Techland vuelve a la carga con una entrega que, aunque nació como expansión, ha crecido lo suficiente como para convertirse en un juego independiente con todas las letras. Dying Light: The Beast no solo recupera al mítico Kyle Crane, sino que lo transforma —literalmente— en una criatura marcada por el dolor, la rabia y la mutación. ¿El resultado? Un título que mezcla parkour, acción brutal, mundo abierto y una narrativa más centrada que en Dying Light 2, con aciertos claros y algunas costuras visibles. Pero vamos por partes.
Una historia continuista y entretenida
La campaña principal nos sitúa trece años después de los eventos del primer Dying Light y su expansión The Following. Kyle Crane ha sido capturado por una organización secreta liderada por «el Barón», sometido a experimentos genéticos que lo han convertido en algo más —o menos— que humano. Cuando logra escapar, lo hace con un único objetivo: vengarse.
La historia se desarrolla en Castor Woods, una zona rural alpina que mezcla una belleza decadente con amenazas constantes. El tono es más oscuro y directo que en entregas anteriores, con una narrativa más lineal y menos dispersa. Esto tiene ventajas: el ritmo es más ágil, las misiones principales están mejor hiladas y hay momentos de tensión bien construidos. Pero también tiene costes: menos ramificaciones morales, menos personajes secundarios memorables y menos espacio para respirar entre tanta urgencia.
Aun así, el guion cumple. No revoluciona, pero sostiene el viaje de Crane con solvencia. Hay dilemas éticos, flashbacks bien integrados y una evolución del protagonista que, aunque previsible en algunos tramos, resulta satisfactoria.
Entre el turismo y el terror
Castor Woods es un lugar que vivió tiempos mejores, con hoteles abandonados, estaciones de esquí en ruinas y pueblos fantasma. La exploración es clave, y el diseño del mapa favorece el uso del parkour, con tejados, balcones, torres y rutas verticales que invitan a moverse con agilidad.

Durante el día, el mundo es hostil pero transitable. Por la noche, se convierte en una pesadilla. Los zombis coléricos, las zonas oscuras y la necesidad de improvisar rutas de escape hacen que cada incursión nocturna sea un ejercicio de tensión. Aquí The Beast recupera sensaciones del primer juego, y lo hace con acierto.
Además, hay zonas seguras que podemos desbloquear, generadores que activan electricidad en distritos concretos y objetivos secundarios que enriquecen la exploración sin lastrar el ritmo. A diferencia de Dying Light 2, aquí las misiones secundarias están mejor integradas y no se sienten como relleno obligatorio.
Una jugabilidad ya vista pero que funciona a las mil maravillas
La jugabilidad sigue siendo el pilar de la saga, y en The Beast se refuerza con nuevas mecánicas. El parkour sigue siendo ágil, fluido y satisfactorio. Saltar entre tejados, escalar estructuras y huir por las cornisas sigue siendo una delicia. El sistema ha sido refinado, con animaciones más suaves y una respuesta más precisa.
El combate, por su parte, se divide en tres capas: armas cuerpo a cuerpo (hachas, machetes, tuberías), armas de fuego (escopetas, subfusiles) y el nuevo Modo Bestia. Este último es una transformación temporal que potencia fuerza, velocidad y resistencia, permitiéndonos destrozar enemigos con brutalidad. Se activa tras acumular suficiente adrenalina, y aunque no es un «modo dios», sí cambia el ritmo del combate y añade variedad.

El crafteo sigue presente, con mejoras para armas, trampas y consumibles. No es excesivamente complejo, pero da margen para personalizar el estilo de juego. También hay progresión por niveles, desbloqueo de habilidades y árboles de mejora que permiten especializar a Crane en sigilo, combate o movilidad.
Gráficos mejorables para los tiempos que corren
Visualmente, The Beast cumple sin deslumbrar. El motor Chrome Engine sigue mostrando su calidad en cuanto a iluminación, efectos de partículas y diseños de escenarios. Castor Woods luce bien, con una paleta de colores que cambia según la hora del día y una ambientación cuidada.
Eso sí, hay concesiones técnicas. En consolas como Xbox Series S, la resolución baja y algunos efectos se recortan. Por su parte, en PS5 y Xbox Series X, el juego ofrece dos modos: Rendimiento (60 FPS con menor detalle) y Calidad (hasta 1080p con más efectos). En PC, la optimización es sólida, sin caídas graves ni bugs notorios.

Las animaciones de los zombis, los efectos de sangre y las físicas de impacto están bien resueltas, aunque algunos modelos se repiten y hay texturas que cantan en planos cercanos. No es un portento gráfico, pero está por encima de lo que cabría esperar de un título que nació como DLC.
Una atmósfera tensa para una experiencia completa
La banda sonora de Dying Light: The Beast mezcla sintetizadores oscuros con temas ambientales que refuerzan la tensión constante, sin melodías memorables pero con una atmósfera sonora que acompaña bien cada momento. Los efectos —gritos, rugidos, disparos, crujidos— están bien trabajados, y aunque el doblaje en español cumple sin destacar, el diseño sonoro brilla especialmente en las incursiones nocturnas, donde el silencio se rompe con rugidos lejanos, pasos acelerados y respiraciones entrecortadas, logrando que el miedo no venga solo de lo que ves, sino de lo que oyes. En cuanto a duración, la campaña principal ronda las 18-20 horas, dependiendo del ritmo y del contenido secundario que abordes, y puede extenderse hasta las 30 horas con misiones opcionales, objetivos de zona y exploración libre, sin que se sienta artificial o forzado. No cuenta con multijugador online, pero sí ofrece cooperativo local en algunas plataformas, lo que añade una capa extra de disfrute compartido.
¿Os recomendamos Dying Light: The Beast?
Dying Light: The Beast es una entrega intensa y bien enfocada que recupera lo mejor del original: parkour fluido, combates brutales y una ambientación opresiva. La historia de Kyle Crane aporta peso emocional, el diseño del mundo favorece la exploración vertical y el modo bestia añade variedad al combate. Sin ser una superproducción, cumple con solvencia y ofrece una buena experiencia, tensa y satisfactoria para fans y para los nuevos jugadores por igual.

✔️ PROS:
- La jugabilidad.
- Los escenarios.
- Las animaciones.
❌ CONTRAS:
- A nosotros se nos ha hecho demasiado fácil, quizás la dificultad es demasiado baja.
🎮 PLATAFORMAS: PS5. Xbox Series y PC.
























