Un nuevo intento, espectacular pero poco práctico, de recrear las sensaciones del rally más famoso del mundo.

Bien sabido es que el Dakar es la prueba de rally más conocida y, en principio, la más exigente. Parece ser, eso sí, que también es un escollo para los desarrolladores de videojuegos. Aunque no es una franquicia demasiado explotada, ya que sólo se ha intentado recrear un número limitado de veces, no suelen cosechar mucho éxito. El último exponente, Dakar 18, del que tenéis aquí el análisis, es un ejemplo claro de que los resultados no suelen estar a la altura de las expectativas.

También es cierto que la coyuntura de la época es diferente en cada caso. Por aquellos años, hace apenas un lustro, los títulos de conducción estaban más centrados en conseguir experiencias realistas que accesibles. Desde entonces estamos viendo un intento progresivo por conseguir nuevas bases de jugadores, ya sea mediante ayudas, reducción de la dificultad o experiencias más arcade paralelas a las simulaciones. Un ejemplo es WRC 10, que también analizamos hace un año.

Esta reflexión no es casual ya que el título que nos ocupa ha virado en esa misma dirección, con decisiones que sorprenderán a muchos de sus fans, en pos de resultar atractivo para un porcentaje mayor de potenciales usuarios.

Saber Porto Interactive han sido los elegidos para ponerse a la difícil tarea en esta ocasión, conservando algunas de las ideas de las licencias anteriores pero con un diseño y planteamiento bastante diferente. Las bases, evidentemente, son las mismas. Un mundo relativamente abierto donde tendremos que pasar por una serie de puntos de control, a veces evidentes y otras no tanto, hasta llegar a la meta. En el menor tiempo posible, claro, pero también sin destrozar nuestro vehículo y sin perdernos.

Dakar Desert Rally cuenta con una recreación impresionante

Esta aventura es, sobre el papel, muy atractiva. Se diferencia fácilmente de prácticamente cualquier otra prueba de conducción. Por lo tanto, no necesita ningún elemento diferenciador adicional, sino centrarse en recrear las sensaciones de la forma más fiel posible con los medios disponibles. En eso, Dakar Desert Rally acierta de pleno.

La recreación de aproximadamente unos 20.000 km² de terreno de Arabia Saudí es probablemente, su característica más ambiciosa. Se han escalado las medidas reales a una quinta parte, de tal forma que la variedad de elementos y la intensidad de las etapas es considerable, además de las variaciones climatológicas y del propio entorno. Dunas, nieve, playas y un sinfín de montañas y rocas nos llevan a unas sensaciones mucho mejores que los anteriores títulos que comentábamos antes. El nivel de inmersión es alto y la sensación de peligro es constante. Incluso en rectas largas estamos en tensión por si nos estamos desviando del camino.

Parece claro, entonces, que una de las grandes características del Dakar queda bien plasmada, lo cual nos alegra mucho.

Sus escollos principales se encuentran en otros dos pilares fundamentales de la prueba. La primera, el control general de los vehículos, de lo que hablaremos más adelante. La segunda, la cantidad de modos de juego y las decisiones que se han tomado al respecto.

Perderse y desplazarse

Hay poco donde elegir en cuanto a las opciones de juego. La más importante, con diferencia, es el modo Carrera, una versión bastante libre de una campaña donde vamos acumulando monedas superando etapas. Esto nos permite adquirir nuevos vehículos y ampliar nuestro garaje. Es un modo largo y entretenido, pero simplista en exceso, donde elegimos una categoría y tiramos hacia adelante, sin mucho contexto.

Lo más relevante se encuentra en los modos de dificultad. Hay tres disponibles, aunque para desbloquear el tercero hay que llegar al nivel veinticinco, algo nada fácil. El primero de ellos y el más accesible es el modo Sport. Está especialmente pensado para los que se adentran por primera vez en un Dakar. Los puntos de control vienen reflejados de forma evidente en el escenario y el control es mucho más arcade. Así mismo la conducción del resto de vehículos de la carrera. No siempre es el caso, ya que en etapas de baja visibilidad o nocturnas es posible, probable, que acabemos perdidos.

Para los jugadores experimentados tenemos el modo Profesional, una experiencia mucho más acertada y satisfactoria, aunque nada sencilla. Aquí los puntos de control desaparecen por completo, las etapas son bastante más largas y nos tenemos que guiar por las indicaciones del copiloto y del mapa de ruta, que previamente a la carrera deberíamos habernos mirado e incluso estudiado. En serio.

De hecho, saber con antelación lo que nos espera en una etapa es la única garantía de poder superarla sin demasiadas dificultades. Las indicaciones del copiloto son muchas y habitualmente genéricas. “Mantente a la izquierda” no es un consejo muy útil cuando estamos rodeados de rocas y palmeras sin ningún camino visible delante de nosotros.

Por si fuera poco, aunque las etapas están a escala, esta adaptación no ha sido trasladada a las unidades de distancia. Por tanto, cuando nos indican que tenemos que girar a dos kilómetros, realmente son cuatrocientos metros y estamos a un par de segundos del giro en cuestión. Resulta evidentemente confuso, sobre todo cuando tienes las distancias pilladas de otros juegos de conducción.

Aun así, una vez nos acostumbramos, es una experiencia de juego muy completa y compleja, satisfactoria y nada fácil que pone de manifiesto la verdadera diferencia entre este rally y cualquier otro.

El Dakar es solo para expertos

Una de las decisiones más controvertidas y que sinceramente no entendemos bien es la necesidad de llegar al nivel veinticinco para acceder al último de los modos, Simulación. Básicamente porque el evento principal, el Rally Dakar como tal, se encuentra únicamente disponible en este nivel de dificultad. Para los principiantes, les pilla lejos. De hecho, la cantidad de horas que le puede llevar a un jugador novel para conseguir esa meta es tan alta que es probable que muchos de ellos desistan antes de conseguirlo. Para los expertos, les obliga a pasar muchas horas previas antes de poder acceder al contenido principal. Ninguna ventaja y muchos inconvenientes.

