

¿Quién mejor para alimentar los fantasmas de un país y las intrigas de un palacio que una reina hada inmortal? El pacto de la rosa es la última novela de Sasha Pyton Smith, una historia de fantasía traducida por Natalia Navarro Díaz y publicada por el sello Puck. El diseño de la portada nació de la mano de Tran Nguyen.
Érase una vez que se era, un pobre mortal que decidió que era buena idea hacer un pacto con un hada. Para su desgracia y la de todo su reino, el precio de tal trato supuso su perdición.
Cuatro siglos después de la llegada de la reina Mor a Inglaterra y que se creara su mito en base al trato que hizo con Eduardo IV, todos los ciudadanos cuentan con la posibilidad de hacer un trato con su reina inmortal. Como primer acto de las debutantes, se espera que las jóvenes damas hagan un trato en pos de conseguir mejores posibilidades en el mercado matrimonial. Perder los dedos de los pies a cambio de una sonrisa bonita, un talento prodigioso con la acuarela a cambio de un recuerdo feliz.
Pero la primera temporada en sociedad de Ivy Benton difiere con diferencia de las anteriores: el príncipe Bram va a contraer matrimonio. ¿Con quién? Con la ganadora de la competición ideada por la propia reina. En pos de salvar a su familia y, en especial, a su hermana, Ivy se embarca en un viaje que podría costarle todo.
Pese a que el libro se cataloga como romantasy, El pacto de la rosa está más cerca de la fantasía con romance. Sí, el amor es un elemento importante en la historia, pero no es vital. Al menos no desde la perspectiva romántica. ¿La trama principal se habría convertido en un imposible sin él? No.
La novela da comienzo con el conflicto que supuso La Guerra de las Rosas. ¿Existe mejor forma de señalar el carácter engañoso y mítico de la historia y sus personajes que dando comienzo en un campo de rosas muertas y barro ensangrentado?
Aquellos a los que les gusten las grandes disputas palaciegas, los torneos de pruebas imposibles y las tramas de intriga encontraran en El pacto de la rosa un tesoro por explorar.
Smith presenta a la reina Mor en un contexto de barbarie, de fe como ley y fantasía como ciencia. Es su llegada inmaculada y etérea en medio de la brutal batalla entre los York y los Lancaster lo que la eleva a un plano distinto al de cualquier mortal. Esta escena que parece más propia de un relato artúrico asienta las bases de su reinado intocable. De esta forma encadena lo inesperado con la tradición, el poder con la impotencia.
Smith presenta a los personajes principales y sus dilemas troncales con rapidez, dejando la mayor parte de los engaños, trampas, secretos y malentendidos a los demás.
En cuanto se hace mención de las pruebas para elegir a la prometida del príncipe Bram, supuse que la historia podía correr por dos direcciones: por la línea de Los Juegos del hambre, un gran espectáculo como representación de quién sostiene el poder; o la de Amor Inmortalis, una exhibición discreta entre los miembros de más alto rango de la sociedad. Sin embargo, los temores, pesadillas y abusos suceden en la discreta intimidad del círculo de la reina. Es un espectáculo, sí, pero privado y existente únicamente para sus regocijo.
Es esa misma prisión de seda, magia y tratos fraudulentos lo que permite que la relación entre las seis competidoras por el título mute y se transforme. Seis mujeres jóvenes, seis vidas completamente diferentes y seis esperanzas tan dispares que su único punto en común es la competición. O seo creen. Cuanto más expuestas están a la mordedura de la reina y más solas se encuentran, menos opciones tienen para protegerse a sí mismas. No les queda más remedio que darse a conocer entre sí.
En una novela de misterio tienes que descubrir quién se esconde tras la sombra encapuchada o quién se manchó las manos de sangre. El pacto de la rosa exige descubrir quién miente, quién traiciona y quién envenena sus palabras. Aunque puede que lo descubras demasiado tarde.
La ambientación y los clichés son recursos en segundo plano, pero están bien aprovechados. Hay un cliché en particular repetido hasta la saciedad en las novelas románticas y que es evidente que Smith disfrutó lo más grande al escribirlo.
La autora le da mucho campo al hecho de que la sociedad inglesa considere aceptable que las jóvenes recién presentadas en sociedad tengan que mutilarse física, emocional o mentalmente para ser más bellas y, por tanto, un mejor partido. A ellos se les elogia por usar sus tratos con astucia por el bien de su familia, su economía y, en general, ellos mismos. Pero está mal visto que una dama firme un trato que no sea en beneficio y disfrute del resto, aunque se presente en su propio cuerpo.
Smith dosifica en medio de la narrativa fantástica y romántica elementos de crítica acerca de cómo el cuerpo de las mujeres ha sido y es considerado un bien de consumo. Como ella misma describe, las mujeres del libro deben ser perfectas rosas inglesas que decoren el hogar de sus maridos.
El pacto de la rosa sufre del efecto Miyazaki, como si Smith hubiera empezado a cerrar tramas a toda velocidad cuando comenzó a aburrirse. No obstante, se mantiene como una historia intrigante, prometedora y que se reserva muchos secretos bajo llave en espera de la secuela.