Peaky Blinders (T6)

La esperada sexta temporada de ‘Peaky Blinders’ (Netflix) ha servido para reafirmar lo que era una opinión generalizada: la serie necesitaba un final, más pronto que tarde, porque la historia no da más de sí. Y ha sido una confirmación por varias vías. Por un lado, la serie ha mostrado ahora un agotamiento tan evidente que, seguir adelante, se antojaba más un capricho que una necesidad. Por otro lado, y en consecuencia con esto, la producción ha cancelado la séptima temporada y será una película la que cierre todas las dudas dejadas por el final de esta tanda de episodios.

Los síntomas de esto son numerosos y significativos.

El reparto ha perdido ese protagonismo coral tan propio de sus primeras entregas, y que tanto nos cautivó, para centrarse casi absolutamente en un Thomas Shelby (Cillian Murphy) cada vez más aislado; ni siquiera Arthur (Paul Anderson) consigue hacerle sombra. El tema también se ha desplazado: desde los bajos fondos y la economía sumergida inicial, a la política nacionalista y neofascista actual. El estilo de la serie se ha adaptado con este cambio, para peor, perdiendo su originalidad primigenia y acudiendo a esquemas de otras series y películas; lo antaño fresco empezaba ya así a oler a rancio. E, incluso, la dirección deja ver una pérdida de ideas al acudir a trucos de cámara, estilísticamente innecesarios y narrativamente forzados, para dejarnos bien claro que ‘está ahí’.

Hasta el guion de ‘Peaky Blinders’ (T6) se resiente

En esta temporada, la historia se mueve a salto de mato de un lado a otro, como pollo sin cabeza, siempre con Thomas Shelby como protagonista indiscutible y eje central de todo, pero sin que el personaje apenas se mueva de su posición inicial. Es casi como si nada de lo vivido le afectase en lo más mínimo, como si pudiese dividir su vida en departamentos estanco y no relacionados entre sí, ni permitir tampoco que alguno de esos temas le afecte en lo más mínimo. Todo para mantener en pie a un personaje que, ahora más que nunca, nos parece irreal y alejado de lo humano. Frío. Aséptico. Casi robótico.

Con todo, la temporada sí sabe rendir un hermoso y continuado homenaje al personaje de Polly Grey (Hellen McCrory), incorporándola incluso a la trama como una tensión, un factor desequilibrante que anota cuándo puede “pasar algo”. Como también acierta con las semillas que siembra con la intención, descaradísima, de crear productos paralelos a la serie principal para ampliar el universo ‘Peaky Blinder’ (veremos en su día si tal idea es buena o no).

Por lo demás, ya desde el primer capítulo, incluso desde las primeras escenas, nos recorre la sensación de estar ante un producto audiovisual impostado, dónde mucho de lo que se hace parece forzado, incluso innecesario. Menos mal que esta es la última temporada de unos ‘Peaky Blinders’ agotados, sombra de lo que fueron antaño en todos los aspectos. Despidámonos de ellos como corresponde.

Descansen en paz

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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