el tiempo que te doy

¿El tiempo lo cura todo? Lina no está segura de si es cierto, pero aun así se propone empezar de nuevo y superar su reciente ruptura con Nico, con quien ha compartido los últimos nueve años de su vida. Para lograrlo, intentará pensar cada día un poco menos en él. “No es que las cosas me duelan menos, pero pienso menos en las cosas que duelen.”

A partir de esta premisa se desarrolla “El tiempo que te doy”, miniserie de Netflix formada por diez capítulos de once minutos cada uno, que mezclan el pasado y el presente de Lina y narran su historia de amor truncado. Su final, amargo; su comienzo, dulce y lleno de expectativas; y los altibajos que llevaron de un punto a otro. Todos los momentos e instantes durante los que surgió el amor, se consolidó o se erosionó. Los errores, los egoísmos, la complicidad y el apoyo mutuo, las dudas y las risas.

Protagonizada por Nadia de Santiago (“Las chicas del cable”), que es a la vez una de las creadoras de la serie, y Álvaro Cervantes (“Carlos, rey emperador” “1898. Los últimos de Filipinas”), “El tiempo que te doy” destaca por su formato. Podría haber sido una película, pero en lugar de ello la historia se ofrece dividida en pequeñas dosis, en cada una de las cuales el presente va poco a poco ganándole terreno al pasado. Así, cada episodio dedica un minuto menos a los flashbacks de la relación y un minuto más al aquí y el ahora de Lina, que irá recomponiendo su vida y acostumbrándose a la ausencia de Nico.

La estructura funciona: agiliza la narración, haciendo que fluya. Además, le da un punto de originalidad y frescura que diferencia a la serie de otros productos audiovisuales con temática similar. El argumento no es novedoso, todo lo contrario: es algo tan universal como el amor. Por eso, su principal atractivo reside en la sencillez de lo que se cuenta y la sensibilidad con la que lo hace. Es una historia honesta, que sale del corazón, que busca y encuentra lo poético en lo cotidiano, la belleza en la pérdida.

Este relato íntimo se ve reforzado por la química entre los protagonistas. También por un guion basado en la naturalidad, sin estridencias ni dramatismos innecesarios. Todos los elementos contribuyen a la sensación de realismo y cercanía. A cambio, se sacrifica la singularidad, tanto de trama como de personajes. Podrían ser cualquiera, para bien y para mal.

Llena de nostalgia agridulce, “El tiempo que te doy” plasma de forma notable los vaivenes de una relación y el proceso que sigue a su ocaso, a la ruptura, que no es otro que un proceso de duelo. Duelo por el tiempo compartido que ya no volverá y por el vacío de un futuro conjunto que no tendrá oportunidad de existir. Se hacen paralelismos con la pérdida de un ser querido, como la madre de Lina o el padre de Nico, y se incide en como la marcha de alguien puede suponer también el desprenderse de parte de uno mismo, de la persona que se era en aquel entonces. ¿Cómo seguir adelante sin alguien que forma parte de tantos de tus recuerdos? Incluso lo más felices pueden llegar a doler tanto (o más) que los tristes.

Ese es el reto al que Lina se enfrenta y al que todos, tarde o temprano, por un motivo u otro, hemos de enfrentarnos en algún momento. El reto de la serie, el de representar emociones genuinas de forma sencilla y creativa a la vez, está superado.

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