¿Habéis leído Mujercitas o habéis visto alguna de sus adaptaciones? Las aventuras familiares de la familia March y sus hijas, Jo, Amy, Meg y Beth, han atrapado a numerosos lectores desde que se publicó en 1868. Pero desde el pasado mes de noviembre hay una nueva versión de la historia, un retelling donde Costa Alcalá, seudónimo de Fer Alcalá y Geòrgia Costa, las ubica en una sociedad totalitaria, Concordia.

Buenas hermanas ha sido publicado por La Galera Young

‘Buenas hermanas’, de Costa Alcalá (La Galera Young)

Todos son felices en Concordia. Porque todos son buenos ciudadanos. Sólo hay que seguir las normas, las pautas reflejadas en las pantallas que hay repartidas por toda la ciudad, ser amables y cordiales ante los vecinos y trabajar mucho. Es esa la única manera de ser feliz en Concordia. Y eso lo siguen al pie de la letra la familia March, sus hijas son buenas hermanas, trabajadoras y siempre atentas a lo que les rodea y con una sonrisa en los labios, sobre todo ante las cámaras que vigilan cada rincón de la ciudad. Ni una palabra en voz alta, ni un error en su comportamiento, pese que a menudo la tristeza les ensombrece el rostro al pensar en su padre, que se encuentra la guerra, y en su pobre hermana Beth.

Sin embargo, poco a poco, verán que realmente ese no es el camino de la felicidad y que nada es lo que parece, los secretos comienzan a desvelarse y cada una de ellas deberá tomar el camino para descubrir la verdad y su propia felicidad.

Las March bajo el ojo del Gran Hermano

Pocos ambientes me han perturbado tanto como el que han construido Fer Alcalá y Geòrgia Costa: la ciudad llena de cámaras vigilando cada movimiento, pantallas en cada calle con mensajes sobre cómo debemos comportarnos mientras todo el mundo nos observa y nos sonríe, una sonrisa falsa, en la que buscan nuestros fallos para delatarnos y así, ser degradados en el próximo recuento de méritos. Me entran escalofríos. Me ha recordado mucho a la misma sensación que tuve al leer 1984; Buenas hermanas bebe de la distopía de George Orwell para crear Concordia en cuanto a esa sensación asfixiante de que están observando cada movimiento tuyo, cada palabra, incluso cada pensamiento.

Pero para que este ambiente funcionara, Buenas hermanas tendría que tener unas protagonistas a su altura. Y lo han tenido. Cada una de ellas conserva la esencia del clásico de Louisa May Alcott, la señora March, trabajadora y generosa, Meg, siempre tan responsable y atenta a sus hermanas, Jo, tan impulsiva y con ese carácter tan fuerte y Amy, cuidadosa de que su aspecto esté siempre impecable. Incluso el vecino Teddy, dispuesto a lo que esté en su mano para ayuda a las March. ¿Y Beth? Tendréis que leerlo para saber qué ha pasado con la buena de Beth.

Amy y Jo sobresalen del resto de personajes

Dos de las hermanas sobresalen del resto, Amy y Jo. Ha sido difícil no posicionarme por una de ellas porque ambas tenían la misma visión de lo que sucedía en Concordia pero tomando caminos totalmente diferentes. De esta manera se descubre, por una lado, qué secretos esconde Concordia, y por el otro, cómo es sentir algo diferente a lo que te han impuesto. 

La impulsividad de Jo está muy presente y es lo que le hace descubrir varios secretos que esconde Concordia, para ella es imposible callarse y, junto a Teddy, intentarán que todos sepan qué está pasando. Amy, en cambio, decide seguir con su apariencia intachable, aunque por dentro tenga lugar una lucha de sentimientos, sólo pintando sus cuadros podrá sentirse bien. Dos caminos diferentes, que si tuviera quedarme con uno, sería el de Amy. Me ha gustado ver cómo tomaba las riendas de horribles situaciones, demostrando ser más inteligente que el resto.

El final de Buenas hermanas invita a un segundo libro

Sus más de quinientas páginas se leen bastante bien. Sí que ha habido algunos momentos en los que el ritmo decae un poco o más bien que esperaba que los secretos empezaran a rebelarse antes de que lo hacen, pero me ha mantenido en la historia en todo momento. Hay un momento en el que la relación entre las hermanas cambia de una manera brutal; no podía creer lo que estaba leyendo y lo que sucede después, sus sentimientos ante lo que había sucedido uno de los grandes puntos de Buenas hermanas.

Fer Alcalá y Geòrgia Costa han sabido muy bien cómo construir la sociedad de Concordia, cómo crear a las March parecidas a las originales pero con ese punto que las hace perfectas para vivir en un mundo distópico. ¿Volveremos a Concordia? Ese final pide una segunda parte, aunque a mí me ha parecido perfecto para acabar Buenas hermanas dejando a nuestra imaginación el camino que toman nuestras mujercitas.

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