Antes de hablar de azores y Deseo. Como decía Neruda en su oda “El hombre invisible”, en general, el poeta de hoy en día es ese que va

“por las calles/sólo ellos andan/o la dulce que aman,/nadie más,/no pasan pescadores,/ni libreros,/no pasan albañiles,/nadie se cae/de un andamio,/nadie sufre,/nadie ama,/sólo mi pobre hermano,/el poeta”.

Los Otros no existen. Será el signo de los tiempos. Aparte, hay que sumar que para Neruda, tan fino él al hablar de la amada y eso, no existen las poetas. Y en su época las había, y muy buenas. En fin.
Por supuesto no toda la poesía es así pero ese tipo de poetas no son los que tienen miles de seguidores en Youtube y no son los perseguidos por las editoriales aunque si parecen adolecer todos de síndrome “puberescente”. La obsolescencia también ha llegado a la poesía. Y ahí estamos, cual intercambio de decorado en videojuego donde “nadie sufre/nadie ama/solo mi pobre hermano,/el poeta”. Y la poesía de hoy en día se reduce casi a chic@s que lloran y recitan canciones de otros, viejos (estos solo en masculino) que humedecen las bragas de las jovencitas (como me comentó riendo una amiga), y aquell@s que se meten en la poesía para demostrar algo, variadas cosas, como que saben hacer poesía, por ejemplo. Como digo, Los Otros, más allá de su estrecho círculo, no existen.

Por otra parte, y hablando de cada tipo de poeta, de verdad que me encantaría ver algo nuevo e innovador más allá de lo estético y que tuviese que ver más con lo ético.

Estoy harta de leer poemas que se inspiran en Vetusta Morla (eh, que a mi los vitorianos me gustan), que cortejan al mítico e inmortal Sabina (maestro…) o que tienen que recurrir a la Wikipedia si citan a Miguel Hernández. Respecto a los coleccionistas de bragas…. Mejor correr un tupido velo. Eso si, odio a los poetas y rapsodas que recitan como si chupasen un cornetto de fresa. Agggggggh. En cuanto al resto… Yo… En fin…Tiene que haber algo más intangible detrás. Escribía Lorca: “Todas las cosas tienen su misterio y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas”.
Quizás sea ese el problema, que vivimos un tiempo de exhibicionistas y la poesía no es eso, es el refugio del misterio. O quizás es que yo soy una carca en cuestión de poesía. Ya no sé… Nada. (Pufff. Llevo demasiado tiempo con mascarilla y la depresión me está subiendo a los versos, perdón, quise decir a los besos. Mañana Gloria Fuertes y Mar Cantábrico en el almuerzo).

Retomemos y resumiendo, que me estoy desviando, quiero voces divergentes, diferentes y referentes, leches.

Ejemplo de lo antedicho, aquí tengo un poemario que acabo de terminar “Todas mis palabras son azores salvajes”, de Gloria Fortún (Dos bigotes, 2021) al que se puede calificar sin duda de divergente y diferente. Fortún es escritora, traductora, profesora, activista feminista y lésbica. Que la autora me perdone pero no creo que por forma y estilo su libro pase a los anales poéticos… pero por temática sin duda es referente, al menos en este país. Título rotundo de raíces feroces, es hermoso y errado a la vez, una voz que tiene mucho que contar pero que aún no tiene dominada la forma. Siempre es gratificante ver a gente que afronta la vida con alegría y que, cuando llega la tristeza, sabe seguir adelante ayudada por las palabras. La poeta ha reconocido que la poesía es un nuevo campo en el que adentrarse pero que se ha lanzado a él porque no ve en la literatura actual nada que tenga que ver con personas como ella: “Soy una mujer de 43 años, gorda y lesbiana. ¿Dónde está todo eso en la literatura?”  . ¡Ja!. Toma declaración de intenciones y pasar ampliamente de lo que digan los demás.

