Javier Pellicer

Hablamos con Javier Pellicer, autor de la novela «Leones de Aníbal» (Edhasa, 2018), que narra la epopeya de Aníbal Barca en su expedición contra Roma, relatada desde el punto de vista de la heterogénea tropa que lo acompañaba.

El libro, que hemos reseñado recientemente aquí, nos ha gustado y creemos que esta breve entrevista ayuda a entender el porqué.

P: Si ficción histórica fuese el nombre de un cóctel elaborado con esos dos ingredientes, ficción e historia ¿qué porcentaje crees que debería suponer cada uno de ellos en la receta?

R: Las matemáticas y la literatura no casan muy bien, pero yo diría que lo ideal es un equilibrio perfecto, como todo en la vida. Es fundamental que la ficción no rompa con los datos históricos constatados, pero a partir de ahí el componente ficticio se puede utilizar con facilidad sin transgredir esta regla de oro. La Historia está llena de espacios vacíos, de personajes anónimos, que un escritor puede utilizar para crear un argumento con bastante libertad.

P: Hay un cliché, al que se recurre muy frecuentemente, según el cual la historia la escriben los vencedores. Sin embargo, a pesar de su trágico final, Aníbal y sus gestas no han sido olvidados y aún despiertan admiración ¿a qué crees que es debido?

R: Para mí esta inmortalidad histórica es la prueba más palpable de que estamos ante una figura colosal que realmente dejó huella con sus actos. No es una figura inventada o engordada de manera artificial, como puede ocurrir en la mitología. En cualquier caso, es cierto que existe un elemento propagandístico que también favoreció a Aníbal: La victoria más épica y duradera en el tiempo es aquella que se consigue frente a un enemigo grandioso. La dificultad define una gesta, y en ese sentido Roma y sus historiadores afines potenciaron la estampa de Aníbal para poner en valor sus propias victorias. De ahí que conozcamos mejor a Aníbal que a la propia Cartago. O al menos lo que los romanos nos dejaron saber de él.

P: Resulta casi inevitable que el lector, al encontrar en tu novela esos pueblos prerromanos que en el siglo III a.C. habitaban la Península Ibérica, con sus rivalidades y diferencias, pueda establecer paralelismos con la actual situación de la España autonómica ¿es algo deliberado?

R: La situación sociopolítica de la época en la península tiene poco que ver con la actual, evidentemente. Pero sí es cierto que se pueden extraer valiosas lecciones básicas: si los distintos pueblos íberos no tuvieron opción alguna de enfrentarse a la llegada de los cartagineses primero y de los romanos después fue, en gran parte, por esa manifiesta desunión entre poblados, ciudades y regiones. Es algo que planteaba más profundamente en mi primera novela, «El espíritu del lince». En «Leones de Aníbal» lo abordo desde otra perspectiva: muestro esa rivalidad estúpida entre, por ejemplo, dos pueblos celtíberos como son los pelendones y los arevacos, que en principio los hace irreconciliables, y los pongo en un contexto en el que están obligados a entenderse y luchar por una misma causa. Es el leiv motiv de la novela, en realidad, un mensaje en el que creo profundamente y que sí se puede transportar a muchos asuntos de nuestro tiempo: que por muchas diferencias que tengamos unos con otros, por muchas banderas, religiones o condiciones, en el fondo nos unen muchas más cosas de las que nos separan.

P: En la literatura histórica está siempre presente el riesgo de construir personajes de épocas lejanas implantándoles mentalidades modernas ¿cómo sorteas esa trampa y, al mismo tiempo, logras mantener la conexión de esos personajes con los lectores actuales?

