Ilustración de Michelle Wong para las guardas de "La Casa de la Bestia".
Ilustración de Michelle Wong para las guardas de "La Casa de la Bestia". | Fuente: Fantasymundo.
Portada de "La Casa de la Bestia" de Michelle Wong.
Portada de «La Casa de la Bestia» de Michelle Wong. | Fuente: Fantasymundo.

¿Por qué una heroína no puede tener miedo? ¿Por qué no puede arrepentirse de un acto de buena voluntad cuando las consecuencias ponen en peligro su propia supervivencia? Para hacerse esas preguntas, Alma primero tendría que considerarse a sí misma una heroína cuando ni siquiera se ve como la protagonista de su propia historia: en su lugar, ese papel se lo lleva la venganza. La Casa de la Bestia es una novela de fantasía oscura escrita por Michelle Wong y editada por Harper Collins. Cuenta con la traducción de Victoria Horrillo Ledesma y el diseño de Jennifer Chung.

Hija de una relación extramatrimonial, Alma ha sido repudiada por la sociedad durante toda su vida. Pero no le importa, solo quiere estar tranquila y en paz. Sin embargo, todo cambia cuando su madre, su única familia, enferma. Pobre y sin recursos, no encuentra otra forma de salvarla que siguiendo la pista de su padre, un completo desconocido.

Su plan de rescate saca a la luz un secreto imprevisto: es la bastarda de la Casa de Avera, una de las cuatro familias nobles que sirven a los dioses. Su padre le promete su ayuda si se convierte en parte de los Avera. Sin embargo, ella muere poco después y Alma se ve devastada por el dolor y la rabia. Aún cuando sacrificó su brazo izquierdo a la Bestia Pavorosa, el dios de la muerte, su madre se ha ido y se ha quedado completamente sola.

O casi. El mismo dios que le ha arrebatado su brazo, le tiende la mano y le promete la venganza sangrienta que su corazón tanto ansía.

La Casa de la Bestia es una historia turbia y retorcida, pero no tanto por la violencia explícita y las puñaladas por la espalda. Lo es por la rabia envenenada, por priorizar el deseo de la infelicidad de los demás antes que la felicidad propia, por la terquedad enquistada que no razona y que solo se deja llevar por el egoísmo y el dolor.

Alma esperaba muy poco de su vida, aún de niña. Vivir tranquila y feliz con su madre. Pero su comunidad, prejuiciosa, asustadiza y abusiva, poco le simplifica las cosas. Quizás de no haber llevado una infancia así, sus sueños y esperanzas habrían sido diferentes.

Tras la muerte de su madre, Alma se hunde en una depresión tan profunda que se deja morir. Solo logra salir a flote gracias a Aster y su propio deseo de venganza contra los Avera. Un compañero de desventuras curioso, puesto que Aster se presenta como el mismo dios al que Alma se vio obligada a entregar su brazo.

El monstruo

Un hijo promete vengarse de su padre y hacer que corra la sangre. Un padre arranca a su hijo de su hogar para tratarlo exclusivamente como arma de guerra. ¿Quién es el monstruo?

Un dios se hace con la carne de aquellos que solicitan ser sus recipientes. Un adulto mutila a un niño para conseguir el poder prometido de dicho dios. El niño utiliza ese poder para vengarse por el abandono y maltrato de su padre. De nuevo, ¿quién es el monstruo?

Ilustración de Michelle Wong dentro de un capítulo de "La Casa de la Bestia".
Ilustración de Michelle Wong dentro de un capítulo de «La Casa de la Bestia». | Fuente: Fantasymundo.

¿Podemos llamar a alguien familia por el mero hecho de compartir sangre? ¿Se debe responsabilizar a los niños nacidos de una relación según la sociedad grotesca, culpabilizarlos y llamarlos monstruos?

Wong pone sobre la mesa como las apariencias, el odio y las ideas preconcebidas rompen a los personajes, tranformándolos en seres crueles. La diferencia entre ellos radica en quién lucha contra y a favor del sistema y de qué manera.

