El afamado antihéroe de Marvel llegó a las salas españolas el pasado 18 de mayo con una segunda entrega de las alocadas desventuras protagonizadas por Ryan Reynolds. Como era de esperar, a pocas semanas de su retiro de la cartelera el film no ha conseguido alcanzar las cotas de taquilla de su hermana mayor, Avengers: Infinity War, la cual sigue ostentando el título de la cuarta película más taquillera de la historia.

Aclamada por la prensa más comercial, criticada por los redactores de andar por casa (los que de verdad importan, según ellos mismos interpelan), tras un reposo reglamentario de tipo casi enólogico, desde Fantasy Mundo vamos a tratar de analizar los entresijos de esta nueva entrega del no tan héroe de Marvel. ¿Resultará la producción a manos de David Leitch ser, manteniendo el símil del mundo vinícola, un Chateau Mouton 1945 Gran Reserva o, por el contrario, descubriremos que nuestro querido Masacre ha acabado convertido en un simple brick de vino marca blanca tras su última adaptación cinematográfica?

¿Segundas partes nunca fueron buenas?

A principios de semana leíamos en prensa especializada que el título rozaba los casi 600 millones de dolares en recaudación, una cifra nada desdeñable para los altos estándares marcados por la industria norteamericana. De esta manera, la crítica profesional celebraba una vez más el festival de excesos y locuras contenidos en los 111 minutos del largometraje. Mientras tanto, en otros lugares de la red, unos cuantos críticos de menor relevancia se ensañaban a gusto con el film, como viene a ser costumbre desde el orígenes de la raza humana en cuanto a las adaptaciones cinematográficas del Universo Marvel se refiere. Entre la retahíla de objeciones presentadas por los Hooligans del cómic, que incluyen desde diferencias con el Deadpool original de Rob Liefeld y Fabian Nicieza, hasta los nada escasos agujeros en el guión (justificados por la ya clásica forma de romper la cuarta pared de este personaje mítico), podíamos leer un argumento que se repetía una y otra vez: ¿Se ha convertido Deadpool en una parodia de sí mismo? Veamos que hay de cierto en ello.

Para poder responder a esta pregunta, antes es necesario remontarse un tiempo atrás. Gira por lo tanto el contador de nuestra máquina del tiempo. Sigue girando y girando. Y justo cuando está empezando a coger velocidad, nos paramos en seco. Es el año 1983. Desde esta fecha privilegiada, podemos observar los orígenes de este personaje en el mundo del cómic. Vemos que, desde el principio, Deadpool supuso una declaración de intenciones per se. El personaje se planteó como un auténtico antihéroe el cual, cargado de dosis apabullantes de humor negro, ridiculizaba al resto de sus compañeros impecables y moralistas. Y las pretensiones no acababan ahí, sino que, para cumplir su cometido, fue dotado del mayor poder de entre todos sus congéneres; destruir la cuarta pared a voluntad. Era, en definitiva, un absurdo. Un chiste en sí mismo. No hay más que recordar la colección de cómics ‘Deadpool mata al Universo Marvel’, en la cual nuestro querido casi-villano descubría que no era más que un mero entretenimiento imaginario y, acto seguido, aniquilaba a todos sus compañeros de profesión. El caso es que, por increíble que parezca, aquí mismo radica la raíz del problema.

Por un lado, hay que tener claro que no nos encontramos frente a un cómic. Deadpool 2 es una adaptación cinematográfica, con su propia historia y personajes, meramente inspirados en los originales. También es muy importante tener en cuenta, dicho sea de paso, de qué forma han sido concebidos estos personajes en su versión animada. Como mencionábamos anteriormente, el personaje de Deadpool cumplía hasta hace no mucho la función de traer el caos en el Universo Marvel. Era la forma en que Marvel rompía con el deus ex machina impuesto a capa y espada en el imaginario narrativo norteamericano. Un elemento disonante que hacía trizas la arquetípia, llegando al límite de matar a Peter Parker sin motivo alguno que respaldase sus actos. Pero, ¿qué ocurre cuando tomas un elemento como este por bandera y lo exprimes hasta la saciedad? Pues que, efectivamente, terminas convertiéndote en una parodia de ti mismo.

