Una novela sobre la emigración judía de origen ruso a Nueva York, narrada a través de dos personajes en un díptico generacional que es, a un tiempo, saga familiar y novela de formación.

En las décadas finales del siglo XIX, el perfil de la comunidad judía en los Estados Unidos de América cambió profundamente, debido a la llegada de oleadas de inmigrantes procedentes de las tierras del Imperio Zarista. Eran judíos ortodoxos, habitantes de la Europa Oriental, que hablaban yidis.

Llegaban a una tierra nueva y a una cultura extrañas, dejando atrás a sus seres queridos y abandonando una forma de vida basada en gran medida en preceptos religiosos que el Nuevo Mundo les obligaba a relativizar e incluso a transgredir. Una vida dura también en lo material, enfrentados a una integración que no resultaba fácil ni para ellos ni para las sociedades que los acogían. Pero más dura era la vida que dejaban atrás, amenazada por los cada vez más frecuentes progromos.

Es esa atracción del Nuevo Mundo la que evoca bellamente la bien elegida cubierta de este libro, con la proa de un trasatlántico pintada al estilo Art Déco, y la sonoridad de Manhattan en su título: «Las aguas de Manhattan». Una novela escrita por Charles Reznikoff y que Ediciones Siruela ha publicado recientemente, dentro de su colección Libros del Tiempo.

Publicado por primera vez en 1930 en Nueva York, Charles Reznikoff dividió esta dura pero hermosa novela, de tintes autobiográficos, en dos partes claramente diferenciadas que conforman un díptico narrativo que es, a un tiempo, saga familiar y novela de formación.

La primera parte narra la durísima infancia y juventud de Sarah Yetta, una chica judía habitante de Elisavetgrado, localidad rural de la Rusia prerrevolucionaria. Una infancia marcada por la pobreza y las penurias familiares, que forjaron en ella un carácter fuerte y decidido, determinado a salir adelante y a emigrar a América en solitario.

Tras su llegada a Nueva York, el lector asiste a sus esfuerzos por asentarse como trabajadora de la confección, su perseverancia, sus cambios continuos de trabajo y su matrimonio con otro trabajador inmigrante, con el que tiene un hijo al que llaman Ezekiel.

El narrador en tercera persona imprime al relato un ritmo engañosamente desapasionado con el que se van sucediendo los avatares vitales de la protagonista, Sarah Yetta.

El narrador en tercera persona imprime al relato un ritmo engañosamente desapasionado con el que se van sucediendo los avatares vitales de la protagonista.
Las frases comienzan a menudo con su nombre seguido de un verbo: Sarah Yetta recibió/ llegó/ empezó/ volvió…
Sorprendentemente, ese ritmo constante (dicen que influido por la cadencia del yidis y la Torá) logra atrapar al lector e involucrarlo, sin sobresaltos pero con firmeza, en la historia de Sarah.

La segunda parte de la novela tiene prácticamente la misma extensión que la primera y mantiene con ella una indiscutible unidad, aunque resaltando al mismo tiempo el cambio generacional y cultural.

Si la primera parte estaba basada en la vida de la madre del autor, la segunda refleja algunas de sus propias experiencias personales. A diferencia de la primera parte, el relato se limita a unos pocos meses de la vida de Ezequiel, el hijo de Sarah, y sus avatares profesionales y sentimentales para abrirse camino en la vida por sí mismo y encontrar un lugar en la sociedad del Nueva York de los años 20 del siglo pasado.

La suma de ambos relatos da lugar a una novela que deja impresión de unidad, marcada por una forma de narrar rítmica y aparentemente monocorde, sin divisiones en capítulos que rompan la cadencia.

La suma de ambos relatos da lugar a una novela unitaria, marcada por una forma de narrar rítmica, sin divisiones en capítulos que rompan la cadencia.

La intachable traducción del inglés ha sido obra de Eugenia Vázquez Nacarino.

Respecto al libro como objeto físico, está encuadernado en cartoné y en su cubierta brilla con luz propia la pintura de la proa de un idealizado trasatlántico, acertada elección de Gloria Gauger, una vez más.

Sus doscientas páginas de letra de buen tamaño se leen con facilidad.

 

 

Charles Reznikoff

Charles Reznikoff (1894-1976) nació en Brooklyn, Nueva York. Sus padres eran inmigrantes judíos ucranianos que habían huido de los pogromos que siguieron al asesinato del zar Alejandro II. Durante la infancia de Reznikoff, muchos de sus parientes se reunieron con ellos en los Estados Unidos. Reznikoff fue un estudiante precoz quien con solo dieciséis años comenzó a estudiar Periodismo en la Universidad de Missouri, aunque abandonó esta carrera al cabo de un año para obtener un título en Derecho, que obtuvo en la Universidad de Nueva York en 1915. Admitido en el Colegio de Abogados del Estado de Nueva York en 1916, sólo ejerció brevemente, «porque quería usar cualquier energía mental que tuviera para escribir».

El primer libro de poesía de Reznikoff, Rhythms, fue autopublicado en 1918. Buscó varios trabajos de redacción y edición para mantenerse, trabajando en el equipo editorial de la American Law Book Company y la Jewish Frontier. También pasó un año como guionista de Hollywood, en la década de 1930.

En 1930, Reznikoff se casó con Marie Syrkin, quien más tarde se convirtió en una profesora distinguida en la Universidad de Brandeis. A lo largo de la década de 1930, Reznikoff ganó reconocimiento como uno de los principales defensores del objetivismo, junto con Louis Zukofsky, George Oppen y Carl Rakosi. Ese grupo de poetas fundó Objectivist Press, que publicó tres de los libros de Reznikoff. Sin embargo, su obra no gozó de éxito comercial y gran parte la misma siguió siendo autopublicada.

La edición más completa del trabajo de Reznikoff es Poems 1918-1975: The Complete Poems of Charles Reznikoff (1989). Sus otros libros de poesía incluyen Holocaust (1975) y Testimony (1965), que son sus obras más célebres, así como Going to and Fro y Walking Up and Down (1941), Jerusalem the Golden (1934), Poems (1920) y Rhythms (1918). También publicó varias obras en prosa, siendo esta novela Las aguas de Manhattan la más destacada, y varias obras de teatro. 

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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