La balada de nunca jamás Stephanie Garber Noticia Crítica Reseña
Portada de "La balada de nunca jamás" de Stephanie Garber. | Fuente: Sello Puck.
La balada de nunca jamás Stephanie Garber Noticia Crítica Reseña
Portada de «La balada de nunca jamás» de Stephanie Garber. | Fuente: Sello Puck.

Ya no existen los aromas dulces de los sueños. Los finales felices se quedan pegados al paladar como una oblea reseca y rancia. Las esperanzas nunca se han sentido tan gélidas en el torrente sanguíneo. La balada de nunca jamás es la segunda parte del spin-off de Caraval escrito por Stephanie Garber y publicado por Puck. Secuela de Érase una vez un corazón roto, sigue la aventura fantástica de Evangeline y los retos mágicos que están preparados para hacer rodar cabezas.

Después de la flagrante y punzante traición de Jacks, el Príncipe de Corazones, Evangeline Fox está decidida a conseguir su final feliz por sus propios medios. O eso esperaba ella, hasta que una nueva maldición tienta por atraparla y arrastrarla a un infierno. Sin otra salida que pactar de nuevo con Jacks, tendrá que batallar con viejos amigos, nuevos enemigos y una magia que tiene la mala costumbre de ser mortal.

Mientras que Érase una vez un corazón roto se encargó de crear un delicado vitral a partir de azúcar derretido, una imagen de ensueño y aromas golosos con secretos escondidos a plena vista. La balada de nunca jamás se encarga de romper ese vidrio, ese espejismo de caramelo, para observar el paisaje real que hay al otro lado del umbral de piedra. Es el escape atroz, las noches de pesadilla en las que los personajes de los cuentos ven la realidad más atroz y que no siempre queda inmortalizada en los libros. Es salir de ahí, correr, aún si hay derramamiento de sangre de por medio.

Garber mantiene dos elementos de sus antiguos trabajos en este libro. El primero, Garber se dedica a una narrativa extremadamente sensorial. Evangeline se pierde en los recuerdos, las conversaciones, los paisajes y las discusiones a través de sabores agridulces y complejos, de esos que se retuercen en las papilas gustativas. Es una característica que me intriga y una de las razones por las que el trabajo de Garber atrae mi atención. ¿Será por mi debilidad por lo dulce? A través de esto, la autora cambia la perspectiva de las escenas, alejándose de los sentimientos desde una perspectiva llana y presentándolos con mimo a través de los sentidos.

Lo segundo es que Garber es una embaucadora. Hace hincapié, desde el mismo principio, en que no debes creer en lo que lees, que no te fíes de las primeras impresiones, que los recuerdos son sesgados y los hechos interpretables; que en un panorama así la confianza no es algo que puedas poner sobre la mesa. Pero los personajes olvidan, tú, como persona y lector, te olvidas. Porque te consideras alguien más avispado, más listo, más astuto, sin darte cuenta de cómo Garber te va rodeando, preparada para devorarte en cuanto te confíes y caigas en su trampa. No hay nada más dulce que la esperanza para envenenar a alguien.

La balada de nunca jamás supone jugar con las normas del mundo ya establecidas por el título anterior y limitarse a establecer nuevos caminos en el mismo mapa. Algo que le da campo a Garber para indagar con mayor profundidad en maldiciones, secretos, árboles de flores marchitas y estrellas al alcance de la mano. A través de los velos de las mentiras, los sarcasmos, los hechizos y los deseos oxidados, descubrimos otras caras de los personajes, fragmentos de sus historias y retazos de quién quieren ser.

Con Garber siempre me olvido de que no estoy tratando con un título autoconclusivo, sino de una saga. Lo recuerdo al principio, al igual que el hecho de que no debo confiarme, pero acabo olvidándome y estámpándome en un ruidoso «continuará». Es frustrante, pero es parte del encanto. Después de todo, la magia siempre tiene truco y las palabras son poderosas.

Entre mentiras esperanzadas y verdades oxidadas, Garber consigue contar un relato mágico, tormentoso y fragmentado: un auténtico cuento de hadas.

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Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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