Paradise Police

Seamos claros: resulta muy difícil aconsejar o desaconsejar el visionado de esta serie. Posee un humor tan particular, tan especial, y además tan esquizofrénicamente llevado todo el rato, que dependerá del humor particular de cada quién que guste o no guste. Hasta es posible que te pase como me ha pasado a mí: dentro de un mismo episodio he encontrado fragmentos que me han provocado la carcajada más absoluta y fragmentos que me han hecho torcer el gesto, fragmentos que me han llevado al borde de la náusea y fragmentos que me han llevado más bien hacia el bostezo. Una locura, ¿a que sí?

Tras este ejercicio inclasificable de animación adulta están Waco O’Guin y Roger Black, nombres habituales durante los últimos años en los productos audiovisuales de Comedy Central. Este dúo creativo comenzó su andadura en 2012 con ‘Brickleberry’, una serie sobre un grupo de guardabosques que duró tres temporadas, y que resucita en los dos últimos capítulos de la segunda temporada de “Paradise Police” haciendo así, según ellos mismos dicen, “el cameo más innecesario de la historia”. Y es que, poniendo en paralelo, como ellos ponen, ambas series, las similitudes son más que evidentes.

‘Paradise Police’ nos cuenta la loca vida del incompetente cuerpo policial local de la ciudad de Paradise, dándole protagonismo al pobre incompetente hijo del jefe de este cuerpo, también policía, Kevin Crawford. A su alrededor está el jefe del cuerpo, Randal Crawford, un hombre rudo y durísimo con todo el mundo que esconde malamente, sin embargo, a una persona repleta de inseguridades. Karen Crawford, alcaldesa de Paradise, además de madre de Kevin y esposa de Randall, la persona con mayor influencia política y también supervisora del cuerpo de policía. Junto con Kevin, el último en la comisaría, y Randall, está un elenco desquiciado de agentes.

Dusty Marlow, un obeso y afeminado obseso de los gatos, con enorme potencial policial pero al que todos sus clichés mantienen en el lado absurdo de la vida. Gina Jabowski, agente hipersexualizada sobre un estereotipo claramente masculino, amante de la violencia -muchas veces gratuita- e insistente acosadora de Dusty. Stanley Hopson, un veterano agente bisexual del que todo el mundo quiere librarse, de una forma u otra, pero que persistentemente resiste en su puesto y que malamente desarrolla su trabajo. Gerald Fitgerald, alias Fitz, agente de color recién llegado a Paradise de la gran Chicago y, por ello, un desconocido para todos los demás que irá adoptando un rol cambiante, y sorprendente, a lo largo de los episodios. Y, last but not least, Bullet, un perro amante de las gatas, drogadicto y politoxicómano. Cierran el elenco principal los dos delincuentes locales, dos “paletos” de las afueras que son siempre secuaces de un jefe superior, Robbie y Delbert, a los que, como curiosidad, ponen voces los mismos creadores de la serie O’Guin (a Robbie) y Black (a Delbert).

Ya solo con sus perfiles podemos ver una técnica humorística evidente que es, además, uno de los principales motores narrativos de los guiones de ‘Paradise Police’: la inversión y la oposición de roles. Mientras el jefe Randall es el hombre inseguro, la alcaldesa Karen es la fuerte de la pareja y ostenta un claro rol de poder y autoridad. Y mientras Dusty es un hombre obeso y afeminado, Gina es una mujer hipersexualizada y cuyos hábitos se suelen asociar a figuras masculinas. Hopson rompe el rol de la persona mayor, al demostrar un comportamiento bisexual claramente activo y ser, además, el personaje del que todos los demás buscan huir. E incluso Bullet, destrozando el tradicional rol de servicio de los canes policía, demuestra ser un narcisista caprichoso drogadicto y putero.

Paradise PoliceTambién nos resulta conocida otra técnica narrativa: la familia disfuncional como centro de relaciones entre los personajes a partir del cual ir introduciendo, en distintos roles y con distintas funciones narrativas, a los demás personajes. Nada nuevo. Entonces, ¿qué hace de “Paradise Police” una serie diferente a las demás? El inmenso grado de disfuncionalidad de la familia Crawford respecto a otras familias de la televisión. Aquí son ambos padres los que repudian abiertamente a su hijo, Kevin, hasta tal punto que son capaces de transmitir esta animadversión al pueblo entero (uno de sus días más memorables es, no en vano, “el día de Kevin”). La mascota de la familia y perro policía, Bullet, en absoluto es apreciado como en otras series, llegado el capítulo se verá que es uno de tantos otros perros posibles. Y en el mismo matrimonio, es la tremenda inseguridad de Randall la que mueve a la pareja, más que otro tipo de afectos.