Lo poco gusta, lo mucho cansa

Lo hemos visto en más de una ocasión en los últimos tiempos (véase cualquier crítica online a la última temporada de Rick y Morty o Bojack Horseman). Y es que, como todas las modas, siempre acaban cayendo. Y en este caso concreto, por su propio peso además. La última moda cíclica consiste en reírse del propio género. La auto-sátira no es nueva, desde luego. Pero en este caso se trata de un arma de doble filo, ya que, si adoptas un elemento como la sátira de un género como fondo principal del personaje y la trama, no puedes olvidar que estás obligado a hacerlo desde el formato que criticas. Y es aquí donde empiezan los problemas de Deadpool 2.

Como cualquier superproducción americana tipo blockbuster, Deadpool 2 ha sido concebida para recaudar cuanto más dinero mejor. Y si en el camino ha sido necesario abandonar varios elementos considerados a priori imprescindibles, pues no hay problema. ¿De qué estamos hablando? Pues ni más ni menos que del objetivo primordial de Deadpool, el cual ya se ha mencionado con anterioridad; destruir los clichés del mundo de los cómics. En Deadpool 2, en lugar de ser destruidos, encontramos tantos clichés de superhéroes, que incluso nos sobrarían unos cuantos si los utilizáramos para tapar todos los agujeros que deja el guión (SPOILER ALERT: ¿Por qué disparan a la mujer de Wade y acto seguido ni siquiera tratan de atacarle a él cuando este se derrumba de espaldas ante el asesino? ¿Un superhéroe que se enfrenta a un drama, la muerte de un ser querido, forzándolo a tomar la senda del bien? ¿La fuerza del amor prevalece hasta para el antihéroe más demente? Resulta inverosímil para el Masacre que hasta ahora conocíamos). Podríamos decir que, en definitiva, el nuevo cliché ha resultado ser tratar de destruir los clichés.

Por último, todo esta problemática está ligada a su vez a los ya famosos líos de licencias. En la película, se nos muestra a un Deadpool incapaz de cruzarse en su camino con ningún personaje de peso en el mundo Marvel (aunque desde luego pocos personajes ganan a Coloso y Juggernaut en lo a peso se refiere) ni, en concreto, con ninguno de los X-Men, perdiendo por el camino su principal razón de ser. Resulta curioso que los guionistas, de seguro fans acérrimos del personaje, no puedan hacer nada al respecto salvo añadir pequeños guiños a los problemas en cuestión, en dos de los momentos más reseñables del largometraje. Y esto nos lleva a la verdadera pregunta final. ¿Importa todo esto en realidad?

La respuesta es un claro y rotundo no. Tras esta crítica, cabría pensar que la opinión final de un servidor se decanta por dotar a la película de nota final de brick de vino marca blanca. Nada más lejos de la realidad. En una opinión sincera, esta crítica no es más que un desglose sesudo de una película que adolece de cualquier elemento de seso. En conjunto, Deadpool 2 es un film entretenido, gracioso, grosero, que consigue arrancar las carcajadas cuando se lo propone (y no un mero atisbo de sonrisa en las comisuras) y que, en general, te deja un buen sabor de boca. De esas películas que, aunque olvidas a la mañana siguiente, te hacen disfrutar de verdad durante un par de horas, a pesar de dejarte un pequeño resquemor por saber que podrían haberlo hecho un poco mejor. Y es que a veces olvidamos que, en muchos casos, eso es lo que pretenden las grandes productoras. Entretener sin ningún propósito más allá. Teniendo en cuenta que Deadpool 2 consigue a todas luces sus objetivos, podemos dotar a Wade y los suyos de la categoría a la que realmente pertenecen, la de vino de mesa baratito, con un precio equivalente al de la entrada que pagas por la película, pero que cumple su cometido para sacar alguna que otra carcajada.

 

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Gabriel García
Filólogo Inglés en la UCLM. Intento de escritor a tiempo parcial.

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