Historia en torno al conflicto irlandés, entremezclado con dramas personales, en la que un hombre intenta que su hermano se reconcilie con su pasado.

Crítica de Hugo Mier Calleja y Natalia Calvo.

Yorkshire, finales de los años 80. Un ex-soldado británico se adentra en los espesos bosques del norte de Inglaterra para buscar a su hermano mayor, que vive aislado como un ermitaño en una cabaña. Ambos estuvieron destinados en Irlanda del Norte y mantienen heridas abiertas, especialmente Ray, el mayor, que decidió abandonar su hogar y aislarse del mundo. Cuando su hijo, un adolescente, le da una brutal paliza a otro chico por insultar a su padre, Jem, el hermano menor, decide que ya es hora de que Ray se enfrente a la realidad. En el encuentro ambos confrontarán sus visones del presente y del pasado y tratarán de sanar sus heridas.

Ronan Day-Lewis, hijo de Daniel Day-Lewis, dirige a su padre en la que representa la vuelta al cine del actor después de ocho años alejado de la profesión. Padre e hijo, guionistas de la película, construyen una historia que gira en torno al conflicto, el perdón y la redención, mostrando las heridas que la lucha deja en uno de los bandos, en este caso el británico. Cada uno de los hermanos tiene una perspectiva diferente del asunto: el mayor más desengañada y distanciada, el menor desde la lealtad a dios, a la patria y a la reina.

La historia se construye con dos tramas paralelas: en una tenemos a los dos hermanos en el bosque, en la otra, la de Nessa, la esposa de Ray con su hijo Brian. De manera especular, vemos a dos parejas de individuos a los que las circunstancias les llevan a acercarse, abrirse, entenderse y sobre todo, a confrontar el pasado para poder seguir adelante. En ambos casos se reproducen las fases del duelo, aunque no necesariamente en el orden habitual.

Las interpretaciones son, desde luego, el punto fuerte. Un Sean Bean magnífico, como nos tiene acostumbrados, da la réplica a Day-Lewis, que interpreta un per22sonaje aparentemente totémico e inquebrantable, que usa sus valores para mantener un rumbo fijo en su vida, pero que también muestra grietas y debilidades.

Day Lewis y Bean en un momento de la película.

El guion es quizá su gran fallo, algo triste de decir, ya que el propio Daniel Day-Lewis está implicado en él, pero hay un notable desequilibrio entre el desarrollo de los personajes y la historia: provoca cierta sensación de anécdota y estiramiento, de un conflicto inicial que, aunque grave, no parece para tanto en el contexto de una lucha armada como la que se dio en el Ulster, aunque puede resultar aceptable como metáfora y representación del conjunto del enfrentamiento de ambos bandos y sus consecuencias, pero produce cierta incredulidad como gran trauma y motor del conflicto. Además, la cuota de pantalla está demasiado balanceada hacia el lado de Day-Lewis, mientras que Sean Bean aparece en segundo plano en casi todas las réplicas, incluso en los momentos en los que lleva la voz cantante del discurso, cuestión que no comprendo, puesto que Bean es un actor tan capaz como Lewis, especialmente en el contexto dramático.

Por otro lado, no se puede evitar cierta sensación de pretenciosidad y grandilocuencia. En vez de dejar que los elementos narrativos hablen por si mismos, se aprecia una voluntad de enfatizar demasiado ciertos momentos y darles una carga dramática excesiva.

El apartado visual está sin duda muy cuidado: se añaden algunos elementos oníricos para intentar entender mejor a Ray y profundizar en su traumatizada mente. Aportan belleza y lirismo, junto con los apabullantes paisajes del noreste de Inglaterra. Los interiores nocturnos de la cabaña, con la única iluminación de la chimenea, tienen un aire ancestral y casi místico y propicia el sinceramiento mutuo de los hermanos en una atmósfera cercana al recogimiento espiritual. La fotografía de Ben Fordesman es otro de los elementos positivos a destacar.

La conclusión, por tanto, es que “Anémona” resulta decepcionante. La esperada vuelta de Daniel Day-Lewis al cine no viene acompañada de la excelencia que que sería deseable y su actuación, tanto cono la del resto del reparto, sumado a esos elementos visuales tan cuidados, son destellos que no consiguen dar el suficiente lustre en un una película cuya historia está construida con mimbres muy endebles. Una verdadera lástima.

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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