J.M. Mulet
J.M. Mulet es licenciado en Química y doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Valencia.

Después de desmontar los timos de los productos naturales en su primer libro, y tras enseñarnos a «Comer sin miedo«, el químico, doctor en bioquímica y biología molecular, profesor, divulgador científico y twittero compulsivo J.M.Mulet (@jmmulet) nos exhibe en su tercer libro una «Medicina sin engaños» (Destino).

Este ejemplar cumple con el adecuado rigor científico que ya es sello de identidad del autor, añadiendo, bien en el pie de página, bien en la lista de referencias bibliográficas en las últimas páginas del tomo, una buena cantidad de citas, tanto a artículos de la hemeroteca —en el caso de los datos anecdóticos—, como a artículos científicos, blogs, libros y revistas de divulgación científica seria.

El libro comienza con una breve autobiografía del autor, y de cómo, uniendo los puntos, su sueño de curar el cáncer —y si hubiera tenido tiempo, también el SIDA— se convertía en una amplia experiencia en actividad científica, docente y divulgadora.

Durante una primera parte muy ilustrativa nos muestra una breve historia de la medicina, con sus altos y sus bajos, con la intención de hacernos comprender el verdadero valor que tiene, desde una perspectiva académica, el simple hecho de reconocer la enfermedad padecida y recetar un medicamento adecuado. Tras mostrar también la dimensión social de la medicina, posicionándose como firme defensor de una sanidad pública, nos expone el estado en el que se encuentran los servicios sanitarios en distintos lugares característicos.

Continúa mostrando una no poca cantidad de trapos sucios que han rodeado a la historia reciente de la medicina, reconociendo el útil aprovechamiento de los errores del pasado.

«Cualquier actividad presenta un porcentaje de fallos; la medicina no es una excepción, pero funciona, puñetas, funciona».

En la segunda parte del libro se explaya en desenmascarar la demonización ideológica de que la medicina ha sido objeto durante mucho tiempo, y que últimamente está cobrando moda, y expone cuáles son los puntos fuertes que las pseudomedicinas —esas técnicas que parecen medicina pero que en realidad solo son chorradas—, tales como la mayor atención del practicante, la desesperación que suele tener el paciente que acude, el terrible «amimefuncionismo» o la consabida falacia de autoridad.

«Vais a flipar con algunas terapias [pseudocientificas] que realmente se anuncian y por las que la gente paga».

Medicina sin engaños, de J.M. MuletTras una breve explicación de por qué las pseudoterapias parece que funcionan, incluyendo el concepto de placebo, de regresión a la media, y que muchas ocasiones ofrecen curas a enfermedades que no existen. Arremete contra los medios de comunicación que reiterativamente publicitan pseudoterapias—ora abiertamente, ora a través de supuestos reportajes o consejos de salud— y concluye con una breve referencia a algunas muy vergonzosas prácticas universitarias, que dan cancha abierta a este tipo de timos que, recordemos, nunca han demostrado eficacia más allá de las subjetivas experiencias personales.

«Sólo los ensayos clínicos y los metaanálisis sirven para extraer conclusiones generales».

El título de la tercera parte es fácilmente confundible con el de la segunda; en la anterior se hablaba del concepto de pseudomedicina y de sus influencias de forma general, mientras que en esta tercera parte lo que se procede es a enumerar, explicar y especificar las distintas técnicas.

Empieza definiendo la psicología, la psiquiatría y las psicochifladuras, esas cosas que no son ninguna de las dos, como por ejemplo el psicoanálisis. Aprovecha además el tiempo para dejar a la hipnosis donde le corresponde.

«Si se distinguen de la medicina es que no saben lo que es la medicina. Medicina solo hay una».

Continúa con un capítulo dedicado a la mal llamada medicina natural, dedicando una buena parte a la fitoterapia, la farmacognosia, y a los diferentes timos relacionados con ellas; diferenciando adecuadamente las aplicaciones reales de, por ejemplo, la quinina, el curare, el taxol o la salicilina, de los mitos muy esparcidos por algunos círculos como los que rodean al ginkgo, a la valeriana o a la stevia.

Un servidor tiene un especial cariño a este capítulo, y no solo porque considero que Mulet tiene toda la razón, sino porque además una de las citas bibliográficas —en la página 212— se dirige a un antiguo artículo escrito por mi.

«Realmente las plantas van a lo suyo. No están en la naturaleza para solucionar tus problemas de salud».

A continuación desbarata las versiones más charlatanas derivadas del mito de lo natural, desde la naturopatía, que es todo eso de las «dietas detox», curarse con zumos de fruta y esas cosas rollo Steve Jobs, hasta la moda aquella de ir a parir al río.