R: Sin duda es la peor de las trampas para un novelista histórico. Se subsana, en parte, conociendo profundamente la época y sociedad que retratas. Pero, como dices, necesitas una conexión con el lector actual, por lo que muchas veces no podemos plasmar aquellas mentalidades como sería deseable. ¿Cómo consigues que un lector actual empatice con individuos que, por ejemplo, tenían como rito de hombría cortarle la cabeza a su enemigo y llevársela consigo como trofeo? ¿O con un pueblo que quemaba vivos a sus criminales, como sacrificio ritual? A veces no puedes, a veces tienes que aceptar utilizar parcialmente la mentalidad actual. En mi opinión, hay que construir unos personajes basados en los conceptos básicos que nos hacen a todos seres humanos, hoy y siempre: las emociones básicas. No importa que seas un íbero del siglo III a.C., un Tercio de Flandes o un científico actual, vas a enamorarte igual que cualquier otro, tendrás miedo o querrás venganza por un acto terrible que has sufrido. Creo que ahí está la clave. No olvidemos que somos novelistas, no antropólogos. Nuestro trabajo no es sentar cátedra académicamente hablando, si no crear una obra de ficción que satisfaga al lector.

P: La fuerza como resultado de la suma; el valor de la convivencia entre diferentes; la heterogeneidad como fortaleza, no como debilidad… son mensajes que creo subyacen en esta novela ¿estoy en lo cierto?

R: Sí, como te comentaba antes, es el mensaje principal. Soy un antipatriota convencido. No creo en las fronteras y las banderas, más allá de lo estrictamente necesarias que puedan ser en algunos aspectos. En el caso de esta novela, resulta fascinante advertir que el ejército de Aníbal cumple con todas las premisas para potenciar este mensaje: bajo su mando se reunieron pueblos de orígenes y costumbres tan distintas como celtíberos, africanos, íberos, galos… Y todos ellos no solo convivieron, si no que crearon lazos de amistad, se hermanaron. ¿De qué otro modo se puede explicar que llegaran tan lejos en su aventura? Un grupo débil y dividido jamás habría recorrido tantos kilómetros, ni cruzado dos ríos y otras tantas cordilleras, además de luchar contra un rival superior en su propio terreno durante años. ¿Y siguieron la bandera de una patria? No, siguieron a un hombre. Aquel no era el ejército de Cartago (que jamás se preocupó de apoyarlo), era el ejército de Aníbal. Lástima que este tipo de convivencia solo se dé en la guerra. Si lográramos hacerlo real en tiempos de paz, otro gallo nos cantaría.

P: No es raro encontrar artículos, libros o documentales en los que Aníbal y Cartago son presentados, de una manera bastante maniquea, como los buenos de la película en su enfrentamiento contra la República romana ¿crees que hay algo de cierto en esa visión del choque entre esas dos grandes potencias del mundo antiguo?

R: En la guerra rara vez hay buenos y malos. Esto es algo que en la novela se plasma en el personaje de Alcón, que no sabe a quién entregar su lealtad: si a los que arrasaron su ciudad, Sagunto, o a los que no acudieron en su ayuda y los traicionaron. Como mucho hay agresores y agredidos. Pero en cuanto las hostilidades empiezan, sacan lo peor de nuestra naturaleza, y unos y otros suelen perder cualquier atisbo de razón que pudieran tener. En nuestro país lo sabemos bien, no hace falta que diga por qué. ¿Cartago eran los malos porque iniciaron las hostilidades contra Roma? Bueno, es discutible. Al fin y al cabo fueron los romanos quienes atacaron Sicilia décadas antes, dando lugar a la Primera Guerra Púnica que creó las condiciones para todo lo que vino después. ¿Convierte eso a Roma en el villano de la Historia? No creo que sea tan simple. Hablamos de épocas donde el poder de una potencia se medía por la cantidad de territorios que gobernaba, lo cual implica una expansión que llevaba inevitablemente al enfrentamiento. Que se lo pregunten nuestro Imperio Español. Es como decíamos antes: resulta peligroso medir los comportamientos de épocas tan distantes utilizando nuestra realidad actual.

