El proyecto Adam

“El proyecto Adam” (Netflix) es una película de ciencia ficción y viajes en el tiempo, que además entra dentro de lo que a mí me gusta considerar un subgénero propio: películas hechas a medida de (y, claro está, protagonizadas por) Ryan Reynolds. En esta ocasión, Ryan se llama Adam, pero da lo mismo, es Ryan Reynolds. Una versión de sí mismo más familiar y para todos los públicos de la que presenta en, por ejemplo, “Deadpool”. En cualquier caso, cuenta con su humor sarcástico de marca registrada, grandes cantidades de acción y entretenimiento sin pretensiones. El pack completo.

El elemento distintivo es que esta vez tenemos dos por el precio de uno. El piloto Adam Reed viaja desde 2050 a 2022 y, con su nave estropeada, recurre a la ayuda de un niño de 13 años… que resulta ser el Adam de esa época. Walker Scobell interpreta al pequeño Adam y lo hace magníficamente bien. Era crucial acertar con el casting y vaya si lo han hecho. Scobell es totalmente creíble como un mini Ryan, en físico y actuación, y ambos demuestran buena química.

Hasta aquí lo singular del film que, admitámoslo, tampoco es que lo sea mucho. El resto es un pastiche de tópicos del género y alusiones más o menos sutiles a otros mejores que lo precedieron. Cuenta también con la conversación de rigor en la que Ryan, ehmm, Adam, al intentar explicar cómo funcionan los viajes espacio-temporales, se queja amargamente de que su yo infantil ha visto demasiadas películas y tiene demasiadas ideas preconcebidas. La explicación se queda mayormente en eso. Un “no preguntes tanto” que va para mini Adam y para la audiencia.

el proyecto adam

Jennifer Garner y Mark Ruffalo se reencuentran tras protagonizar “El sueño de mi vida” en 2004 y dan vida a los padres de Adam. Zoe Saldana es su mujer y la razón de su viaje al pasado. Catherine Keener es la mala malísima a la que deberá parar.

El argumento es bastante simple y la acción, genérica. No falta la destrucción perfectamente sincronizada con las conversaciones de los protagonistas, ni tampoco un auto-referencial “aterrizaje de superhéroe”. A propósito, ¿cómo puede ir un coche a toda velocidad y en línea recta por un bosque sin chocarse con nada? No hay respuesta científica para eso.

La relación de Adam con su padre, consigo mismo y, especialmente, con su madre, son los aspectos más sólidos. Hay honestidad en la emoción de los momentos menos artificiosos. Es el caso de la escena en que Adam echa en cara a su yo más joven la forma en que trata a su madre y le advierte de lo culpable que se sentirá en el futuro. Nada rompedor ni revolucionario, pero sí una agradable dosis de autenticidad.

En varias ocasiones tuve que recordarme que el presente de “el proyecto Adam” es nuestro presente, porque instintivamente lo situaba en la década de los 80. Desde la idílica casa junto al bosque, hasta la nave espacial, pasando por el drama familiar: todo ello transpira nostalgia y ganas de parecerse al cine de esos años, aunque se quede en lo más superficial.

“El proyecto Adam” es una película que se deja ver sin problemas, amena y competente, pero fácil de olvidar. Carece de la chispa que sí tenía “Free Guy”, dirigida también por Shawn Levy. Él y Reynolds no tienen pensado dejar de colaborar en el futuro próximo, de todos modos, y unirán fuerzas en la tercera entrega de “Deadpool”. El subgénero no deja de crecer.

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