El catálogo de juegos para HTC Vive añade otra galería de tiro virtual a su ya extensa lista. No es algo que sorprenda a estas alturas, ya que tanto los controles como la experiencia de usuario han ido poco a poco aprendiendo de errores pasados como hemos podido comprobar en varias ocasiones. Para los aficionados a este tipo de juegos es una gran noticia, mientras que para el resto, a primera vista, puede empezar ya a cansar.

Sin embargo, no todo es malo. Esta profusión de títulos similares, con diferentes ambientaciones y mecánicas de juego, que muchas veces se atascan en los Early Access de Steam, van subiendo de calidad con cada entrega nueva que nos llega. Muy poco a poco debido a las limitaciones de su propia jugabilidad, pero de forma constante. Un ejemplo de ello es este High Noon.

Obviamente, ya desde su propia concepción, sabemos que no estamos ante un triple A o un título con la complejidad y las posibilidades de las producciones que por ejemplo Bethesda ha adaptado a la VR. Estamos ante una galería de tiro del estilo de Space Pirates, herederos de aquellas máquinas recreativas de juegos sobre raíles tipo Time Crisis y House of the Dead, donde teníamos una réplica del arma en nuestras manos y no teníamos que hacer nada más que estar atentos y llenar de plomo a enemigos y zombies varios. Como me gustaba. En este caso estamos ante algo más simple, ya que nuestro anónimo protagonista ni siquiera tiene la capacidad de moverse.

Esto es muy relevante teniendo en cuenta que hablamos de las HTC Vive, donde muchos juegos aprovechan la posibilidad de esquivar disparos moviéndonos con nuestro propio cuerpo, algo muy interesante pero, aparte de poco realista, muy cansado. Por ello y aprovechando la ambientación del estilo Far West, la idea es mantenernos de pie mientras diversas oleadas de tiradores enemigos nos intentar abatir. La única forma de evitar el daño es siendo el tirador más rápido del “Oeste cartoon virtual”.

Para ello contamos con un diverso catálogo de armas. Nada excesivamente novedoso, desde revólveres a escopetas y una minigun. Podremos disparar dos de ellas al mismo tiempo, lo que aumenta la espectacularidad pero, como suele ocurrir, a costa de la inmersión, ya que esas armas en el mundo real deben pesar un quintal. Como para ir con ellas de una sola mano. Aún estamos esperando a que nos obliguen a ir con los dos mandos juntos para simular un arma a dos manos.

Lo primero que sorprende positivamente es lo pulido tanto de la parte técnica y visual, sin ser nada del otro mundo, así como de la respuesta de las armas a nuestros movimientos. El primer revólver del que disponemos tiene una precisión regulera, fallando a veces más que una escopeta de feria. Sin embargo, está pensado así a propósito, como corresponde a un arma de la época. Una vez compremos algo mejor en nuestra carreta, veremos como nuestra puntería mejora considerablemente. Ahí es donde el cariño puesto a High Noon se ve en su (limitado) esplendor: todas las decisiones de jugabilidad y diseño corresponden a decisiones tomadas adrede y que están bien trabajadas.

Durante los nueve escenarios disponibles tendremos que hacer siempre lo mismo: eliminar oleada tras oleada de unos enemigos bastante genéricos pero, sorprendentemente, con algo más de capacidades de las que nos encontramos en muchos otros exponentes del género. No es que sean muy avispados, pero al menos reaccionan de formas diferentes e intentando adaptarse un poco a la nuestra posición. Algunos se esconden, otros se acercan, otros van en plan kamikaze. Algo muy necesario en juegos con un sistema tan simple como el que nos ocupa. Poco más hay relevante respecto a la jugabilidad: la puntuación y por ende, las monedas conseguidas, dependen de nuestra puntería, headshots y demás sistemas estándares de asignación de puntuaciones, cabriolas con los enemigos incluidas. Hay algunos barriles dispersos en los escenarios que además de liquidar a todo lo que se mueva y tuviera la mala suerte de estar cerca en ese momento, crean durante unos segundos una especie de bullet time que nos permite apuntar mejor y rematar la faena nosotros mismos. Vuelven a aparecer tras cada oleada de enemigos, así que se convierten en un elemento clave en fases posteriores.

