Hay un aire de ceremonia (oscura, impía) y expectación alrededor de la esperadísima publicación de “Los evangelios escarlata” de Clive Barker.
Después de unos años alejado de la escritura para una audiencia adulta y siendo un proyecto con muchas idas y venidas, el escritor inglés publicó en 2015 su novela continuación del universo creado en “El corazón condenado”, lo que significa traer de vuelta conceptos y personajes como cenobitas y configuraciones de Lamento.
Cosas oscuras, chorreantes, envueltas en extrañas telas negras y que escarban en la piel y la carne de pobres humanos.

Clive Barker ha vuelto (si es que alguna vez se había ido…) para reclamar su posición como uno de los creadores de cultura popular relativa al horror más influyentes de las últimas décadas… ¿lo habrá conseguido?
Ya os aviso: hay luces y sombras.

El argumento.

Por fin, completo en castellano el canon de Hellraiser, la creación más emblemática de Clive Barker. 

En «Los evangelios escarlata», Clive Barker traslada al lector al más remoto rincón del infierno (la isla llamada Yapora Yariziac), donde dos de sus personajes más icónicos —Harry D’Amour (detective de lo oculto neoyorquino) y Pinhead (tentador de la Orden de la Incisión)— se enfrentarán en una lucha a muerte en la que se decidirá el destino del infierno, la Tierra y el cielo. 

Tanto los devotos de Barker como los fans de Hellraiser hallarán en esta novela —ansiosamente esperada durante años— cuanto habían soñado y mucho más: acción y sangre a raudales, además del humor negro y las truculencias del Barker más salvaje e iconoclasta. 

Ni los fanáticos ni los recién llegados se sentirán decepcionados con la historia épica y visionaria, aterradora y brillantemente compleja narrada en Los evangelios escarlata. El horror en estado puro de Barker hará que tus peores pesadillas parezcan cuentos infantiles.  

Como dice el mismo Pinhead: «He aquí mis evangelios, ellos contienen mis hechos y mi doctrina revelada».

El camino del Lamento.

“Los evangelios escarlata” ha sido un proyecto en desarrollo durante muchos años. Y eso, en una mente como la de Clive Barker supone, quizás, demasiado tiempo.
Para lo bueno y para lo malo.

El resumen del argumento ya deja entrever que Barker ha intentado dar consistencia a su universo propio. Un universo cimentado en novelas como “El corazón condenado” y sus adaptaciones cinematográficas (toda la saga Hellraiser), los “Libros de sangre” y otras novelas de la que surgen personajes como, por ejemplo, Harry D’Amour, uno de los protagonistas de “Los evangelios escarlata”.
Novelas y películas, Barker bebe de ambas fuentes, consciente de que su oscuro siervo cenobita con clavos en el rostro adquiere otro nivel cuando nos referimos a él como Pinhead, en vez de esa extraña figura que aparecía en “El corazón delator” y que no tenía ni nombre. 

Clive Barker mezcla todas sus creaciones en la búsqueda de la elaboración del lore definitivo, en lo que respecta a cenobitas y configuraciones del Lamento, sin importarle lo que deba sacrificar por el camino.
La novela consta de diferentes partes, con una consistencia irregular, apreciándose un concienzudo trabajo de edición. Esa irregularidad se transmite al ritmo y al tono, deambulando entre desfasadísimas escenas llenas de gore, modificaciones corporales y demás elementos extremos tan característicos de Barker a otras partes pesadas, llenas de una épica poco ajustada y que toma decisiones controvertidas.

Romper para crear.

Iconoclasta.
Esa es una buena definición para la obra de Clive Barker y, casi de forma inevitable, debe aplicar esa iconoclastia a su propio trabajo.
Y eso nos lleva a Pinhead.
El cenobita lleno de clavos se ha convertido en un icono del terror actual, con un halo de oscuridad y maldad imposible de disociar. La película, dirigida por el propio Barker, se aseguró de ello, junto con una serie de films que, con mayor o menor acierto, consiguieron mantenerlo vivo en nuestros oscuros rincones.
Barker utiliza ese icono híbrido entre cine y literatura para plasmarlo en “Los evangelios escarlata”. Pinhead se convierte en el cenobita de “El corazón delator”, arrastrando con él el
lore de las películas. Y Barker utiliza el primer capítulo del libro para esa misión.
Es su icono y Clive hace lo que quiere con él, claro.

