Crítica de Hugo Mier Calleja.

Película con un fuerte componente experimental, a medio camino entre la ficción y el documental, que dramatiza la entrevista que la escritora y periodista  Linda Rosenkratz le hizo al fotógrafo Peter Hujar, como parte de un proyecto inconcluso.

 En 1974, Linda Rosenkratz ideó un proyecto bastante curioso: una serie de entrevistas a personalidades del arte y la cultura en la que estas relataran lo más minuciosamente posible cómo había sido su día anterior. Los objetivos no están claros: quizá pretendía reflejar la vida cotidiana de estas personas en un intento de establecer más cercanía o quizá era una búsqueda del origen de su inspiración y su motor creativo a través de sus procesos y también de su vida diaria. El proyecto quedó inconcluso y Rosenkratz sólo llegó a realizar una entrevista al fotógrafo Peter Hujar, cuya grabación se perdió, pero sobrevivió una transcripción a la que Sachs tuvo acceso y a partir de la cual ideó esta película, en la que dos actores , Rebecca Hall (El truco final, Vicky, Cristina, Barcelona) y Ben Whishaw (Skyfall, Langosta, El atlas de las nubes) encarnan a entrevistadora y entrevistado.

Esta idea, que en principio puede sonar extraña e incluso aburrida, es ejecutada de una manera brillante y eficiente por Sachs. La materia prima ayuda mucho: Hujar se codeaba con la crema de la intelectualidad neoyorquina del momento, y por su narración desfilan nombres como Susan Sontag, Allen Ginsberg o Robert Mapplethorpe. Su narración, además, es tremendamente detallada. Es de gran ayuda el trabajo interpretativo de Whishaw, que encarna al fotógrafo con gran naturalidad y fluidez. Rebecca Hall le da una réplica perfecta y  la altura. Es necesario señalar que Sachs no realizó ensayos previos con los actores, en la búsqueda de la naturalidad. Viendo el resultado, el trabajo interpretativo (especialmente de Whishaw, ya que es casi un monólogo suyo) es espectacular.

Sachs opta por usar una cámara analógica con película de 16 mm, típica de la época, lo cual es absolutamente esencial para recrear la sensación de documento original y fidedigno. Junto con la cuidada ambientación, diseño de vestuario, de producción, etc, consigue transmitir una fuerte sensación de documento real. No tenemos la impresión de estar viendo una recreación, si no una grabación auténtica y original de la entrevista, generando una experiencia inmersiva que hubiera sido imposible de lograr con una cámara digital.

Se puede entender “Un día con Peter Hujar” como un experimento sobre un experimento, una suerte de muñecas rusas o quizá una caja de resonancia que pretende ser un transmisor de aquella idea que Rosenkratz no terminó de llevar a cabo. Es por tanto también una salvaguarda y una garantía de que no caerá en el olvido.

Es difícil encuadrar esta obra dentro de un género definido. Está cercano al documental, pero se escapa de esa categoría en el momento en el que usa a actores y no hace una narración omnisciente o extradigética, si no que hace una inmersión plena. Sin embargo, tampoco es ficción, ya que nos muestra un acontecimiento real sin la más mínima intención de modificarlo dramáticamente. “Recreación” sería la palabra más exacta, pero hay algo más: esa intención de mantener en la memoria el trabajo de Rosenkratz a la vez que analizarlo a través de su reproducción fidedigna.

Por lo tanto, “Un día con Peter Hujar” resulta una obra más compleja de lo que parece. Genera una gran cantidad de preguntas en las mentes inquietas que tengan la oportunidad de verla. Es un diálogo sobre el arte, sus métodos y sus objetivos que se establece entre el proyecto original y su recreación al que el espectador está invitado a participar de forma activa. Es por lo tanto, recomendable de una manera categórica para quienes se planteen estas cuestiones.

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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