No es un juego fácil, al menos, salvo para los expertos tiradores en la VR. Hay batallas con jefes finales bastante duras y en algunos niveles nos vemos obligados a dar lo mejor de nosotros mismos (es decir, ejercitar nuestra capacidad de girar noventa grados en décimas de segundo sin marearnos) para poder superarlos. Aún así, con sólo nueve fases y ningún modo de juego extra, no llega a durar más de tres horas, siendo generoso. Está más pensado como típico juego para enseñar a amigos que nunca han probado las Vive, lo que no quiere decir que no sea de los mejores. Es muy entretenido de jugar y agradecemos, una vez más, lo pulido que está en términos visuales y jugables.

Dentro de nuestra caravana es donde compramos las armas, con ciertos upgrades que podremos activar poniendo el objeto en cuestión encima de una mesa y activando una palanca. Por desgracia aparte de un cambio en la apariencia, poco más nos ofrecen estas upgrades. Bueno, sí, una rápida forma de deshacernos del dinero ganado en las partidas.

Poco más a comentar respecto a los aspectos jugables, con posibilidades limitadas. Por lo menos va directo al grano y no intenta realizar una especie de argumento para justificar los tiros: la completa ausencia de historia encaja a la perfección con su sistema de diversión instantánea, sin pensar mucho.

En el aspecto técnico destacan las ambientaciones y una vez más, que se nota que está bien rematado. No es nada que no hayamos visto mil veces antes, pero un uso inteligente de la iluminación compensa el hecho de que, al final, nos encontramos en diversas variantes del mismo escenario. Es lo que tiene usar una ambientación tan específica con un sistema de movimiento, digamos, limitado: Todo tiende a repetirse. Para evitarlo dentro de lo posible han tratado de que sea la atmósfera la que nos de esa necesitada variedad entre fases: Diurnas, al atardecer, nocturnas, etc. Funciona muy bien y como el juego tampoco es largo, no nos vamos a cansar de ver los típicos poblados de los western.

Los enemigos están bien animados, con comportamientos programados pero como comentaba antes, con cierta capacidad de reacción. Destacan los jefes finales, no tanto por su espectacularidad o por lo novedoso de los modelos, sino por suponer un soplo de aire fresco después de pasarnos varias oleadas disparando a diversos tipos de tiradores más o menos estereotipados.

El sonido envolvente sigue sin ser el fuerte de los sistemas de RV, las Vive incluidas, al menos hasta que salgan al mercado las Vive Pro. Es una pena ya que High Noon pide a gritos un sistema de localización de enemigos simplemente oyéndolos venir. Son bastante simpáticos para ser tiradores sin piedad y siempre avisan pegando un grito o diciendo algo cuando aparecen en pantalla. Además, una flecha en pantalla nos indica su posición aproximada si no los tenemos en nuestro campo de visión. Todo esto se podría reducir y mejorar mediante un sistema de audio 360º posicional real, que nos permita saber de donde viene cada uno fácilmente, pero de momento eso parece más un problema de hardware del que el título que nos ocupa no tiene culpa alguna.

Para amenizar un poco la faena, tenemos a un narrador hablando en inglés de forma entretenida, que ayuda a la ambientación. Al menos al principio, ya que después de pasar una hora jugando acaba por repetirse. Por desgracia, a día de hoy no podemos silenciarlo sin llevarnos por delante también el resto de sonidos del juego, básicos para lograr una ambientación e inmersión adecuada.

En definitiva, la propuesta de Octobox Interactive resulta ser un juego agradable y divertido mientras dura, pero muy limitado y cuyo principal defecto es el punto del que parte. Galerías de tiro es precisamente el campo con más competencia dentro de la VR y cualquier que ya posea un par de ejemplares de otros títulos difícilmente podrá justificar su interés por éste en concreto. Una pena, porque merece la pena probarlo, sobre todo por su reducido precio.

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