Ilustración de "La mujer que huye" (2018) diseñada por Zaida Escobar.
"La mujer que huye" (2018)de Anaïs Barbeau-Lavalette
Portada de «La mujer que huye» (2018) de Anaïs Barbeau-Lavalette. | Fuente: Editorial Baile del Sol.

Es momento de convertirnos en los ojos indiscretos que reviven la memoria de un fantasma cuya vida estuvo llena de violencia, pasión por lo desconocido, lo que el corazón anhela, y pasos de huida sin fin. Anaïs Barbeau-Lavalette, escritora y cineasta canadiense, reconstruye la biografía de su abuela, la pintora y poeta Suzanne Barbeau (1926-2009), a través de La mujer que huye, publicada en España por Baile del Sol.

La novela simula un diario, pero en lugar de contar con las palabras de Suzanne, contiene notas de Anaïs dirigidas a Suzanne. Todas se encuentran ordenadas cronológicamente y divididas en partes por años. La elección de la narración en segunda persona no es arbitraria, se convierte en un golpe emocional tras otro desde la primera palabra, todos esos pensamientos que la autora se guarda en el pecho según va descubriendo la vida de su abuela. Con ello, no solo nos encontramos con la historia de Suzanne, si no con los sentimientos que sus acciones dejaron detrás de sí, especialmente en la madre de la autora. Que se relate en tiempo presente solo hace que el impacto de los hechos y las emociones narradas sea aún mayor, trasladando al lector a la sombra de Suzanne, volviéndolo parte de ella en cada momento.

La narración es cuidada y busca la belleza incluso en los momentos más terribles, se intercala entre las notas de Anaïs y sus poemas, las cartas y obras de Suzanne, así como los archivos documentales que fueron un punto y aparte en la vida de Suzanne, como el manifiesto Rechazo Total (1948), firmado por el grupo del Movimiento Automatista del que formaba parte. Esos cambios narrativos llevan a recorrer su vida desde la infancia, siguiendo sus pasos llenos de barro en las calles de Ottawa, la juventud inestable que le hizo huir por muchos rincones del mundo, y la inmadurez solitaria que la llevó de vuelta a Ottawa. Conocemos a sus padres: Archie y Claudia; a Marcel, pintor y escultor con el que estuvo casada y abuelo de la autora; entre decenas de personas que se cruzaron con su zigzagueante y explosivo camino.

Marcel está pintando cuando llegas a casa. El resultado es áspero y apasionado (…) bajo las explosiones cian y magenta descubres el ala roja de tu pájaro. Es cuanto queda de su vuelo efímero.

Te aproximas al cuadro y, con un gesto infantil que no explicas, te limitas a tocar lo que queda de tu dibujo. Unas pocas plumas.

Pero en tu fuero interno sabes que, incluso oculto, sobrevivirá.

Fragmento La mujer que huye (2018) de Anaïs Barbeau-Lavalette.

 

La obra, pese a tener un objetivo biográfico sobre la vida de Suzanne y el contexto histórico en el que se vio inmersa —no solo eso, sino que se zambullo profundamente en él—se convierte en un tren emocional que arranca con fuerza. Las palabras que Anaïs desde el principio son iracundas, llenas de rencor hacia la persona que no pudo valorar a quien ella más ama en el mundo: su madre. No obstante, según la propia autora ahonda más en los recovecos de la vida de esa mujer ausente y volátil con ojos maquillados de kohl, su figura deja de ser producto de un espejismo deleznable y oscuro para convertirse en un ser humano lleno de grises.

La autora tiene un punto de inflexión en la novela, en sus sentimientos y reflexiones. A través de los recuerdos amontonados en palabras sobre las que pisa con fuerza, Anaïs, al igual que su madre, dejan que el espectro emocional de Suzanne desaparezca y que solo quede la seguridad de que aquella mujer indefinible fue Suzanne y ese mapa lleno de idas y venidas, de pasos llenos de barro huyendo a lo indescifrable, fue la vida que vivió.

Fotografía de la familia Barbeau realizada por Maurice Perron en 1952
«La familia Barbeau» (1952) por Maurice Perron. | Fuente: «La mujer que huye» de Anaïs Barbeau-Lavalette.
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Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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