The Projectionist es una película de Abel Ferrara, director de películas de la talla de Teniente corrupto o más recientemente Pasolini, donde narraba los últimos días del polémico director italiano, nos lleva a conocer en su último documental a Nicolas Nicolau, un neoyorkino de origen grecochipriota, dueño de varios cines de Nueva York. Nicolau repasa su vida y su trabajo: su infancia y adolescencia en la isla mediterránea, su viaje a América, sus inicios como “chico para todo” en unos cines, en donde se enamoró de ese mundo. Consiguió ahorrar el dinero suficiente para comprar una sala, y más adelante varias más. Al principio, sus salas eran de las que proyectaban serie B y cine erótico, más tarde se especializó en el porno gay, hasta que la llegada del vídeo doméstico supuso el declive de las salas X. Comenzó entonces una generalización de su oferta, accediendo a un público más amplio. Todo fue bien hasta la llegada de las de las grandes cadenas de cines en los 90. Actualmente, Nicolau saca adelante como puede sus pequeñas salas, que ofrecen una experiencia más íntima y personal.

Opinión

La historia de Nicolau es la historia de las salas de cine en los últimos 45 años, y un reflejo de la historia del cine en sí mismo durante este tiempo. Abel Ferrara es plenamente consciente de esto, y el documental se erige como un alegato a favor de las pequeños cines de barrio frente a las monstruosas cadenas que básicamente sólo ofrecen blockbusters. The projectionist es un verdadero canto de amor a las salas tradicionales, donde todo es más cercano, más personal. A lo largo de la cinta, el director habla también con varios clientes, gente de todas las edades que corroboran esta visión. Finalmente, Nicolau enseña a Ferrara cómo se ha modernizado para mantener su pequeño emporio, trasladando su gestión a Chipre, donde es su mujer la que lleva el mando del negocio, que ha pasado a ser familiar.

The projectionist es una muestra de cómo sobreviven las últimas salas de cine tradicionales, una especie en peligro de extinción pero que mantienen intacta la experiencia primigenia de ir al cine. Supervivientes que cada vez lo tienen más difícil en este mundo de monopolios despiadados. Un documental de visionado obligatorio para quien se considere un verdadero amante del cine.

por Hugo Mier Calleja

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