Como todos los lectores que seguís mis publicaciones sabéis, soy un gran aficionado a la Historia y las historias bélicas, pero esta obra me ha sorprendido muy gratamente. No esperéis épica, ni sacrificio militar… Nos sumergiremos en el lado más sucio y sórdido de la guerra moderna. Pero de eso hablaremos después.

Vamos a situarnos históricamente: estamos a principios del nuevo siglo, entre finales del año 1999 y finales de junio de 2006. El marco principal es la Segunda Guerra Chechena, que se libró entre el 26 de agosto de 1999 y el 16 de abril de 2009. Después de que los chechenos consiguiesen cierto control de su territorio y su capital, Grozni, tras la Primera Guerra Chechena, su intento de invasión de Daguestán, la incorporación de Mujaidines de la Brigada Internacional Islamista y la realización de ciertos grandes atentados en Rusia en Buymaksk, Moscú y Volgodonsk que causaron cientos de muertos, provocó la nueva entrada de Rusia en Chechenia. El conflicto acabó con la independencia de hecho de un territorio checheno independiente: la República Chechena de Ichkeria y la restauración del control Ruso sobre el territorio.

Fue una guerra muy sucia en la que tanto los militares como las fuerzas chechenas prorrusas y los mercenarios privados contratados por el gobierno ruso (los llamados “Contraknicts”)  combatieron en todos los frentes contra los separatistas chechenos y las fuerzas radicales islamistas. Cuando digo “en todos los frentes” me refiero a la inclusión de todos los tipos de violaciones de los derechos humanos concebibles por parte de todos los bandos, lo que provocó la continua condena internacional al respecto. El conflicto provocó cerca de 50.000 muertos, de los cuales entre 5.000 y 11.000 –según la fuente- fueron rusos.

Así que, una vez metidos en harina, vamos a sumergirnos en el cómic: en «Amarga Rusia» (Norma) tenemos a una familia compuesta por Ekaterina, la madre; Volodia, el hijo; y el padre, cuyo nombre no se menciona: todo comienza con la desestructuración familiar al ser éste último a Uzbekistán, ya que es militar. Su experiencia uzbeca lo sumerge en una espiral autodestructiva de autocompadecimiento y alcohol, lo que provoca que Ekaterina críe a su hijo sola.

Pero… ¡Ay! Volodia ha de hacer el servicio militar, y es destinado a Chechenia. Ekaterina no recibe noticias de su hijo desde allí, así que comienza a mover cielo y tierra para conseguir saber dónde está y qué ha sido de él. Por una carambola del destino, su marido aparece para darle una pista y el contacto con un periodista la pone en ruta a Chechenia para buscar a su hijo. ¿Por qué? Porque parece ser que uno de los comandantes chechenos, Shamil Basáyev, ha prometido liberar a los prisioneros si sus madres se presentan a buscarlos… Y sí, Volodia Kitaev está prisionero.

Así que, ni corta ni perezosa, Ekaterina emprende viaje junto a su perra, Milyi, el viaje que la permitirá encontrar a su hijo, ya que las autoridades rusas no le ofrecen información. Una auéntica madre valiente que emprende un viaje lleno de peligros y sorprendentes encuentros que logrará que el lector empatice casi inmediatamente con esta pequeña mujer que combina valor e ingenuidad y va armada exclusivamente con una obstinación y determinación a prueba de bombas. Esta atípica heroína es capaz de seducir al lector… A su manera, pues es inevitable que asome una sonrisa ante tan ingenuo comportamiento.

Ekaterina es una especie de Don Quijote embarcada en una comedia dramática que nos enseñará el daño que el conflicto provocó en Chechenia y sus habitantes. El dibujo de Anlor ayuda mucho a sentir las situaciones dramáticas que encontramos en este cómic a través de un dibujo deslumbrante, en el que destaca el perfecto uso de los colores, adaptados a cada una de las variaciones del escenario. ¿Y qué decir de Aurélien Ducoudray, que nos ofrece una historia dura, bien hilada y sin fisuras?

Una muestra de la dimensión humana a pesar de los obstáculos, pero sin olvidar el pretexto para interesarnos por el conflicto entre Rusia y el pueblo checheno, y no dejan de señalar con el dedo lo absurdo de una guerra civil, sin olvidarnos de los elementos históricos, que se reflejan en el fondo de esta aventura humana.

Katerina alternará con un montón de gente distinta: los civiles desesperados, las “amazonas francotiradoras”, guerrilleros, soldados, el mismo Basáyev… Y será testigo de las tropelías más injustificables, como el desvío de la ayuda humanitaria y la vileza de los más poderosos.  Por otra parte, la inocencia de esta madre en compañía de su perra resulta particularmente entrañable, a la vez que aportan algo de humor a esta desgarradora historia, mitigando los horrores de esta guerra que se nos muestran de manera muy imparcial, dejando claro que la barbarie no irradia sólo de uno de los bandos. Y no olvidemos el guiño a las trágicas vidas de los niños, cuyos deseos se reducen a algo tan modesto como a jugar al “Bomberman” en la consola Nintendo durante el poco rato que dura la electricidad.

Y hablemos ahora de la documentación. El trabajo ha sido titánico a la hora de recrear escenarios, armas y uniformes: subrayemos la estación de metro de “Kievskiy Vokzal” –“Estación de Kiev”-, tanto su interior  como su exterior . Ekaterina vende allí copias piratas de DVD (destacando entre ellas “El acorazado Potemkin” , cuya carátula se aprecia con claridad). Esta estación moscovita, para que lo sepáis, está en el centro financiero de Moscú.

Pasemos ahora a los temas militares: como la perfecta recreación de la gorra de oficial ruso  -salvando la banda roja, que indica la condición de oficial-, la uniformidad de campaña de invierno rusa  -aunque los modelos del cómic son más feos-, los subfusiles de asalto AK-47 y AK-74 , el rifle de francotirador que usa Asia, un Снайперская винтовка Драгунова, el uniforme de la milicia … Y no nos dejemos la recreación de Shamil Basáyev , perfectamente reconocible. Son olvidarnos de los lugares, como el Palacio presidencial de Grozni  o ese cuartel militar en el distrito militar de Moscú que, para mi demérito, no he podido reconocer.

En fin… ¿Qué más puedo decir de esta grandiosa historia de 96 páginas en cartoné? Bueno, que quizás el reencuentro con Volodia no termina siendo como Katerina esperaba. ¿Queréis saber a qué me refiero? Sí, al mal que el conflicto puede generar, pero… ¿Y si os atrevéis a descubrirlo?

Una gran historia que mezcla las emociones y la acción con un trasfondo histórico perfectamente documentado. Una crónica de guerra en formato cómic que no se hace pesada y que trasciende el típico trasfondo de “hazañas bélicas”.

Un recomendado “cum laude” para todo el aficionado. Palabra de crítico.

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