La expedición al Pacífico, de Eduardo Batán publicada por Serendipia, es uno de esos cómics que pillas por curiosidad y acabas leyendo de un tirón porque, sin darte cuenta, te ha metido en un viaje histórico que suena a clase de instituto… pero que aquí está contado con muchísimo más ritmo, más humanidad y bastante más gracia. A mí, que me encantan las historias reales que parecen inventadas, me ha sorprendido lo bien que Batán convierte la Comisión Científica del Pacífico —una expedición española del siglo XIX que recorrió medio continente americano— en algo que se siente cercano, casi como si estuvieras acompañando al grupo con una cantimplora y un cuaderno de notas. El cómic tiene ese punto de aventura clásica mezclada con divulgación, pero sin ponerse pedante ni soltar parrafadas que te saquen de la lectura. Y eso, sinceramente, es un logro.
Lo primero que engancha es el enfoque. Batán no se limita a contarte “fueron aquí, recogieron esto, descubrieron aquello”. No. Lo que hace es mostrarte cómo vivieron el viaje esos científicos: sus dudas, sus flipadas, sus meteduras de pata, sus momentos de “¿quién nos mandaría meternos en esto?”. Y ahí es donde el cómic gana muchísimo. La obra funciona porque está contada desde lo humano, desde la emoción del descubrimiento y también desde el cansancio, el calor, el frío, la incertidumbre y la sensación de estar en un territorio que no entiendes del todo.
El dibujo acompaña muy bien esta idea: no es hiperrealista ni falta que le hace. Es claro, expresivo, con un trazo que te guía sin distraerte, y que hace que incluso las partes más técnicas —cuando hablan de especies, de muestras o de métodos científicos— entren con naturalidad. Nada de “esto parece un manual”. Aquí todo fluye.
Un enfoque alucinante
Además, el cómic tiene un ritmo muy bien medido. Hay momentos de aventura pura, otros más contemplativos, otros casi cómicos, y otros que te dejan pensando en lo bestia que debió de ser recorrer América en aquella época sin GPS, sin carreteras y sin saber muy bien qué te ibas a encontrar. Batán consigue que un episodio histórico del XIX se lea como una road movie científica, con sus paradas, sus sobresaltos y sus descubrimientos inesperados. Y eso, para un lector que simplemente quiere disfrutar, es oro puro. También se agradece que no idealice a los protagonistas: no son héroes perfectos, sino científicos apasionados que a veces se equivocan, a veces se frustran y a veces se sorprenden como niños. Esa naturalidad hace que conectes con ellos enseguida.

Otro punto fuerte es el valor divulgativo. Sin darte cuenta, acabas aprendiendo un montón sobre la fauna, la flora y las culturas que encontraron por el camino. Pero lo mejor es que no te lo meten con calzador. El cómic te enseña mientras te entretiene, que es justo lo que debería hacer cualquier obra que quiera acercar la historia y la ciencia a un público general. Y ojo, que estamos hablando de una expedición que recolectó más de 80.000 ejemplares de todo tipo, muchos de los cuales siguen hoy en museos españoles. Ese dato, que podría sonar a curiosidad de Wikipedia, aquí se convierte en algo emocionante: entiendes el esfuerzo, el contexto, la importancia y también las dificultades que tuvieron para conservar y transportar todo aquello.
Con una edición insuperable
La edición de Serendipia también merece mención. Es de esas que da gusto tener en la estantería: cuidada, bien maquetada, con un formato que permite disfrutar del dibujo sin que nada quede apretado. Se nota que hay cariño detrás. Y eso siempre suma. Es el típico cómic que recomiendas a alguien que no suele leer cómics históricos, porque tiene el equilibrio perfecto entre entretenimiento y contenido. No es denso, no es académico, no es un ladrillo. Es accesible, directo y muy disfrutable.
¿Os recomendamos La expedición al Pacífico?
Como lector aficionado, me quedo con la sensación de haber viajado con ellos: de haber cruzado selvas, montañas y desiertos; de haber sentido el cansancio y la emoción; de haber descubierto especies nuevas y haber anotado cosas en un cuaderno que luego acabarían en un museo. Y como escritor aficionado, agradezco encontrar obras que demuestran que el cómic sigue siendo un medio increíblemente versátil, capaz de contar historias profundas sin renunciar a la cercanía. La expedición al Pacífico es una obra que entra fácil, se disfruta mucho y deja poso, que es lo que yo le pido a cualquier lectura.
Si te gustan las historias reales que parecen aventuras, si disfrutas con la divulgación bien hecha o si simplemente quieres leer algo distinto, dale una oportunidad. No hace falta ser historiador ni científico para disfrutarlo. Solo hace falta tener ganas de dejarse llevar por un viaje que, aunque ocurrió hace más de 150 años, sigue teniendo algo muy actual: la curiosidad humana por entender el mundo.

