No se olvida de la hidroterapia, de aquellos que aseguran las bendiciones de beber agua de mar, de la aromaterapia, la cromoterapia ni de la gemoterapia. Un servidor se atreve a proponer de nueva acuñación el principio Mulet: «si una terapia parece una gilipollez, realmente lo es».

En opinión del autor, la homeopatía merece un capítulo propio; no duda en calificarlo como el azúcar más caro del mundo —que lo es—; explica con su tono socarrón la historia de esta pseudoterapia y sus absurdos planteamientos, para alcanzar, como todos nos imaginamos, la conclusión obvia: que no funciona.

Otro capítulo está dedicado enteramente a las medicinas orientales. Nos explica con originalidad por que motivo los cuentos chinos nos obnubilan e impresionan, y como nos engañan como a… Como a occidentales.

«No entiendo qué ventaja puede aportar la medicina primitiva (tradicional) china a uno de los sistemas sanitarios públicos mejores del mundo».

Nos enseña cómo funciona la acupuntura, que si, calma el dolor, pero que poco importa como, donde ni quien pinche las agujas, que lo de los meridianos y los puntos es una tontería, y que por eso el acupuntoras siempre acierta. No evita hablar de la acupuntura con descargas eléctricas, con láser, o con infrarrojos, que siguen siendo tan efectivas como el placebo, pero no más. Y no se olvida de los riesgos de la acupuntura, como el contagio de enfermedades.

También habla brevemente de las hermanas bastardas de la acupuntura, como la auriculoterapia o la reflexoterapia (que tiene como ventaja que te dan un masaje en los pies). Nos habla también de la ayurveda y del Reiki, esa técnica milenaria de 1940.

La lista de terapias de mentira termina con un capítulo dedicado a falsas terapias manuales; la milenaria y peligrosa quiropráctica inventada en 1895 o la osteopatía y su muy desafortunado nombre también tienen un hueco entre las páginas de «Medicina sin engaños». No se deja en el tintero la kinesiologia, el toque terapéutico, la magnetoterapia, el drenaje linfático, la técnica de Bowen, las Power Balance ni las bandas de KinesioTapping.

Pensándolo bien, las única tonterías pseudoterapéuticas que me parece que no encuentro en el libro, de las que yo tenga conocimiento, son la iridiologia y la grafoterapia.

El libro concluye con un oscuro capítulo dedicado a lo que él llama el corazón de las tinieblas; un resumen por las más peligrosas afirmaciones pseudocientificas que aparecen en algunos corpúsculos de la sociedad.

Hablamos de personas que niegan la gravedad real del cáncer, que aseguran que se puede curar con todo tipo de remedios absurdos, o que incluso culpabilizan del padecimiento al propio paciente.

Hablamos de personas que aseguran tener la cura milagrosa al SIDA, que aseguran que la causa de la enfermedad no es el VIH, o incluso que ni el virus ni la enfermedad realmente existe.

Hablamos de personas que aseguran que las vacunas no sólo son ineficaces sino que además son peligrosas, una egoísta tendencia que no sólo es perjudicial para quienes lo practican sino para toda la salud pública.

Hablamos de los alarmismos tecnofóbicos como las llamadas electrohipersensibilidad o la sensibilidad química múltiple, que teniendo en cuenta que son padecimientos meramente psicosomáticos causados por efecto nocebo, publicitan y predican abiertamente con el consiguiente perjuicio para los pacientes.

Y hablamos de falsos remedios universales como el que ahora esta de moda, el llamado MMS, iniciales de un nombre que ya debería ser un aviso de engaño, «suplemento mineral milagroso», y que viene a ser dióxido de cloro, un producto tóxico empleado como blanqueante industrial.

«Mientras haya alguien desesperado, siempre habrá algún desalmado».

A modo de epílogo, Mulet nos muestra diez útiles pasos a seguir para evitar a los pseudomédicos.

El libro es de muy rápida y fácil lectura, está escrito de una forma muy comprensible, es sencillo de entender por cualquier persona que tenga una educación básica. Es una lectura muy recomendable, tal vez un poco más de lo mismo para los que estamos muy acostumbrados a movernos por estos círculos, pero calificable de imprescindible para todo aquel que no esté familiarizado con estos temas. Es un texto divertido, con su inconfundible e irreverente estilo cargado de un sarcasmo socarrón.

No me cabe duda de que «Medicina sin engaños» engloba todo lo que necesitas saber sobre los peligros de la medicina alternativa, y es un volumen que realmente invita a reflexionar.

Ldo. Mg. Álvaro Bayón Medrano.

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Álvaro Bayón Medrano
Biólogo, @PhD_EBD (CSIC), divulgador, escéptico, dinocolector.

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