Stanislaw Lem

Entré en las páginas de ‘Lem. Una vida que no es de este mundo’ (Impedimenta, 2021) con unas elevadas expectativas que, página a página, se fueron desinflando paulatina e inexorablemente. Soy un “lemmista” declarado, quisiera saber mucho más de la vida discreta de Stanisław Lem (Polonia, 1921-2006), uno de mis escritores favoritos y del que he leído (casi) todo. Pero, de dónde no hay, aunque yo pensase que sí antes de adentrarme en las páginas de esta biografía, no se puede sacar. Ni siquiera el periodista Wojciech Orliński (Polonia, 1969), autoproclamado “lemmólogo”, ha sido capaz de hacerlo.

De hecho, mientras la leía, tenía la constante sensación, hasta bien pasada la mitad del libro, de que la persona y la personalidad de Lem se diluían ante mis ojos. Y es que Orliński pone especial énfasis, para rellenar las primeras décadas del autor, en usar muchísimo contexto de la IIª Guerra Mundial y la Guerra Fría, acompañadas de unas pizcas de especulación propia. Una técnica de cocinado irremediable si tenemos en cuenta que, como Orliński conoce y reconoce, Lem era parco en palabras y especialmente esquivo cuando se trataba de hablar de este período de su vida.

‘Lem. Una vida que no es de este mundo’ es un trabajo biográfico intenso en documentación, pero parco a la hora de entrar en el meollo de las dos cuestiones que más deberían interesar a un biógrafo literario: la personalidad y la obra del autor

Lo que me sobró, y me saturó sobremanera, es tantísimo contexto creo que innecesario. Quizás sí sea relevante para un lector polaco que, por experiencia, tiene claves de lectura propias y notablemente distintas a las de otro lector cualquiera. Pero, pensando en un lector general, como puede ser el español, desprovisto de estas claves, el peso del contexto general es ridículamente elevado, de forma notable, insisto, hasta bien pasadas las doscientas páginas. Solo llamativas si se es una persona interesada en este período de la historia contemporánea, eso sí.

Portada de Lem. Una vida que no es de este mundoPasado el ecuador, la biografía toma otros derroteros porque, ahora, ya en la década de 1960, Lem era una figura mucho más pública internacionalmente, e incluso accesible en cierta manera, y por tanto el material disponible sobre él crece en cantidad y en variedad. Algo que permite, además, tener informaciones mejores, más contrastadas, con lo que la veracidad, el apego a la realidad, la posibilidad de centrarse más en el Lem persona y menos en sus alrededores, se deja notar, y mucho.

Sin embargo, un valor que sí se agradece a lo largo de toda la biografía, es el de contextualizar las obras de Lem. Se nota que Wojciech Orliński es escritor de ciencia ficción, que conoce bien el contexto de esta escritura en su Polonia natal, y que tiene referencias directas sobre cuáles eran las vicisitudes de los profesionales de la literatura en aquel entonces; porque su documentación y conocimiento aquí son especialmente relevantes y profundos. No obstante, volvemos a lo mismo, el Lem esquivo nos lleva a notar cierta desconexión entre lo que pasaba a su alrededor y él mismo.

Desequilibrio cronológico del discurso

Pero que Lem era (y es) un escritor inmenso se percibe con claridad cuando la biografía hace lo que mejor sabe: analizar sus obras y hablar de su vida. Lástima que, en relación a lo deseado, me parezca esto menos de lo que esperaba, buscaba y necesitaba para saciar, en cierta medida, mi anhelante curiosidad. Una sensación acentuada por el desequilibrio cronológico del discurso que, excesivamente centrado en las décadas de 1950 y 1960, pasa de puntillas por muchos momentos de su vida y no incide tampoco en demasía en los ecos contemporáneos inmensos de su obra.

Hay entonces una clara descompensación entre los tres factores: contexto, persona y literatura. Muchísimo de lo primero, lo deseable de lo segundo, y muy poco de lo tercero. De forma que el cuadro que construye esta biografía tiene un marco demasiado grueso y un lienzo amplio para una tinta que apenas dibuja unos trazos.

Tampoco considero apropiada la intromisión permanente del biógrafo en el relato. La verdad, la opinión de Orliński sobre tal o cual aspecto, me la trae al pairo. A veces, incluso, de tener que soportar su incesante participación, llega hasta a molestarme. Pues la narrativa se acaba rompiendo por una persona que ni siquiera forma parte de los hechos. Si el periodista le hubiese cedido algo más de espacio al escritor en este trabajo de Orliński, otro gallo nos habría cantado. Pero, para nuestra desgracia, no es así.

Retrato a brocha gorda

‘Lem. Una vida que no es de este mundo’ (Impedimenta, 2021) es un trabajo biográfico intenso en documentación, pero parco a la hora de entrar en el meollo de las dos cuestiones que más deberían interesar a un biógrafo literario: la personalidad y la obra del autor. Aquí tenemos un retrato a brocha gorda de un hombre esquivo, internamente torturado y cruelmente exigente consigo mismo, familiar y reservado, más amigo de las epístolas que de las conferencias y que vivió en una época tan interesante como la IIª Guerra Mundial y la Guerra Fría desde una posición más bien lejana.

Así que, realmente, a los “lemmistas” les aportará muy poco, lo mismo que a los “lemmólogos”. A mí, miembro del primer grupo desde que leí “La fiebre del heno” en una edición de bolsillo de Punto de Lectura que aún conservo como oro en paño, lo que me trajo fue una inmensa decepción.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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