P: Cuando leo narrativa histórica ambientada en la antigüedad tengo presente lo poco poblado que por aquel entonces estaba el mundo. Probablemente, la población europea en la época en la que se desarrolla la novela no superase los treinta millones de habitantes ¿es eso algo que tomas en consideración a la hora de escribir?

R: En efecto. Ahora coges el coche y, salvo algunas regiones con menor densidad poblacional, cada cinco minutos te encuentras con un pueblo o ciudad. Eso no ocurría antes, por supuesto. Había mucho núcleo disperso, cierto, aunque eran asentamientos minúsculos con pocos habitantes. Creo que eso se puede ver en la novela durante la descripción del recorrido del ejército de Aníbal, especialmente en la primera fase, por territorio ibérico. Imagínate lo que pensarían esos lugareños al ver llegar a un grupo de cincuenta mil soldados, con los elefantes en cabeza. Debió ser fascinante y a la vez terrorífico.

P: La edición llevada a cabo por la editorial Edhasa de tu novela es espléndida y reúne prácticamente todo lo que quienes amamos el libro como objeto físico apreciamos ¿hasta qué punto crees que el formato y la calidad de la edición de una obra influyen en la experiencia de su lectura?

R: Son fundamentales, estoy convencido de ello. Yo he publicado muchas veces, si sumamos novelas y relatos, y he tenido de todo: publicaciones con una calidad pésima y otras sublimes. Y cuando uno tiene entre sus manos una obra bien editada, con un formato profesional y cuidado, sin duda se sumerge con mayor facilidad en la lectura. Para el autor además es también más satisfactorio, qué duda cabe. Y en ese sentido (y en todos los demás), no podía estar en una editorial mejor que Edhasa, tradicionalmente considerada la mejor del género. Para mí fue una experiencia emocionante la primera vez que tuve en mis manos «Leones de Aníbal». Al tocar la tapa dura… bueno, sencillamente no podía creérmelo.

P: Tu página web incluye una completa guía acerca de los entresijos editoriales y de las herramientas y conocimientos con que debe contar un autor que aspire a publicar ¿es esa labor divulgativa tu forma de aportar algo más al mundo de la literatura?

R: De un tiempo a esta parte, veo con cierta preocupación que, a pesar de la facilidad que tenemos hoy en día para informarnos, muchos de los autores que empiezan insisten en no aprender todos esos entresijos y lanzarse al ruedo sin un proceso de aprendizaje básico. Sospecho que la facilidad para autopublicar está detrás de este fenómeno; un sistema tan respetable y válido como el tradicional, sin duda, pero que puede llevar a actuar con precipitación en lo que para mí es una carrera de resistencia, no de velocidad. Todo esto no era así cuando empecé a pensar en «profesionalizarme» como escritor (entrecomillo porque ser un autor profesional es algo muy relativo); quizás obligado por las circunstancias de entonces, tuve claro que necesitaba conocer el mundillo para progresar en él, y no solo en el aspecto literario. Es lo que hacemos en cualquier otro oficio, ¿verdad? Pero me encontré con una escasez de información alarmante, así que fui aprendiendo demasiado poco a poco. Mi intención con los artículos de mi web es que otra gente pueda encontrar esa información con más facilidad y no caigan en los mismos errores que yo, o incluso en otros peores.

P: Dicen que no hay dos sin tres, y esta es -tras El espíritu del lince– la segunda novela en la que fijas tu mirada en la Península Ibérica durante el siglo III a.C. Aunque ambas sean novelas auto conclusivas ¿planeas escribir en el futuro una nueva obra ambientada en el mismo periodo histórico?

R: De momento no, aunque nunca se sabe al cien por cien. Mi intención es explorar nuevas épocas (para mí, claro), alguna incluso más antigua, y otras más cercanas en el tiempo. Quizás incluso rozar un poco la mitología. Actualmente la cabeza me bulle de ideas, así que es pero que tengáis más de mí a no mucho tardar.

Desde Fantasymundo deseamos a Javier Pellicer mucho éxito con su obra y le agradecemos que nos atendiera tan bien.

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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