Crítica de Hugo Mier Calleja.
Comedia alemana de ciencia-ficción que explora las relaciones entre las personas y las máquinas, especialmente las IA’s y cómo pueden establecerse vínculos entre ambas.
Alma es una arqueóloga inmersa en el estudio de unas tablillas con escritura cuneiforme que podrían rebelar importantes datos sobre la civilización sumeria. Necesitada de fondos, decide apuntarse a un programa por el que deberá convivir durante tres semanas con un androide con un aspecto y comportamientos supuestamente indistinguibles del de un humano real que ha sido creado y programado en base a sus gustos. Alma, extremadamente escéptica sobre los humanoides, se lo pondrá muy difícil a Tom, que es como se llama el androide, aunque poco a poco irá cediendo y acercándose más a él.

“El hombre perfecto” no es una película que vaya a trascender a la historia del cine, pero resulta bastante interesante. A través de la peripecia de Alma con Tom, podemos explorar la relación de humanos y máquinas, especialmente cómo podríamos reaccionar ante un ser artificial que pretende ser humano y con el que además se supone que se ha de establecerse una relación estrecha y un vínculo emocional.
Para entendernos, sería el reflejo humorístico de “Her”, la diferencia radica en que lo que buscan los protagonistas de ambas películas es totalmente distinto: en el filme de Spike Jonze el personaje de Joaquin Phoenix ansiaba mitigar su soledad, mientras que aquí, Alma persigue objetivos materiales por pura conveniencia, aunque el hecho de que se haga desde una perspectiva cómica, no le resta validez a la profundidad y el análisis que la película hace de la relación humano-máquina, ya que las cuestiones que plantea no distan demasiado de las que parecen en obras maestras incontestables como “Blade Runner” o “Ghost in the Shell”, pero la carga filosófica está conveniente atenuada para facilitar el visionado de la película a un público más amplio. No puede evitar caer en ciertos clichés de las comedias románticas, pero está llevado de una manera que no resulta demasiado forzado o evidente.
A nivel interpretativo, hay un buen trabajo de los actores: Maren Eggert resulta totalmente creíble como la mujer algo cínica que irá abriéndose poco a poco, pero es Dan Stevens en su papel de Tom el que realiza un trabajo actoral más notable: su rigidez y su eterna media sonrisa iniciales van desapareciendo poco a poco a medida que se va relacionando con los humanos e integrándose en ellos; su mirada fija en unos ojos que no parpadean se va relajando y su voz se va modulando y volviéndose más natural. Sin embargo, no deja de transmitir cierta inocencia infantil, propia de alguien que acaba de salir al mundo y lo descubre por primera vez.
Como dije, El hombre perfecto no pasará a la historia del cine, sin embrago, merece considerarse entre la lista de películas que tienen algo que decir sobre la relación entre hombres y máquinas y de los desafíos a los que podemos enfrentarnos al tratar con inteligencias artificiales que pueden estar a la altura de la nuestra.

