Ambos motores narrativos son consecuentes con el anterior trabajo de O’Guin y Black, ‘Brickleberry’, con el que esta serie guarda una clara conexión. Pero también es evidente e innegable la similitud con ‘Padre de Familia’ (Family Guy). Hasta tal punto es así que, incluso, podemos llegar a considerar a esta serie como “la Padre de Familia de Comedy Central”. Pues posee muchos de los principales elementos de la serie creada por Seth McFarlane y, además, como aspecto diferenciador de su fórmula, todos los ingredientes añadidos que constituyen el sello del humor “made in Comedy Central”: un humor irreverente, a veces incluso salvaje, con directas referencias a iconos representativos de la cultura política conservadora estadounidense (especialmente, Fox News y The Walt Disney Company), y donde el sexo es una herramienta para hacer humor desde valores claramente progresistas (el feminismo y el apoyo al #metoo, la igualdad de derechos, el apoyo a los desfavorecidos, entre otros).

Paradise PoliceLo que podía ser un producto de lo políticamente correcto es en Comedy Central, sin embargo, una salvaje sucesión de gags locos entre los que se introducen los valores éticos y morales de la cultura pop estadounidense, cuando se puede y siempre en todo de crítica. En ‘Paradise Police’ nos quedaremos boquiabiertos cuando se haga referencia a los “personajes racistas” de Disney o a su antisemitismo originario; cuando se retrate la “obediencia ciega” de la audiencia de Fox News a la ideología de su canal; a la aparición de la famosa que “no podemos nombrar”, con una bolsa en la cabeza, pero que, por lo que dice y lo que hace, todos asociamos inmediatamente con Gwyneth Paltrow; o a de que forma tan sutil e inteligente se critica la explotación infantil en televisión y, de paso, se hace una brutal alusión a la pederastia de Michael Jackson.

A este polo de alusiones con claro fondo moral, muy bien encajadas en el guion, se contrapone una interminable sucesión de gags locos con bastante menos sentido y que le sirven a la serie para acentuar, todavía más si cabe, la disfuncionalidad de sus personajes. Poniendo a Kevin de pareja sentimental de un coche policía, mientras todo el pueblo le llama “follacoches” (por cierto, un saludo desde aquí a los habitantes del Foro Follacoches ;-). A Randall “torturando” a los prisioneros en comisaría, restregándole sus pechos por la cara, hasta el punto en que los prisioneros que huyen vuelven al poco para seguir. A Dusty encerrado en una cárcel de mujeres durante meses, sin que nadie advirtiese problemas en esto (salvo las reclusas, claro). A Hopson tirándole un pedo y restregándole su polla por la cara al jefe Crawford, mientras éste intenta ignorarle y hacer como si no existiera. O a Bullet convirtiendo la comisaría en un prostíbulo. Entre otros muchos.

Paradise PolicePor todos estos motivos, ‘Paradise Police’ resulta ser una serie muy complicada a la hora de decidir si recomendarla o no. Es lo suficientemente similar a otras series como para parecernos una copia descarada, pero también posee los suficientes elementos peculiares propios como para que la veamos de una forma totalmente distinta al original. Estamos ante una serie con un claro trasfondo moral aperturista, pero que además es lo suficientemente loca como para que vea ese trasfondo lo vea solo quién lo quiera ver, y quién no quiera, pueda pasarse veinticinco minutos divertidos -con distintos grados de locura y gracia, eso sí-.

Entonces, ¿qué hacer, verla o no verla? Personalmente, me he divertido. Me ha parecido un tiempo de mi vida bien invertido. La serie me ha traído risas y carcajadas, mayoritariamente. Y a veces, incluso, ha conseguido evadirme de la realidad para llevarme a su mundo loco, desquiciado y disfuncional. Si fuese tú, yo la vería. Son dos temporadas, diez y ocho capítulos respectivamente, la tienes en Netflix, y conseguirá sacarte por otros medios de entre esas cuatro paredes entre las que, en estos días difíciles, muchos y muchas -por responsabilidad- debemos estar. Échate unas risas. ¡Ya verás que bien!

Desde Fantasymundo, os transmitimos todo nuestro ánimo.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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