Hay personalidades que influyen en vidas ajenas y contribuyen a cambiar el mundo en cierta medida. Cuando se van, dejan un vacío que toma la forma de aliento contenido y una punzada de dolor en el corazón. La parte de nosotros que les echará de menos nos hace notar su presencia en el mismo instante en el que nos damos cuenta de que nunca más volveremos a disfrutar de ellas en vida. Ese trozo de nuestro corazón nos dice que ya no conoceremos nada nuevo que nazca en esa mente que nos dio tanto, que todo lo que podamos conocer de esa persona será ya pasado, nunca presente. Y duele.

Este lunes, Ursula Kroeber Le Guin (1929-2018) dejó de existir. La vida la abandonó en su amada casa de Porland, tras meses de convalecencia. Su hijo Theo Downes-Le Guin no ha confirmado las causas concretas, pero poco importan. Nos ha dejado una voz atenta a las miserias y la belleza del mundo, que supo reflejar ambas en su extensa obra literaria, para regocijo de sus lectores, que aprendimos mucho con sus obras, que ya forman parte de nuestra brújula literaria y moral.

Dicen de ella que fue -qué dolor inflige ese tiempo verbal ahora mismo- una escritora feminista, ecologista, anarquista, y que hizo uso como pocos del pomposo término «antropología ficción». Todo eso es cierto, pero no se puede encapsular en unas pocas palabras una vida, menos amplificada por una voz literaria única. Ursula creaba mundos, pero también formaba lectores, nos empujaba a descubrir qué se escondía en nosotros mismos y en otros, y de una forma sutil y no intrusiva, nos cambiaba para siempre.

Hace unos pocos años, tuve el enorme placer de entrevistar a Ursula en la distancia para esta casa. Si antes de aquel episodio ya la adoraba como autora, después quedé enamorado de su personalidad, del ser humano agazapado tras la figura pública. Su generosa mente la empujaba a compartir aquello que creía saber y podía ser útil para otros. Habló de su obra, pero sobre todo del legado que le gustaría haber plantado en las mentes de sus lectores. Habló de proteger nuestro entorno natural, de tolerancia, de amor, de respeto, de responsabilidad, de posibilidades, de presente, de futuro. No entrevisté a una autora preocupada por su imagen pública y su repercusión en las ventas; me comuniqué en la distancia con un ser humano preocupado por comunicar y siempre ávido de puntos de vista ajenos, quizá diferentes, con los que aprender. La edad, si había hecho mella en ella a otros niveles, no parecía haberlo hecho en su capacidad para apreciar la belleza del mundo y de aprender.

Ursula es un referente, y lo escribo en presente. Es un valor de este mundo, y sus lectores bien lo sabemos. Gracias, entre otros, a ella, algunos prejuicios sobre la literatura fantástica y de ciencia ficción fueron puestos en cuestión; hubo quien acuñó el término «alta literatura», en referencia a lo que Ursula escribía, como si esos dos géneros no lo hubieran sido antes de ella. En fin…

Sin duda, durante los próximos meses asistiremos a la reedición de sus obras, un último homenaje a una mujer que tanto nos dio, y que sumará nuevos lectores a su ya numerosa legión de fans. Para quienes ya la amamos, quizá toque una relectura que nos ponga de nuevo en contacto con su mundo.

Ursula, vamos a echarte mucho de menos…

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Alejandro Serrano
Cofundador de Fantasymundo, director de las secciones de Libros y Ciencia. Lector incansable de ficción y ensayo, escribo con afán divulgador sobre temáticas relacionadas con el entretenimiento y la cultura cercanas a mis intereses.

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