De tanto en tanto, el género de películas de atracos made in USA asoma la cabeza, enseña la patita y nos deja un título en la cartelera. A estas alturas hemos visto cintas de este tipo de todos los colores y por eso la noticia de que llega otra película más de este tipo provoca una cierta pereza que no oculta del todo una pizca de curiosidad. “Igual está bien, mientras entretenga…”, te dices a ti mismo cuando te diriges al pase de prensa (más bien escueto en asistentes) y te sientas en la butaca para ver «Juego de ladrones. El atraco perfecto» –no sé cómo, pero los exhibidores patrios han logrado meter en una misma frase dos títulos de lo más trillado en castellano; el original tampoco es que sea la repanocha: «Den of Thieves» (“guarida de ladrones” sería la traducción literal)–; una película de la que lo máximo que he querido saber, pues ya el título es lo suficientemente elocuente, es su duración: 140 minutos. Arrugo un poco el ceño, pero finalmente me puede el curioseo. Con los títulos de crédito finales (bastante chulos, por cierto), mis sensaciones son un pelín ambivalentes, encontradas, como se suele decir, pero en general positivas.

De entrada, tenemos la media sorpresa de que los 140 minutos no son tan largos como parece. La cosa empieza con una secuencia trepidante, prólogo de la trama que se debe mostrar: un atraco que se convierte en captura de un furgón blindado en un área de descanso en una carretera de Los Ángeles. Los atracadores, liderados por un exmarine llamado Ray Merrimen (musculoso Pablo Schreiber), escapan con el furgón, dejando a uno de los suyos muerto, tras liarse a tiros con la policía. Posteriormente, llegan agentes de una unidad especial de atracos con violencia del sheriff de Los Ángeles, al frente de la cual está Nick O’Brien (Gerard Butler), un tipo duro que huele a corrupción y que traspira violencia bajos sus poros. Su equipo se hace cargo de una investigación que, tras sonsacar a un camarero en un local al que suelen acudir policías, Donnie Wilson (O’Shea Jackson, Jr.), quien les lleva tras la pista de Merrimen y sus hombres. Mientras tanto, el jefe de los atracadores perfila un atraco perfecto a la sede de la Reserva Federal en Los Ángeles: 30 millones de dólares en billetes usados y cuyos números de serie se han borrado, lo cual los hace imposibles de rastrear.

Si la primera sorpresa es que el metraje del filme no se hace demasiado moroso –es cierto, sin embargo, que esa duración de 140 minutos sí que muestra una cierta irregularidad en el tramo central del filme, un valle que se podría haber aligerado en la sala de montaje–, la segunda está en que a medida que la trama se va desarrollando no dejas de pensar constantemente “esto ya lo he visto antes… ¡diablos, en ‘Heat’!”, la magistral película de Michael Mann de 1995 que, entre otros muchos alicientes y puntos a favor, tiene ese duelo actoral entre Robert de Niro y Al Pacino, por primera vez enfrentados, cara a cara (en un par de secuencias), en la gran pantalla. Y sí, el argumento recuerda la película de Mann en diversos detalles: dos tipos duros, a un lado y otro, en un duelo en la cumbre; un policía con demasiadas imperfecciones, en el caso del que encarna Butler, y con un divorcio de por medio y una hija, y que también recuerda al personaje que encarnara Pacino en «Heat»; un desarrollo pausado de la trama, mostrando cómo se prepara el plan de atraco, y algunas secuencias de acción espléndidamente rodadas (uno aún retiene en la memoria la secuencia del atraco al banco en el casi ecuador del filme de Mann, del mismo modo que aún mantienen en la retina la escena del tiroteo en la autopista en esta película que reseñamos ahora); unos personajes principales bien perfilados, y algunos secundarios también con aristas, que en el caso actual también sorprenden por lo bien escritos que parecen (cargando algo las tintas, si acaso, en O’Brien y su rudeza, en la secuencia de la comida de su exmujer y unos amigos). En general, son muchos los puntos en común en ambas películas, quizá demasiados; y, a pesar de que esta película palidece en comparación con la de Michael Mann (el listón es muy alto), pues al final la cosa no queda del todo mal; es más, queda francamente bien, para ser positivos del todo.

Si acaso podemos decir que le sobran al filme unas secuencias finales, una vez finiquitado el asunto del atraco, en las que se resuelve más de lo necesario y se quiere “explicar” de manera redundante algo que, sinceramente, tampoco pasaba nada si se hubiera quedado en el tintero. Y es que el filme, que no esconde del todo un corta y pega a partir del manual de las películas de atracos, logra, en su segunda mitad, darlo todo: un doble atraco estupendamente coreografiado y con el que el espectador, si no se ha amodorrado momentáneamente en el valle antes mencionado, se mantiene bien cómodo en su butaca. Hay una tensión bien dosificada, aunque con una puesta en escena algo rutinaria, y que logra mantenernos en vilo. Sólo por esa hora final, doy por amortizados los setenta y pico minutos previos y no hago demasiado caso de los paralelismos con otras películas.

El resultado es, por un lado, una película que, dicho con sinceridad, no aporta prácticamente nada nuevo (tampoco lo esperamos a estas alturas) y la trama adolece de esa manía de meter relleno innecesario, presenta unos personajes diseñados a partir de patrones estereotipados, pero con unas briznas de personalidad, y al final al plan maestro se le ven algunos agujeros argumentales no bien resueltos. Pero, y ahí está lo bueno, el filme tiene los suficientes alicientes para que, con cuatro ideas recicladas pero muy claras, sí resulte mucho más atractivo de lo que podría parecer a priori; está muy bien rodado y se desarrolla con firme pulso delante y tras la cámara (debut del hasta ahora guionista Christian Gudegast), y con un estilo vibrante en muchas de sus secuencias. Sólo por esto, la película merece la atención que debería generar. Parece ser que la película tendrá secuela, pues ha funcionado muy bien en el mercado estadounidense, al margen de unas críticas más bien tibias.

Seguidores del cine de atracos, no la dejéis pasar; como poco os hará pasar una hora y pico la mar de entretenidos.

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Óscar González
Historiador, profesor colaborador y tutor universitario, lector profesional, cinéfilo, seriéfilo..

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