Por si fuera poco, aunque ya hayan pasado un par de meses desde el lanzamiento, Dakar Desert Rally nos llega sin todas sus funciones disponibles. Está aún pendiente de lanzamiento el modo de conducción libre, planificado para finales de año. Después, a lo largo de 2023, podremos acceder a las repeticiones, el modo foto y las herramientas de personalización de los equipos.

Como veis, contenido muy relevante que ha sido trasladado a un futuro incierto, lo que nos hace pensar que quizá el lanzamiento ha sido prematuro. Solo con el modo de conducción libre, el escollo de no poder acceder al Dakar desde el comienzo nos parecería más suave. Precisamente en el título de conducción con el mayor espacio abierto disponible.

Cinco categorías y un único ganador

Aun con sus bandazos en las decisiones de diseño de la experiencia del modo Carrera y la falta de contenido actual, el aspecto técnico y las sensación de realismo podrían ser suficientes para recomendar Dakar Desert Rally. Pero falta la última pieza importante del rompecabezas, que por supuesto, es la conducción.

Desgraciadamente, no tenemos muy buenas noticias tampoco en este aspecto. Desde el comienzo podemos acceder a las cinco categorías de vehículos disponibles: coches, camiones, quads, motos y side by side (los UTV). Cada uno tiene sus características de conducción, bastante predecibles. El peso está bien calibrado y las diferencias entre ellos son importantes. Funcionan muy bien en velocidad y aceleración. La inercia es correcta y sientes que el terreno, sobre todo las dunas, afectan notablemente a la conducción, manteniendo una sensación de fragilidad muy adecuada para esta prueba, sobre todo en los vehículos ligeros.

Sin embargo, algo tan básico como girar se convierte en un problema mayor que el tener que estudiarnos la hoja de ruta. Son todos tan sensibles que cualquier movimiento mínimamente brusco es incontrolable. La curva de aprendizaje en los quads y las motos es, cuanto menos, frustrante. Los rally siempre han sido exigentes en sus controles, pero esto no es exigencia, es casi tortura. Mantener de pie la moto durante más de un minuto se nos ha convertido en una tarea imposible, al menos sin contar con un volante a la altura.

Sólo hay una categoría que se salva de la quema; los camiones. Por su tamaño, peso e inercia, son muy agradables de conducir. Casi diríamos que los escogierais por defecto para correr y dejarais el resto de lado. Algunos de los coches también son razonables una vez pasa el tiempo, al menos.

Dicho esto, tenemos una variedad bastante importante de vehículos. Por un lado tenemos los oficiales de las ediciones de 2020, 2021 y 2022 del Dakar. Por otro, una serie de vehículos clásicos de diferentes épocas, que no tienen una categoría propia sino que corren en igualdad con los modelos actuales, aunque su potencia y controles no sean los mismos.

Para terminar de analizar la jugabilidad, la climatología afecta a la conducción menos de lo esperado, lo cual es casi un alivio. Las físicas son razonables para un entorno de este tamaño pero a veces dan problemas y la conducción de los rivales es sorprendentemente agresiva en el modo Sport pero más razonable según progresamos en los modos de dificultad.

Un entorno impresionante

Lo mejor de Dakar Desert Rally, con diferencia, es la parte técnica y de recreación de los entornos que dan lugar a las diferentes pruebas que tenemos disponibles. Tanto por la calidad gráfica, como por la ambientación y los efectos atmosféricos. Un gran trabajo en este punto que esperamos que se convierta en la referencia a seguir en un futuro, porque realmente consigue la sensación de ser pequeños, frágiles.

Es notable también la impresión que nos da un país como Arabia Saudí, que siempre pensamos que lo único que tiene es arena por todos lados. El hecho de que el Dakar sea una prueba esencialmente situada en el desierto amplifica este mensaje. Sin embargo, las diferentes etapas por las que discurre el juego tienen una variedad bastante interesante, entre paisajes de playa, montaña, desierto y vegetación. No llega, por supuesto, al nivel de variedad que nos ofrece un juego tradicional de Rally donde un día estamos en Finlandia, otro en Japón y al siguiente en Escocia, pero es una sorpresa muy agradable.

Un punto menos de nivel tienen los vehículos, sobre todo en los efectos de daño y suciedad, que a veces son demasiado genéricos o no reflejan correctamente los lugares donde nos hemos golpeado.

No hay mucho más reseñable en Dakar Desert Rally en cuestiones técnicas; el audio es correcto, con una banda sonora más trabajadora de lo que cabría esperar. El diseño de menús es el adecuado, aunque las preview de los vehículos tardan demasiado en cargar.

Conclusiones

Tenemos sensaciones agridulces con este título. Por un lado, es un gran paso al frente respecto a entregas anteriores. Algunos de los puntos fundamentales que deber tener una recreación de esta prueba se cumplen con creces y a un nivel más que razonable. Sin embargo, decisiones de contenido y diseño muy cuestionables y un control que, sinceramente, no llegamos a creernos del todo que lo hayan implementado en el lanzamiento final del juego, le quitan muchos enteros.

De momento, a esperar a las actualizaciones para completar el contenido prometido y ya de paso, desear que en alguna de ellas nos permita un mejor control de los vehículos, porque con esos dos problemas resueltos, sería un exponente notable dentro de los títulos de conducción que hay disponibles actualmente en el mercado.

Dakar Desert Rally ya está disponible para PC, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series X y S

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