La lista final

‘La lista final’ lo tenía todo, a priori, para ser una serie digna de ver. El material original, la historia de un oficial navy seal que busca venganza después de que una oscura organización criminal matase a su familia por motivos desconocidos, es un grupo de novelas del escritor de thrillers Jack Carr; todas ellas protagonizadas por el personaje de James Reece.

Un Reece que en la pantalla tiene el rostro, además, de nuestro amado Star-Lord, Chris Pratt; que no es que tenga la agenda libre, precisamente.

Y el director del piloto es el prestigioso Antoine Fuqua quién, entre sus películas, cuenta con ‘Asesinos de reemplazo’, ‘Training day’ o la saga ‘The equalizer’ que, por trama o estilo, encajan como un guante con lo que tendríamos que ver aquí.

La base de ‘La lista final’ tiene potencial, pero el margen de mejora es abismal

Pues, no sé por qué, parece que los astros se han alineado para que todos estos excelentes profesionales decidiesen hacer, en esta serie, uno de sus peores trabajos conocidos hasta la fecha.

El texto de Carr ha sido adaptado en ‘La lista final’ de forma nefasta por David DiGilio (creador, showrunner y jefe de guionistas), alargando lo innecesario y enredando lo importante. La actuación de Pratt se nos aparece, en muchos momentos, plana y desganada; con ese rictus que ponemos cuando no tenemos muy claro qué pintamos en un sitio. Y el piloto de Fuqua, absolutamente terrible, nos recuerda más a una película cutre de media tarde de los ochenta que a cualquier otra cosa.

Con este pésimo arranque, la serie poco puede hacer por intentar remontar un catastrófico comienzo. Y es verdad que consigue salvar los muebles un tanto a medida que pasan los episodios. Pero hay varios pecados originales con los que, pesados como losas, le resulta imposible lidiar.

El primer pecado es la estructura narrativa

Reece comienza su venganza experimentando ya problemas cerebrales: es un hombre enfermo y confuso, quién parece olvidar los hechos y mezclar los tiempos. Pues bien, al llevar esto a la pantalla, además de confundir a Reece también se confunde al espectador. Se es incapaz de distinguir realidad de ficción, pasado de presente e, incluso, se mezclan tres personajes o tres tiempos en la misma escena. David DiGilio está muy lejos aún, y lo que rondaré morena, de ser Christopher Nolan.

Otro pecado es el guion de ‘La lista final’: construido para que la serie dure mucho más de lo que el material original es capaz de sostener. Así, se estiran innecesariamente las escenas y se juega tontamente con lo irrelevante; hasta el punto de que, muchas veces, se pierde el foco sobre lo que se quiere contar. Un ejemplo: uno de los pocos apoyos de Reece en su venganza es la ambiciosa periodista Katie Buranek (Constance Wu), quién irá investigando alguna de la importante información que Reece consiga para ella a cambio de un bombazo periodístico resultado de su historia. Pues bien, el desarrollo de este personaje, de su historia y, especialmente, de su investigación, es todo un síntoma de los males de la serie.

Y esto nos lleva a otro pecado: los personajes, su diseño y su desarrollo

La sed de venganza de Reece es la base total y absoluta del argumento, hasta tal punto que todos los personajes a su alrededor son accesorios, útiles solo en cuanto sirvan para justificar (mal) muchas de las decisiones de Reece. Así quedan malogrados personajes con potencial como el de la misma Katie Buranek, o el implacable agente del FBI Tony Liddle (maravillosamente interpretado por JD Pardo, y de lo poco salvable), u otra de las ayudas fundamentales de Reece, su amigo Ben, también estupendamente defendido por Taylor Kitsch.

Por no hablar de otros personajes que son ridículas imitaciones de otros legendarios. Hay una escena donde el almirante Gerald Pillard (Nick Chinlund) se quiere convertir en el coronel Nathan R. Jessup que es, sin duda, la más burda y ridícula copia de ‘Algunos hombres buenos’ que haya visto en mi vida. O la secretaria de defensa, Lorraine Hartley (Jeanne Tripplehorn), queriendo convertirse en la encarnación femenina del senador Francis Underwood.

El chicle y su punto de ruptura

Un despropósito es ya el solo hecho de haber metido estas escenas, impostadas y sin sentido, en el montaje final (además de un síntoma de la necesidad de estirar el chicle más allá del punto de ruptura).

Entonces, ‘La lista final’ (Prime Video) comienza desastrosamente mal, evoluciona a base de unos pocos momentos interesantes y escenas de alto voltaje, y es solo a partir de su ecuador (son ocho capítulos de una hora cada uno, aproximadamente) que comienza a convertirse en algo parecido a lo que, inicialmente, debería haber sido: una serie de acción, una serie de colegas, una serie de venganza… y no un tostón confuso difícilmente soportable.

Amazon aún no ha confirmado la segunda temporada, y no es de extrañar porque las reacciones han sido, en general, bastante frías. Personalmente, le daría una segunda oportunidad, pero bajo una condición: sacar las manos de David DiGilio del proyecto y poner a alguien experto a trabajar en un nuevo guion y estilo.

La base tiene potencial, pero el margen de mejora es abismal.

Nota: 4/10

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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