Hace escasos días (en concreto, el 19 de agosto) llegó a su fin en Movistar+ la segunda temporada de Mary me mata, una serie atrevida y directa como pocas en la televisión actual. Por este motivo, nos lanzamos nuevamente al ruedo para actualizaros sus novedades y seguiros contando porqué esta es una de las mejores series a las que podéis dedicar vuestro tiempo este verano.

En esta nueva temporada, los hilos de la anterior continúan su desarrollo. Con Mary sintiéndose fuertemente atraída por el policía que la persigue mientras la relación con su hija se sigue desmoronando por su culpa. De hecho, la abandona por su negocio de “asesora de decesos” (comillas, comillas) cada vez que parece presentarse alguna escasa ocasión para el diálogo y la reconciliación.

Por otro lado, su socio Desmond sigue adelante con la idea de darle una nueva forma al negocio: construyendo un espacio seguro y tranquilo donde su “asesoría” pudiese encontrar tanto una fórmula jurídica que los protegiese como una coartada creíble antes las autoridades, al tiempo que aporta seguridad y tranquilidad a sus “pacientes”.

De esta forma, el debate sobre la eutanasia se refuerza, con nuevas claves sobre cuál es y en qué consiste ese Modelo Suizo al que la serie se remite, una y otra vez, cada vez que tiene ocasión. Una Suiza donde la muerte es un negocio, efectivamente, pero también una forma de aportar seguridad y dignidad a quién desea morir antes de que la enfermedad terminal acabe con su trabajo.

Paralelamente a este debate, nuevamente, Mary se vuelve a ver envuelta en relaciones indeseables con duros y despiadados criminales. Si bien, esta vez, se cambia al narcotraficante de Grady Burgess (Greg Bryk) por la contrabandista Olivia Bloom (Rachelle Lefevre). Un hilo narrativo que se sigue aprovechando para introducir un contrapeso a la trama principal, ampliando el elenco de personajes y aportando una perspectiva distinta sobre los extraños lazos que hay entre los distintos negocios dónde la muerte está involucrada, de una forma o de otra.

 

Las novedades

En la segunda temporada se refuerza la serie como un producto audiovisual que reivindica el papel de la mujer fuerte frente a unos roles masculinos sensiblemente debilitados respecto a la temporada anterior -este cambio se hace especialmente notable en el último capítulo-.

También refuerza esta sensación el hecho de que el rol negativo de la serie, el personaje antagonista a Mary, pase ahora del género masculino al femenino. Este es un cambio que moderniza el mensaje de la serie, situándola dentro de un contexto sociológico contemporáneo muy específico. Algo que nos alegra sobremanera.

Pero también se tiene poco cuidado con la guionización de este rol femenino fuerte. Hasta el punto de parecer más una masculinización de la mujer, un trasplante de los rasgos de los personajes masculinos fuertes a un personaje femenino, que no la creación de un rol propio del género femenino.

Esto se observa, por ejemplo, en la extirpación del sentido del humor o de la empatía, en la insensibilización de los personajes incluso respecto a sus propias familias (¡hasta Tony Soprano tenía su corazoncito, madre mía!). Siendo este uno de los déficits de guion más importantes de esta temporada.

Un contrapeso a esta insensibilización de las mujeres, aunque escasamente desarrollado y de forma todavía demasiado simple en nuestra opinión, es el tratamiento emotivo y sensitivo de la homosexualidad adolescente, a través de la hija de Mary. Ella se declara abiertamente lesbiana y demuestra, de forma indirecta y con mucho potencial argumental todavía por extraer, lo difícil que es vivir esta sexualidad a su edad.

En cierto sentido, estas novedades buscan intensificar o clarificar aspectos de la trama que ya estaban presentes livianamente en la primera temporada. Desafortunadamente, esta intensificación ha desequilibrado las tramas y los guiones, ha restado credibilidad a los personajes e introducido cierto aspecto de cliché que sienta bastante mal a una serie esencialmente atrevida y rompedora.

 

Mensaje potente. Guion insuficiente

La segunda temporada de Mary me mata sigue manteniendo intactas sus virtudes. Si bien, las novedades introducidas ahora han servido más para debilitarla que para reforzarla. Algunos personajes han abandonado su autenticidad para aproximarse peligrosamente al cliché. Otros no han sabido encontrar su espacio a través de una personalidad mejor definida. Mientras que algunos hilos narrativos han visto reducida su fuerza e intensidad, para reforzar a otros hilos argumentales que no han sabido ser dignos substitutos en cuanto a fuerza, intensidad y credibilidad.

Esto nos deja, en conjunto, una serie desequilibrada. Pues el mensaje sigue siendo directo, claro, provocador y de una fuerza extraordinaria. Más preciso ahora que en la temporada anterior, y con mimbres suficientes como para clarificarlo todavía más en el futuro. Mientras que los personajes y argumentos que deben darle cobertura dramática a este mensaje, sí se han visto notablemente debilitados, por su tendencia al cliché y por la excesiva simplificación de guion.

Al punto de llegar a ver esta temporada como una transición hacia una tercera y última, ya confirmada por su canal de emisión Global Tv, que nos debería traer nuevos e intensos episodios, capaces de hacernos reenamorar de esa Dra. Mary Harris que tanto nos fascinó.

Para ello deberemos esperar hasta 2019.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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