Érase una vez un corazón roto Stephanie GarberNoticia Crítica Reseña
Portada de "Érase una vez un corazón roto" de Stephanie Garber. | Fuente: Sello Puck.
Érase una vez un corazón roto Stephanie GarberNoticia Crítica Reseña
Portada de «Érase una vez un corazón roto» de Stephanie Garber. | Fuente: Sello Puck.

Érase una vez un corazón roto, de la escritora Stephanie Garber, respira entre hechizos, pócimas, secretos indescifrables y manzanas que nunca deben ser mordidas. La novela de fantasía da comienzo a una nueva saga de la autora de la trilogía Caraval. Publicada por el sello Puck, las primeras páginas del libro están disponibles online.

Cada vez que empezamos la primera página de un cuento de hadas sabemos que, al final, llegaremos al felices para siempre. Pero, ¿y si eso solo existiera en los libros, los teatrillos ambulantes y las fantasías entre nubes? Evangeline se crió en la tienda de curiosidades familiar, un rincón donde los mitos rezumaban con vida propia. Y leyendas como la del Príncipe de Corazones.

Con su amor a punto de verse roto para siempre, Evangeline corre hacia el Príncipe de Corazones para que la ayude. Aunque sepa que es peligroso, aunque sepa bien que no hay que fiarse jamás de un Destino como el Príncipe de Corazones, va a él y le pide hacer un trato. El príncipe acepta a cambio de tres besos. ¿Los labios de Evangeline se convertirán en la salvación de una bella durmiente o en la perdición de sí misma?

Garber tiene un talento, cuánto mínimo, peculiar. Un rasgo que ya era muy patente en sus obras anteriores, pero que se acentúa en Érase una vez un corazón roto por las características de la protagonista. Sus páginas están impregnadas de sabores y olores, te invitan a zambullirse en ellas como si se tratara de una película de Hayao Miyazaki. Según avanza la historia puedes captar el sabor ácido de la manzana, el olor tibio del algodón de azúcar, el perfume de los libros y sus secretos escondidos entre líneas y el ambiente reconfortante de una feria llena de color. Incluso en aquellos capítulos llenos de dolor, Garber consigue que el lector se quede atrapado entre besos con sabor a hielo y perfumes frutales.

Cuando empecé el libro, no estaba muy segura de hacia dónde iba la historia. Comprendía los sucesos, pero no veía camino. Como si las raíces del relato no terminaran de adueñarse de la tierra y todo estuviera a punto de tambalearse. Aunque supongo que el árbol no me dejaba ver el bosque. Después de ese arranque un tanto estrepitoso, Garber consigue guiarte hasta lo oculto y lo nunca verbalizado. Durante ese camino consigue que te olvides de que, en realidad, se trata del primer libro de una saga en lugar de una novela autoconclusiva. Llegar a la última página supuso que me diera con la puerta en las narices, lo digo como un elogio. Me gustaría mucho saber qué ocurrirá a continuación, aunque para eso no queda otra opción que esperar.

El único defecto que sigue incomodándome es que Garber se mete tanto en la cabeza de la protagonista que hay cosas que no termina de explicar con claridad y lucidez, porque hay momentos en los que Evangeline es muchas cosas menos sensata. Forma parte de su personaje y lo solidifica, pero habría agradecido que, apoyándose un poco más en los otros personajes, dejara más claras ciertas circunstancias y sucesos que no me voy a poner a destripar aquí porque entonces, ¡vaya gracia!

Érase una vez un corazón roto es una historia ingeniosa, cubierta de polvo de hadas con mucho riesgo de que sea venenoso, de deseos que parecen hechos con una pata de mono y un corazón tan grande como deslumbrante y corre el mismo riesgo de un zapatito del cristal.

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Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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