el menú

Narrativa y gastronomía se dan la mano en “el menú”, una comedia negra dirigida por Mark Mylod, en la que una joven pareja acude a un exclusivo restaurante para vivir una experiencia culinaria única.

El restaurante es Hawthorne, localizado en una isla privada, y la pareja la forman Tyler (Nicholas Hoult) y Margot (Anya Taylor-Joy). Él, un foodie al que le sobra el dinero y la pedantería; ella, su acompañante de última hora tras romper con su ex.

La película se estructura de igual modo que el menú, desde los entrantes al postre, mientras que los platos preparados por el prestigioso chef Julian Slowik (Ralph Fiennes) son algo más que una cena. Todo es parte de un espectáculo. Casi una representación teatral, con la que impartir una lección moral a los comensales. El chef usa la comida para contar una historia hecha a medida del grupo de privilegiados personajes que pueden pagarla. El director, a su vez, utiliza su historia para hablar de la mercantilización del arte y criticar el clasismo de una sociedad en la que unos pocos pueden gastarse lo que para otros es el sueldo de un mes en unos bocados que ni siquiera recordarán. Solo para tener la satisfacción de decir que lo han hecho. Como prueba de estatus y nada más.

El film acaba siendo tan conceptual como el menú que le da su nombre. Esto tiene algunos efectos indeseados. Por ejemplo, que los personajes no siempre se comporten de un modo lógico, aunque sí acorde a la farsa en la que se ven inmersos. También que la crítica al esnobismo en el arte (ya sea este la cocina… o el cine) acabe volviéndose en su contra. Resulta irónico y contradictorio juzgar y condenar la cocina moderna como un ejercicio intelectual, en lugar de algo que simplemente disfrutar, cuando esta definición puede aplicarse a la propia película tanto como a las recetas de Slowik.

“El menú” y su menú necesitan que su concepto funcione para tener éxito, por lo que el sabor se convierte en algo secundario. No obstante, ambos triunfan en su final, tras una sucesión de momentos cada vez más perturbadores, en medio de un clima de creciente inquietud y extrañeza.  Este es, sin embargo, un film más contenido de lo anticipado. Varias escenas apuntan a una resolución más salvaje de la que al final se les da.

Al margen de su mensaje y su parte más meta, “el menú” entretiene con su ingenio afilado, su humor ácido y su mezcla de sátira, thriller y terror. Cuenta, además, con las fantásticas interpretaciones de Fiennes y Taylor-Joy, cuyo tira y afloja es el ingrediente secreto de la película. La tensión entre sus personajes, su conexión a veces, su antagonismo en otras, hace del argumento algo más que una alegoría.

Los secundarios son en general planos y arquetípicos: una colección de personas desagradables y superficiales, exactamente lo que podríamos esperar encontrar en un restaurante así. Podrían haber sido más interesantes, pero lo cierto es que cumplen su función en la trama. La de ser perfectamente antipáticos y no dar ninguna pena. Tyler se lleva el premio al más insoportable y Nicholas Hoult protagoniza los momentos más cómicos a su detestable manera.

¿Cómo no pasarlo bien viendo a gente así pasarlo mal? Si no vamos a comernos a los ricos, al menos que se les atragante la cena.

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