Dubravka Ugrešić

La muerte está por todas partes. Nos rodea como una fuerza disruptiva capaz de cambiarlo todo, de transformar significativamente cualquier cosa; desde lo más inmenso a lo más insignificante. Y aún así, a la muerte se la observa con pavor como si fuese lo más aterrador, acongojante y excepcional del mundo. ¿Cómo puede algo tan omnipresente resultar tan extraño para tanta gente? La única respuesta lógica, razonable, es porque la gente no mira -o tuerce el gesto- cuando la muerte aparece, y lo mantiene así hasta que la muerte se va.

Una reacción así no es de extrañar. Sus consecuencias son tan definitivas, irreversibles, y dolorosas, que muy poca gente tiene la entereza y el valor de mantener la mirada cuando la parca llega.

En nuestros tiempos de lo audiovisual, lo rápido y lo efímero, se han diseñado nuevas formas para evitar su presencia: ocultarla tras velos de todo tipo, girar la cabeza y mirar para otro lado, ignorarla cambiando de canal… Eufemismo y tabú. Pero la muerte es persistente y, antes o después, aparece en nuestras vidas sin que podamos evitarla. Entonces es cuando nos sobreviene la rotura, el dolor, la pérdida y, en algunos casos, el trauma.

El zorro es el dios de los escritores

No obstante, hay personas que, aún pudiendo evitarla, miran a la muerte a la cara. Se enfrentan a ella por valor, por dignidad o, simplemente, porque no les queda otro remedio. Son vidas rodeadas de dolor, en algunos casos de crueldad, de miseria, incluso de estupidez.

Vidas como las de Dubravka Ugrešić (Kutina, Croacia, 1964) quién, ya desde su juventud, ha visto morir a sus familiares, ha visto desaparecer al país en el que nació (Yugoslavia), ha padecido una cruenta Guerra de los Balcanes que partió a su país en pedazos, y de cuyos escombros han salido duros pedernales que le han sido lanzados con una fuerza inusitada por no pensar cómo -y defender lo qué- piensa la mayoría en Croacia. Tal ha sido la intolerancia, la ignorancia y la ignominia que, aunque visitante asidua de su país, ha debido abandonarlo para irse a vivir a Ámsterdam. Una emigrante de corazón.

"El zorro", de Dubravka UgrešićEsta es la experiencia vital que mueve la trama de «Zorro» (Impedimenta, 2019). Un experimento creativo que, a partir de su biografía personal, y teniendo como motor narrativo a la obra del escritor ruso Boris Pilniak (“Un cuento sobre cómo se crean los cuentos” -en el que aparece la figura del zorro como “el dios de la astucia y de la traición. (…) El zorro es el dios de los escritores.”-), se desarrolla una reflexión personal, intensa y profunda, sobre la fuerza de los lazos que unen a la vida, con la muerte y con la literatura. Lo hace en seis partes, de lectura aparentemente independiente, en la que el zorro se cuela, astuto, para servirnos un hilo invisible de unión entre todas ellas.

Si unimos las piezas comprobamos cómo la muerte marca, de una forma u otra, cada una de las seis piezas. En la base de esa experiencia vital, una idea: “que el tiempo te arrolle, pero sin que te cause dolor alguno”. Algo que se contrarresta con un tono pesimista, con unos fragmentos dedicados a personajes para los que la muerte forma parte de su vida de una forma u otra -directa o indirectamente-, y que podemos ilustrar a través de una conclusión tan franca como clara: “el mundo de los adultos no es ni seguro ni demasiado divertido.”

Un mundo que ha resultado hostil, cruel, dañino a la libertad creativa, a la libertad de pensamiento y, por supuesto, también a la libertad de expresión. Como nos muestra Ugrešić al unir, con finos argumentos e historias, la intolerancia del totalitarismo de comienzos del siglo XX, con el nacionalismo exacerbado surgido en los Balcanes tras la guerra en la década de 1990, y con el neofascismo que hoy recorre Europa y amenaza la fortaleza de su sistema democrático de libertades y de derechos.

Otro aspecto interesante, y para mí el más estimulante, es el análisis y la crítica que realiza el libro al sistema cultural y, en concreto, a la evolución del campo literario. El sistema literario tenía en el academicismo (universidades, academias, seminarios…) uno de sus pilares más importantes, sobre el que no pocas veces convergían el análisis teórico con la producción y también con la crítica literaria. Hoy ya nada es igual que entonces. La idea de “industria” substituye a la de “cultura”, las cifras de ventas al análisis crítico, los talleres de escritura al talento innato. Y así podríamos seguir.

Dubravka Ugrešić no es una autora corriente

En concreto la cuarta parte, “Las andanzas de Teócrito”, es un repaso extraordinario a las entrañas oscuras y desconocidas del grupo Oberiu, un colectivo futurista soviético que produjo obras magníficas entre 1928 y 1931; al que estaban vinculados nombres tan significativos como los de Daniil Kharms, Alexander Vvedensky o Konstantin Vaginov, entre otros. Bueno, realmente, se trata más bien de cómo personas ligadas a Oberiu, aprovecharon sus contactos con los miembros del gruoi para hacer caja con aquel talento y a su costa. Demostrando cómo el dinero y la riqueza trazan una gruesa línea que separa el éxito del fracaso -y a los escritores “económicos” de las estrellas mediáticas-, mientras mezcla la literatura de calidad con la mediocridad.

El libro se convierte, entonces, en un artefacto crítico con líneas desarrollo que nos sitúan no como un público pasivo sino como un lector activo, que debe participar de las ideas del libro y tomar posición. Pues es imposible, ante temas tan claros y contundentes como estos, tal como se nos presentan, el mantenerse indiferente o ambiguo.

Todo esto hace que «Zorro» (Impedimenta, 2019) no sea un libro al uso, como Dubravka Ugrešić no es una autora corriente. Su experiencia vital ha marcado su obra de una forma intensa, haciendo del dolor y de la amargura una constante, y de la intolerancia y la ignorancia algunas de sus principales claves interpretativas -tanto de su ficción como de sus ensayos-. En este libro tenemos, entonces, una especie de síntesis de todas ellas que sirve tanto a aquellos que ya conocen a la autora como a aquellos que quieran curiosear en una de las autoras contemporáneas más importantes de las letras eslavas.

En una edición, además, que es un regalo tanto para la vista como para el tacto.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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