Hanzo 10Mediante Medio paso adelante llegamos al final de esta obra magna del Dúo Dorado Kazuo Koike y Gôseki Kojima. La mayoría de edad de Nobuyasu reactiva la duda sobre la paternidad de Ieyasu y la infidelidad de su esposa Tsukiyama. Tokugawa ha dejado de lado su problemático matrimonio durante toda la serie, y no es de extrañar que sea ahora, a punto de alcanzar el sol, cuando las consecuencias se hagan evidentes. Y a buen seguro Katsuyori Takeda (el hijo del difunto Shingen) las usará para derrotar a nuestros protagonistas.

Será Enô Tôma, el horrendo suppa enmascarado, el que aproveche la separación  y soledad de Tsukiyama para engatusarla a través del sexo, el odio que siente hacia Ieyasu y su disconformidad con el matrimonio de su hijo Nobuyasu. Supondrá la brecha de ruptura de la casa Tokugawa, convenciendo a Tsukiyama de que le ofrezca bellas chicas a Nobuyasu para que no consuma su matrimonio con la princesa  Gotoku, la hija de Nobunaga, y por tanto, debilitar la alianza entre Oda y Tokugawa.

Hanzo 10Con un Ieyasu enfrascado en hacerle la guerra a Takeda, será nuestro Hanzô quien deba resolver las conspiraciones internas del castillo de Okazaki. Ieyasu combate en la luz, como el yang, el lider suppa lo hace a la sombra, como el yin.
Por si fuera poco, los rumores sobre la ilegitimidad de Nobuyasu hacen que Nobunaga envíe su propio espía: Ittomaru, que además es su chôdô (un joven que actúa como una mujer en una relación sexual). Como siempre, Koike introduce este tipo de personajes cuya sexualidad es muy diferente a las que se dan en la actualidad, lo que propicia la asimilación total de que estamos inmersos en otro periodo con otras reglas sociales.

La presencia de Ittomaru llega a oídos de Hanzô, quien debe guardar el castillo aún de suppas aliados. Lo que no llega a percibir nuestro protagonista es que revelar y expulsar a Ittomaru es parte de la estrategia de Enô Tôma. Si Ittomaru vuelve a Oda con la información de la infidelidad de Nobuyasu y la traición de Tsukiyama, Ieyasu Tokugawa se vería obligado a decidir entre la ejecución de su familia o la desobediencia a Nobunaga, algo que ningún hombre normal sería capaz de discernir. Aunque Ieyasu no es un hombre normal.

Un aspecto interesante es el uso creciente que Hanzô hace de la tecnología, sobre todo la proveniente de Europa: se enfrenta a Ittomaru y a Tôma con una pistola de mecha, además de hacerlo en grupo junto a sus tres esposas, en vez de usar sus habilidades de forma individual.

Hanzo 10 En el campo de batalla, el propio Ieyasu y Nobunaga contemplan el triunfo de la estrategia de este último: usar los arcabuces a base de salvas alternas para reducir el tiempo de recarga a la mitad. Igual que en Europa, la tecnología de la guerra moderna acaba sustituyendo el romántico honor del combate individual.

El segundo capítulo del arco Medio paso adelante, llamado Aquel que domina en la oscuridad marca el final crepuscular de la serie. Nobunaga, cuyo orgullo rechaza que los hombres de Iga y sus modernas técnicas le custodien a la sombra, pronto se ve amenazado por complots y traiciones que hacen tambalear su hasta ahora férreo poder. Las lealtades, linajes y honores se tornan fútiles frente a las ambiciones egoístas de los clanes que componen el sistema de alianzas de Oda.

El propio Ieyasu deberá huir a través de los feudos para escapar de las maquinaciones e intentos de asesinato. La diferencia entre Tokugawa y Oda será lo que haga mover la balanza entre estos dos aliados que en realidad compiten: mientras Nobunaga es orgulloso y terco, a Ieyasu no le importa retirarse y tiene como defensa fundamental a los hombres de Hanzô, que no tienen escrúpulos para usar armas modernas y técnicas de grupo. La era de los suppas solitarios ha terminado. El Bakufu se vislumbra, y durará más de doscientos años.

Este tomo es un broche de oro para la colección. Koike demuestra que, tras nueve volúmenes, aún puede seguir plasmando conspiraciones y amenazas como si fuera la primera vez. No hay repetición, no cae en demasiados puntos comunes. Se basa en la historia, sí, pero la historia es repetitiva, desestructurada y nada narrativa. Es el propio Koike quien sabe contarla con maestría inigualable. Es Koike quien sabe trasladarnos a una época totalmente ajena a la nuestra.

Hanzo 10Quizás nos quedamos lejos de la vasta épica y la amenaza súbita de los dos anteriores tomos, pero los complots ninjas, las decisiones imposibles, las batallas resueltas de forma inesperada y la tensión de la huida ante el peligro siguen siendo ingredientes clave aquí.

También puede funcionar como espejo de el ya lejano primer tomo, puesto que los problemas y peligros allí sembrados y obviados durante toda la serie se convierten aquí en debilidades y enemigos: el matrimonio concertado de Ieyasu, el hijo ilegítimo, la sombra de Imagawa, la alianza obligada con Oda… todas estas cosas asimiladas por Tokugawa como algo propio de su vida, algo normal y definitorio, se transforman en elementos exógenos que reclaman su cabeza. Cuando lo cotidiano se convierte en enemigo, solo queda liberarse de ello o morir en el intento.
¿Qué decir ya de Kojima, sino esperar que se le declare uno de los grandes artistas de Japón? El sabor del trazo tradicional del shôdo, la abstracción poética del paisaje nipón, la irreverencia del ukiyo-e, la actuación solemne del Nô y la romántica del Kabuki, la filosofía del vacío y del dao… sin olvidar la narrativa del moderno manga, el cine de samuráis, el simbolismo absurdo del Butôh… Kojima es a la vez uno gran pintor tradicional y un revolucionario dibujante manga, con un estilo propio, que se cuela entre los intersticios del ya colmatado y estancado estilo manga.

Terminando Hanzô, el camino del asesino, contemplo la injusticia de que el Dúo Dorado sea conocido solamente por El lobo solitario y su cachorro, sin desmerecer a esta otra genial obra. En donde la ópera prima del dúo se recrea en la historia individual de sus protagonistas, en la venganza y el combate según el bushido de una forma en la que los lectores podemos identificarnos,

Hanzo 10Hanzô es una obra épica, compleja, política, estratégica, mucho más críptica pero mucho más sorprendente en sus resoluciones. Ambas son un binomio, son complementarias, tanto para concebir el periodo Edo, el pensamiento japonés y el propio arte de Koike y Kojima.

Solo hay una cosa que me ha sabido amarga: el anticlimático final. Uno espera ver a Ieyasu en lo alto del shôgunato, cumpliendo todos sus anhelos. El final de la obra es mucho antes, en mitad de las montañas, sucio y cansado de una huida no muy honrosa.

Todo un golpe de humildad: es justo ahí, y no después, cuando Tokugawa se convierte en el hombre más poderoso de Japón. Es ahí cuando nuestro Ieyasu, el personaje de Koike y Kojima, termina. El resto es historia.

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M. G. Villarrubia
Arquitecto enamorado del cómic, la literatura, la música rock y el arte en general. Además de ser organizador del Festival Manga de Cádiz, investiga y realiza conferencias sobre japonología.

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