Prostitución - escorts

El sexo es uno de los motores que mueve el mundo, a nivel reproductivo en otros animales, y de forma más social y lúdica en humanos. Pero la sexualidad ha sido desde siempre también una moneda de cambio para medrar, o simplemente, en casos más extremos, sobrevivir.

La prostitución es considerada como “la profesión más antigua del mundo”, que toda persona puede utilizar en un momento dado para subsistir vendiendo su cuerpo, e incluso es legal en algunos países (con distintos matices). Pero desde siempre esta práctica ha convivido con el estigma social que significaba vender el propio cuerpo a extraños. A menudo, las prostitutas -circunstanciales o de largo recorrido- se veían obligadas a esconderse o a convivir las unas con las otras en guetos, a menudo en condiciones penosas y con la connivencia soterrada de las autoridades.

Aunque esta situación apenas ha cambiado para la mayoría, la fase extrema del capitalismo en la que estamos inmersos, así como la apabullante conectividad del llamado Primer Mundo han facilitado la irrupción de un tipo de prostitución que ya se daba con anterioridad, pero que surge de forma más organizada y revestida de glamour, destinada al consumo de las capas más pudientes de la sociedad o como “artículo” de lujo consumido de forma esporádica por otras personas menos adineradas.

Estamos ante mujeres en su mayoría, consideradas bellas o muy deseables, que ofrecen por dinero sus servicios de “compañía”, a clientes que a menudo dan por supuesto el sexo en la transacción, aunque no se explicite en todos los casos. Un ejemplo paradigmático podemos verlo en La Vie en Rose, con instalaciones en Barcelona y que ofrece “escorts de lujo” con distintos perfiles y nacionalidades. Como puede verse en este y otros “servicios” de escorts online, la tendencia camina hacia una visión de la prostitución alejada de estigmas sociales, en la que las chicas son ofrecidas en Internet con todo tipo de detalles, con una fotografía digna de las mejores revistas de papel cuché, y se promete el cumplimiento de cualquier fantasía sexual, un servicio alejado de cualquier connotación sórdida, en el que las chicas -aparte de mimetizarse con el lujo- afirman sentirse deseosas de satisfacer a sus clientes.

Estos servicios procuran alejarse de la precariedad -y a veces la trata- en la que las mujeres que venden su cuerpo suelen estar inmersas, y que los clientes pueden sentir fácilmente en otros relacionados con la prostitución. Las escorts ofrecen compañía -a veces en eventos sociales- y el sexo forma parte de la ecuación, pero procuran asemejar la experiencia del cliente a una relación algo más normalizada, en la que la relación de poder entre prostituta y cliente está presente en todo momento, pero que no consiste sólo en un puro acto físico. Alquilan sus servicios en ocasiones durante días o semanas, según las necesidades del cliente, y son exhibidas por él como estatus de poder.

Y esta es precisamente la distinción de una escort con respecto a otras prostitutas: el clasismo, que despoja de todas las connotaciones negativas a estas prostitutas, que bajo una pátina de glamour ofrecen sus servicios a quien pueda pagarlos. La mayoría de la sociedad interpreta este modo de prostituirse de forma diferente a otros. Interpreta que las escorts eligen esa vida por una mayor remuneración y estatus, y no sólo eso, sino que cree que la mayoría puede permitirse el lujo de rechazar clientes, algo que además refuerza el estatus del cliente, al supuestamente haber sido “elegido” por la escort.

Estamos en una sociedad sensible a los derechos humanos básicos pero que al mismo tiempo en ocasiones ha de aceptar saltárselos para sobrevivir en un mundo lleno de depredadores. Los clientes más adinerados nunca habían tenido problema alguno en aceptar las connotaciones negativas de los servicios de prostitución clásicos -e incluso algunos lo deseaban con fervor-, pero en la sociedad actual este estigma actúa también sobre los más pudientes, que consideran perjudicial para su imagen verse asociados con él, aunque sea frente a sus amigos más cercanos. Las escorts son precisamente el socorro de estos clientes, que buscan apartar el estigma social clásico y al mismo tiempo disfrutar de un servicio de prostitución.

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