Desde luego Fortún ha dado una voz alegre y desprejuiciada a las mujeres que aman a mujeres, que hasta ahora no había visto en España. Quizás tenga algo que ver con esa alegría de hablar sobre el sexo y el deseo el hecho de que muchos de estos poemas fueron hechos para ser leídos, buscando la complicidad entre oyentes y poeta. La felicidad compartida dicen que es más felicidad. Así la suya se convierte en una voz honesta que habla de sexo sin problemas…, alguna vez de forma demasiado descarnada: empezar un poema hablando de “propiedad privada” y acabando con un “buena chica” me provoca un escalofrío ante la sumisión entrevista que nada tiene que ver con el goce de ningún tipo. A veces el entusiasmo del deseo nos lleva a parajes que pueden ser muchas cosas pero no son poesía.
En los videos de promoción Fortún confiesa escribir no solo para mujeres lesbianas, sino para todos aquellos que hayan amado, que han sentido el Amor con mayúsculas, aquellos que sienten el Amor como un tsunami y que ponen el Deseo en primer lugar alejando los miedos. Bien… aunque parece dejar fuera al posible lector masculino desde la misma dedicatoria cuando brinda el libro “a las comensales”, equiparando el Amor y el Deseo a un banquete al que solo las mujeres están invitadas. En el Amor, como en todo lo demás, cada cual tiene una visión de como deben ser las cosas y es cierto que el poemario de Fortún está lleno de deseo correspondido. No veo tan claro lo del Amor, así, con mayúsculas. Sobre todo cuando en las entrevistas la propia Fortún dice que el motor de sus poemas es siempre el deseo. De hecho los “azores salvajes” son figuración del Deseo. Y el deseo hace que las amantes se sucedan. Muchos rostros distintos, uno detrás de otro. Hay varios tipos, la Vaquera, la Bucanera, la Señora, la Héroe Medieval, la Amazona… Unas míticas y otras bien reales. El caso es que Fortún dice que la mujer debe ir más allá del arquetipo de los poemas de otras épocas… y ella crea nuevos arquetipos. Míticos, idealizados, poéticos… pero arquetipos, al fin y al cabo. Y esto me lleva a la gran característica de este poemario, la contradicción.

La impresión que me ha producido el poemario es ser continente de grandes contradicciones.

Es una recopilación de piezas realizadas a lo largo de bastante tiempo, años sin duda, y con las cuales la poeta ha decidido hacer un corpus único, incluyendo un “capítulo” dedicado a los meses de confinamiento por el COVID-19 en donde lamenta la separación de la amada. Esto hace que el tono de los poemas sea muy diferente yendo de la celebración del Amor a una exaltación exuberante del deseo, casi en el centro del libro, muy visual y primario. Después comienza el retorno a una visión algo más reposada pero que sigue centrada en el Deseo y el Amor, donde tiene cabida la pérdida de la amada, y la palabra se hace menos humorística, más interiorizada, más pensada y reflexiva. La poeta aprende y se nota.

Quizás el libro habría necesitado de una introducción explicativa de lo que deseaba hacer la poeta con ese poemario, más allá de las entrevistas donde lo aclara, y que sus intenciones fuesen tan claras como sus palabras al hablar del amor lésbico. No todos la hemos seguido y a mi me gustan las introducciones que me ayudan a comprender la obra del autor. Lo he dicho antes, soy algo carca.
Quizás as,í desde el principio, me habría confabulado con ese amor por la contradicción que es piedra angular de su poesía tanto como el Deseo… aunque también es posible que Fortún quisiera que hiciésemos este viaje con ella, que comprendiéramos sus razones sin necesidad de explicarse de forma evidente. A lo largo del poemario desgrana en varias ocasiones su orgullo por ser una persona contradictoria, e incluso incoherente, frente a la coherencia que exige la sociedad, y porque sus obras sean como ella:

“Rechazo la condena de tener la conciencia tranquila y los sueños sucios, de ser una isla salvadora y no una roca complicada, de una coherencia que me da náuseas, de una integridad que me da frío”.

Porque las personas, las mujeres en este caso, somos seres complicados y atenernos a la moral imperante es reducirnos a un único rostro:

“La moral es secundaria, siempre va después de la relevancia emocional. No hay ley, ni religión, ni código ético que puedan trascender mi verdad sentimental. Vivir de esta forma tiene su precio”.

Sin embargo, todo esto que presupone un carácter fuerte y determinante, en el sexo y el deseo se transmuta en dependencia, en debilidad. Su vida sentimental transcurre entre su supuesta fortaleza y el anhelo de que la amante sea más fuerte que ella, sobre todo en el sexo:

“El último día que comimos juntas le escribí: «Si me lanzo a tus brazos, te tiraré»./«Yo diría que no, Fortún», me respondió, «soy fuerte»./Pues eso es justo lo que quiero. Que puedan conmigo”.