«Los evangelios escarlata» tiene todos los elementos que el público fiel de Clive Barker puede buscar pero, aún así, resulta una decepción.
Muy irregular, a ratos inconexa, no sabe medir sus excesos, sus ínfulas de grandeza y su ambición a la hora de manejar sus ideas. El Barker más iconoclasta decide destruir parte de sus propios mitos, embarcándolos en extrañas luchas de poder y referencias religiosas.

De ese primer episodio de puro horror, pasamos a una narración de aventura oscura, con un tono épico extraño, con una serie de personajes que deben explorar los niveles más profundos del Infierno mientras Pinhead conspira y acecha.
El Pinhead icónico se va diluyendo, llegando a despojarlo de parte de su mítica al conocer sus motivaciones (entre conspiraciones infernales y delirios pseudoreligiosos). No le sienta bien al personaje y no sé si era lo que el autor buscaba, la verdad.
El grupo de personajes humanos que se convierten en Avernautas, casi como unos 4 fantásticos marvelitas explorando la zona negativa, dan un punto de vista a los excesos cenobíticos y un necesario aporte de humor y sufrimiento.
Personajes repescados de otras obras, liderados por un Harry D’Amour muy metido en su papel de John Constantine y que intentan ser el contrapunto a Pinhead pero no lo consiguen, quedando en meros espectadores. Los apóstoles que deben redactar los evangelios escarlata del oscuro cenobita.

“Los evangelios escarlata” deambula, como comentaba, entre el horror y una aventura oscura, al igual que el estilo de Barker. Las partes de horror cuentan con desagradables descripciones, ideas muy extremas y ese sentido del humor ácido, lleno de dobles sentidos, marca de la casa. Cuando la historia se traslada a otros terrenos, siempre entre la aventura y una contemplación casi bíblica de algunos hechos, la narración se vuelve pesada, recargada y algo plomiza.
El ritmo también es irregular, claro, y creo que ahí debe de influir el tremendo proceso de edición, reescritura y ajuste al que se ha sometido una novela que, según Barker, comenzó a escribirse en 1998 hasta su publicación en 2015. 

En definitiva.

No puedo asegurar que “Los evangelios escarlata” vaya a decepcionar a los seguidores de Barker. La novela tiene todos los elementos que su público fiel puede buscar: cenobitas, excesos, personajes de otras novelas, humor negro y épica oscura. O que incluso vaya a ser un aceptable punto de entrada al universo del autor para lectores poco cercanos a él.
Pero es, en gran medida, una ligera decepción.
Muy irregular, a ratos inconexa, no sabe medir sus excesos, sus ínfulas de grandeza y su ambición a la hora de manejar sus ideas. El Barker más iconoclasta decide destruir parte de sus propios mitos, embarcándolos en extrañas luchas de poder y referencias religiosas.
El autor brilla por momentos y hay algunas partes que conectan con el poderoso Barker de hace unas décadas pero la mayoría del tiempo deambula entre ideas y géneros.
Hay que hacer una mención especial a Hermida Editores por traer la novela al castellano y darle un trabajo tan conseguido de edición y traducción, a cargo de Óscar Mariscal, con algunas notas a pie de página (sobre todo en los capítulos iniciales) que agradecerán los poco versados en materias cenobíticas.

Con más de una década de trabajo y edición, “Los evangelios escarlata” intenta abarcar más de lo que sus 400 páginas permiten, tomando decisiones poco acertadas. El resultado es una novela entretenida, irregular, a ratos extrema y controvertida, que pasea por varios géneros y que aún se las arregla para dejar algunas escenas brillantes.

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LJ Zapico
Criatura de la noche. Redactor en Fantasymundo.com

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