Película episódica de uno de los autores más prominentes del cine independiente americano, que gira en torno a las relaciones familiares.
Crítica de Hugo Mier Calleja.
Jim Jarmusch, el gran superviviente de la generación de cineastas estadounidenses independientes de los 70, que incluye a nombres tan importantes como David Lynch o John Waters, vuelve a la carga con una película que disecciona a la familia y las relaciones en su seno, enfatizando la ausencia de los que ya no están y como afecta a los demás.

La película está construida con tres historias independientes, pero que comparten algunos elementos comunes: en la primera, dos hermanos, Jeff y Emily (Adam Driver y Mayim Bialik) visitan a su excéntrico padre (Tom Waits, amigo y colaborador habitual de Jarmusch) que vive solo en su casa en el monte tras la muerte de su mujer, estableciéndose un contraste entre los hijos, formales y circunspectos, y el padre, un individuo bastante peculiar interpretado por un Tom Waits en su salsa.
En la segunda historia, dos hermanas (Cate Blanchett y Vicky Krieps) visitan en Dublín a su madre (una exultante Charlotte Rampling) en una situación que contrasta fuertemente con la anterior: aquí la madre es una mujer culta, elegante, refinada y flemática y espera que sus hijas también lo sean. La mayor se parece más a ella, pero la joven es más rebelde e independiente, aunque es la mayor la que parece más infeliz. No se menciona al padre ni se explica su ausencia en ningún momento, con lo que se crea una especie de microcosmos de intimidad femenina.
En la tercera historia ambos progenitores están ausentes debido su muerte en un accidente aéreo y son sus hijos, mellizos y mestizos (Indyia Moore y Luka Sabbat) los que deben ir a su antiguo piso de París a recoger sus cosas, ya que la vivienda ha sido embargada por una deuda impagada. Este es el fragmento en el que hay más cercanía y complicidad entre hermanos, que se enfrentan a este trance dándose cariño y apoyo mutuo en la que sin duda es la historia más intimista de las tres, aunque no se decanta abiertamente por el dramatismo, si no que más bien refleja una escena cotidiana dentro de su singularidad y atravesada por el drama, pero sin regodearse en él, prefiriendo poner el foco en la intimidad y el amor de los hermanos.
La película, por tanto, se presenta como una composición poliédrica que intenta explorar diferentes aspectos de las relaciones entre padres, madres, hijas e hijos. Jarmusch parece especialmente interesado en incidir en las ausencias y cómo estas condicionan a los presentes, ya sea por exceso o por defecto. Estas ausencias quedan remarcadas tanto por ser explícitas como implícitas y a través de la actitud de los personajes, podemos suponer el grado de distanciamiento con respecto a quienes no están: distante y asumida en la primera, misteriosa y quizá tabú en la segunda, cercana y dolorosa en la tercera.
Más allá de la temática, Jarmusch introduce ciertos elementos visuales para reforzar la unidad de estilo entre os tres episodios: coincidencias en la ropa con personajes que descubren que visten con los mismos colores; un Rolex que siempre lleva algún personaje y sobre el que hay dudas de su autenticidad y la aparición recurrente de unos skaters que llaman la atención de alguno de los protagonistas.
“Father, mother, sister, brother” quizá no sea la mejor película de su director, pero es desde luego una obra notable y de indudable calidad: un reparto de primera categoría, un guion excelente y una dirección acertada son las grandes bazas de esta película. Sin duda, muy recomendable.
























