Muertos S.L.

Lo confieso: soy ‘súper fan’ de Carlos Areces a un nivel casi enfermizo que, posiblemente, ni podréis ni llegar a imaginar. Me parece un hombre que derrocha imaginación, valor y talento por los cuatro costados. Hacer lo que él hace, como él lo hace, está a la altura de pocos. Y, posiblemente, ni el tiempo ni la historia acabarán siendo justas con él. Con todo, me iré a la tumba pensando en que Carlos Areces es de lo mejor que puede tener la cultura española entre su patrimonio.

De hecho, fue solo gracias a él que decidí, tras serias dudas, acercarme a ‘Muertos S.L.’. Una serie de bajo presupuesto que, reciclando castings de otros proyectos de su productora (Contubernio), con el modelo mil veces imitado y archiconocido de ‘The Office’ en su base, quiere hacernos reír llevando este molde a una funeraria y, aun así, hacerlo divertido.

‘Muertos S.L.’ es una comedia interesante con ideas variadas y gracia heterogénea capaz de gustar a amplios públicos y entre los que destacan un Areces y un Martín más que solventes

A priori, la idea pintaba mal, pero si está Carlos Areces de por medio… todo es posible. Y, para mi felicidad, al final acaba funcionando. Lo hace, precisamente, dándole a Areces un protagonismo principal de peso, en ciertos capítulos incluso diría que absoluto.

Él y el personaje que se construye, Dámaso Carrasco, mano derecha del recientemente difunto jefe de la Funeraria Torregrosa (la empresa), acaban soportando con su sueño de ‘la ciudad del deceso’ y su evidente gracia física y textual, a una serie que hace aguas por muchas partes.

Muertos S.L.La principal vía de fuga son sus tramas secundarias, disueltas casi todas en la irrelevancia, pues tanto es imposible de desarrollar en tan poco; solo ocho capítulos de media hora. Al final, de todas ellas, solo sobresale la protagonizada por Diego Martín (Chemi), yerno del difunto, quien desarrolla con gracia supina (otro actor enorme con el que el tiempo no está siendo justo) una crítica acidísima a los nuevos discursos gerenciales de la gestión empresarial -llegando a ser incluso hilarante en ciertas escenas.

Todo lo demás es ruido. No funciona ni la trama de la mujer devota que intenta reflotar el negocio, protagonizada por Ascen López (Nieves). Menos aún los casos de acoso sexual en el trabajo, liderada por Adriana Torrebajano (Manuela), quién interpreta a una bella empleada acosada por su jefe (Gonzalo Torregrosa) -trama descafeinada además en el final de la serie. Y menos aún las historias de los demás empleados, donde destacamos en el lado positivo a un perfecto Gerald B. Filmore, gracioso siempre y desaprovechado en general, y en el negativo a Salva Reina, incapaz de hacer otra cosa distinta a lo que siempre hace y -posiblemente- sabe hacer.

A tal punto no funciona el conjunto, que los distintos estilos gerenciales de Areces y Martín, y las situaciones surrealistas que nos regalan uno y otro, acaban siendo el único motor de la serie. Un motor que funciona, que tiene gracia, que nos regala momentos estupendos… pero que se ve lastrado por todo lo demás, un ruido que le quita intensidad, claridad y ritmo al conjunto, empequeñeciendo a una serie que alberga en su interior mucho potencial.

Como amante del humor negro y gore, incluso su tono excesivamente conservador, a veces, me chirría algo. Queriendo hacer gracia con situaciones claramente faltas de gracia (como las escenas con el quemador estropeado), pero, aún así, la serie me acaba pareciendo lo suficientemente solvente como para verme la segunda temporada -que, por el final de esta, tiene toda la pinta de que la va a haber.

‘Muertos S.L.’ (Movistar +) es una comedia interesante con ideas variadas y gracia heterogénea capaz de gustar a amplios públicos y entre los que destacan un Areces y un Martín más que solventes. Sus dos tramas son la verdadera fuerza de unos muertos que, lo poco que salen, aportan también un fresco tanatohumor digno de ser visto y del que espero una segunda temporada más clara en su trama y más valiente en sus gags.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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