Esto hace de él, además de su tema originalísimo, de su didactismo y de su originalidad de estilo, uno de los libros de no ficción imprescindibles de esta entrada de año.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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