O, en otro poema:

“Pero/ que hay más íntimo que aparecer inerme ante alguien”.

La admiración por la Amada convierte a la misma casi siempre en conquistadora de reses, de tesoros, de personas. Contradicción entre la intimidad y la vida exterior…pero no hay incoherencia en ello: lo dice desde el principio, en su mundo el Deseo es rey. Lástima que eso convierta al Amor en reina, pocas veces en el mismo trono. Aunque hay momentos en los que ambos parecen estar al mismo nivel cuando el sentimiento es más fuerte que el simple deseo:

“…lo que sé es que te vi desde el autobús y sentí/ una oleada de amor, un momento insoportable de amor, lo/ opuesto a la muerte es el amor, no sé qué dicen ahora de que/ es mejor no amar así, pero qué coño me estás contando, hay/ que tener muchos ovarios para amar, para hacerse cargo no/ solo de tu amor sino de que la otra persona te ama, para/ quererlo todo, lo bello y lo crudo, en la herida y en la risa”.

Romántico, si, y es que hay momentos en los que Fortún nos habla a todos del Amor y la Vida y sus palabras son tan fuertes y tan claras que lo anegan todo:

“Tengo este cuerpo y este corpus./Y te voy a decir una cosa: nada es pequeño en el amor./Y te voy a decir otra: este mundo es minúsculo para una tía como yo./Y te voy a aclarar cuál es mi peso ideal. Mi peso ideal es tu cuerpo encima del mío./Y tú, tú algún día dirás. Ella era única. Y era mía./Tener tanto que perder es bonito”.

Contra ese reconocimiento romántico, Fortún regresa al mundo real y cubre su cuerpo de marcas conocidas como H&M, muestra el Qatar petrolífero que es el corazón de la amada (esa que es Community Manager, así, en mayúsculas), se convierte en la revista Marie Claire, se ríe en el INEM. Siempre en la lucha “la vana Gloria, la siempre-nunca, mujer de extremos”. Pero la inspiración para esa lucha es tan dispar como… contradictoria porque, ¿qué tiene que ver Charlotte Brönte con las Pussy Riot? Que me lo expliquen. Fortún cita también a múltiples poetas, como Alejandra Pizarnik o Sylvia Plath, pero no cita a ninguna española. Hay más, feministas, lesbianas, como puedan ser Virginia Wolff, Anne Carson o Mary Wollstonecraft Shelley, pero no una Carmen Conde, Rosalía de Castro o Angela Figuera, por poner algunos ejemplos, pero se ve que estas mujeres no han influido mucho en sus versos. Pena.
En muchas ocasiones, cuanto más ilusionada y luminosa se muestra, me recordó a Ángel González y en otras, cuando aludía a las cosas cotidianas y el amor, al inmenso Mario Benedetti. Y a Gloria Fuertes, la Gran Gloria. De hecho el poema “autobiografía” de Fortún me sonaba al descaro y la celebración de uno mismo de “cabra sola” de Fuertes:
“Y vivo por mi cuenta, cabra sola;
que yo a ningún rebaño pertenezco”.
Frente a la Fortún de:

“ La prudencia por los suelos/ y la oxitocina por los cielos./ Frágil. Pero no como una florecilla/ sino como una mina antipersona./ La vana Gloria, Ciudadana Literaria, pesadilla del mundo ágrafo”.

Fortún vive en este siglo y es bastante más deslenguada y desinhibida que Fuertes (aquí que cierren los ojos los niños): que fluyan coños. Estas palabras no desentonan, la verdad, pues quiebran muchas veces la placidez del verso y lo tornan rebelde. Mas me cuesta digerir que se complazca tanto en utilizar expresiones que los hombres han utilizado de forma canónica para denigrar a las mujeres. Digo. Mucho “zorras” para provocar. La poeta emplea varias veces esa palabra y a mi me cabrea más allá de la provocación porque recoge una expresión donde la mujer es puta frente al zorro que es listo. Soporto mejor que hable de “lobas” aunque también sobre esta palabra planee la intención machista que habla de devoradoras, sobre todo de hombres. Será que las mujeres han corrido mucho con los lobos. ¿Dónde está la, revolución de la palabra? Quizás en las azores salvajes…

Aunque algunas veces me siento ambivalente respecto al diccionario empleado, sin embargo, al final del libro, me encanta como subvierte las estructuras, cuando quiebra los versos y los recompone para expresar la propia quiebra de la poeta:

“Echo. Te. De menos. Tanto./ Tanto.”