Además, entra la circunstancia de que aunque todas estas son acciones vinculadas con el caos, la rabia y la tristeza, es el adulto el que debe responsabilizarse del crecimiento, salud y felicidad del menor. Es el que tiene en sus manos el poder de alimentar la rueda del odio y cuyas decisiones están tomadas a consciencia.

Humanidad y deidad

En su naturaleza de dios, Aster está congelado en el tiempo. Su dolor, avaricia y rencor no cambian con el paso de los siglos, produciendo lo que parece un carácter y deseo infantil, una apuesta consigo mismo. Siempre ambiguo y con la respuesta indicada, parece la calma frente a la furia voraz de Alma.

Sin embargo, a diferencia de él, Alma es humana y cuenta con la posibilidad de cambiar según los años sosiegan sus sentimientos y la madurez le proporciona otras perspectivas. Alma comienza a experimentar en base a su propio juicio en lugar de basarse exclusivamente en el de Aster, lo que coincide con acciones que se alejan del «yo» egoísta y rabioso y se aproximan más a generar acciones positivas dentro de la sociedad en la que quiere creer.

Entonces, el panel cambia. Aster deja de parecer sosegado y sabio, en su lugar se vislumbra cada vez más su inseguridad e impaciencia. Alma, por otra parte, aplaca algo de su rabia y, al interactuar con otras personas, empieza a comprender que hay algo más en el mundo aparte de la venganza. Alma crece y cambia mientras Aster permanece anclado en la inmortalidad estática de los dioses. Y es esto lo que fractura su relación.

La libertad es tan frágil como cruda es la realidad. Y no se manifiesta siempre igual. Ni siquiera para el mismo individuo. Alma comienza sus planes de venganza con la seguridad de que esa es la única forma de hacer pagar a su padre por haber dejado morir a su madre y a sí misma por haberla abandonado en sus últimos momentos.

Sin embargo, según gana experiencia y crece, el viejo rencor, antes tan vivo, da pie a nuevas emociones y voluntades. Ahí empieza el choque entre Aster y Alma.

Wong crea un universo de fantasía tan intrigante como oscuro, especialmente en lo que respecta a la religión relacionada con La Bestia Pavorosa, una de los cuatro deidades del país. Se enriquece, además, con todo el folclore que surge a partir de la figura de la Reina Déspota, conviviendo los datos históricos con los rumores y los mitos; y el Plano Umbral, una dimensión alterna que expone todos los claroscuros de la humanidad.

Arte al detalle

Visualmente, esta novela es preciosa en múltiples sentidos y escalas. El arte está pensado al milímetro. El diseño general, así como las portadillas y cabeceras de los capítulos, corre a cargo de Jennifer Chung. Los mapas de Kugara y del Plano Umbral son obra de Virginia Allyn.

Eileen Kai Hing Kwan, por su parte, trabajó en las sobrecubiertas y los cantos pintados. Las sobrecubiertas cuentan con una imagen retorcida de la propia mirada de la Bestia que persigue la muerte, el alma y el camino de la venganza de Alma y Aster. Mientras tanto, los cantos se relacionan más con la carga religiosa y mística de la historia teniendo presentes a las deidades, el Plano Umbral y las estrellas recién caídas.

Ilustración de Michelle Wong para las guardas de "La Casa de la Bestia".
Ilustración de Michelle Wong para las guardas de «La Casa de la Bestia». | Fuente: Fantasymundo.

Por último, el reverso de la sobrecubierta, la cubierta, las guardas y las ilustraciones interiores de la obra son de la propia Michelle Wong.

El reverso de la sobrecubierta y la cubierta esconden una faceta más nítida de una Bestia aterradora y furiosa. Las guardas cuentan con dos ilustraciones a todo color cargadas de secretos, muchos de ellos incomprensibles hasta que no has completado el libro. Además, hay muchísimas ilustraciones escondidas, a veces pequeños objetos, otras escenas de los personajes, que enriquecen sumamente la lectura.

Tanto a nivel narrativo como visual, es una novela que merece la pena leer en detalle y que es una gozada admirar en formato físico. La Casa de la Bestia es una novela turbulenta y cruel, con una belleza inhóspita y una fuerte perseverancia como guía.

Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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