O incluso la ruptura total de la frase para que el lector la complete:

“Entregártelo y que tú”.

Porque Fortún también es capaz del verso sensible, delicado cuando el Amor, en mayúsculas, la anega. Y son versos traspasados de luz y verdad. La poeta siempre se desnuda, da igual que sea en la intimidad o bajo el sol confinado:

«Trataba de explicarte.
No desde el anhelo
(del latín anhelare,
respirar con dificultad):
desde el amor
a pulmones llenos»

«Que no somos/ convivientes/pero si/ habito/ las estrellas/ de tus hombros/ habito/ las estrellas/ de tus hombros/ habito/ las estrellas/ de tus hombros».

Es en esta fase cuando Fortún se crece como poeta a pesar de seguir empleando el verso narrativo. En varios poemas, hay una apariencia de tanteo, de búsqueda de una forma en la que la autora no llega a sentirse del todo cómoda. Hay también una cantidad terrible de poesía narrativa, alguna demasiado narrativa de hecho (laaarga), que suele compensarse con el humor o la ironía de lo escrito. Hay multitud de ejemplos a lo largo del poemario:

“Será porque soy una mujer-montaña que en mi cuerpo hay puestas de sol y una pequeña y cosquilleante india que vadea mis ríos en su canoa y sobrevive a mis cataratas. Será por eso que tengo brazos fuertes de grizzly, necesidad de aullar y un recuerdo heredado de alguna tatarabuela que se despierta cuando suena el viento. Será por eso que alguna exploradora avezada aún no ha encontrado el camino de vuelta”.

Desde luego las imágenes son sugerentes pero, sin conocer a la autora, a mi me dicen que esto es una narración, pequeño relato o cuento mínimo y me lo creo.
Después están los poemas mínimos que tiran de ironía, del tipo de Machado en “Proverbios y cantares”:

“El Titanic de la incauta:
Me subí demasiado pronto
a tu alfabeto
y no todo el mundo puede
mantener a flote
sus palabras”.

Me gustaría también hablar de la relación amorosa como souvenir de vacaciones de uno de sus poemas, de “esas bolas del far west” como ejemplo de soledad, del paso del Mar Rojo como canal amoroso que cruzar… Tantas cosas se me van a quedar en el tintero: he hecho 364 anotaciones y aquí no he plasmado ni la mitad pero, ay, ya me he pasado con la extensión de la reseña. Lo he dicho antes, el poemario me ha gustado mucho y cuanto más me gusta algo más deseo comprenderlo. Pero, esto es lo doloroso, cuanto más analizas la poesía más la reduces a reglas y normas. Y yo ya llevo mucho análisis. Creo que este es un buen momento para dejarlo.
Yo no hablo fuego. Quizás eso explique porque yo hago críticas y Fortún hace poesía. El fuego calienta pero también quema, destruye bosques pero también nos abriga en las noches de frío. Quizás ese sea el resumen del libro de Fortún, donde hay lugares que el fuego ha arrasado, para bien o para mal, y otros donde el fuego se convierte en constructor del almas y de cuerpos, combatiente pero también aliado. Donde las llamas se alzan ansiosas de los azores que desde el cielo las reclaman.
“Parole, parole, parole. Ahora a organizarlas, pobrecitas, mis lobas de tinta”.
Y hasta aquí hemos llegado.
PD: He escuchado la canción “Affair con el fuego” de Glaz cuyo código QR se añade al final del libro. Hermosa… y no digo más que lo estropeo. Eso si, hay anhelo, deseo y “bolas del far west”.


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Eidian
Recuerdo que escribí mi primera poesía recién operada de apendicitis. Desde entonces odio los hospitales y adoro la escritura. Hasta hoy han pasado dos carreras (historia del arte y náutica, ahí es nada), estudios varios, música coral, trabajos mileuristas, cuentos publicados y postales acumuladas (si, eso colecciono) y he regresado hace poco a esta página donde comencé a escribir críticas literarias. Cosas malas, buenas y superiores. La vida misma.

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