Una mirada personal a las catedrales españolas más significativas, que reivindica su valor como imagen de las sociedades que las erigieron, explora sus resonancias culturales y prueba que la realidad de esos templos puede llegar a ser más fascinante que su leyenda.

 

Un viejo y bellamente encuadernado ejemplar de La arquitectura gótica en España, de G. E. Street —obra clásica que aparece recomendada como bibliografía general en la introducción de este libro— estaba entre los más apreciados de la bilioteca de mi padre. Me recuerdo, de niño, mirando con atención los grabados que lo ilustraban, alguno de los cuales llegué a copiar a plumilla y rotulador.

Me vino a la memoria al tener en mis manos la imponente Catedrales, recién publicada edición en rústica de la celebrada obra del escritor, dibujante y escultor Miguel Sobrino, que en su edición en cartoné ya suma siete ediciones. Todas ellas han sido publicadas por La Esfera de los Libros.

Hay que aclarar que, pese a su extensión, la obra no abarca la totalidad de las más de sesenta catedrales que existen en España —algo que hubiera convertido este ya muy extenso libro en un tocho inmanejable— sino que se centra en los veintitrés templos que, a juicio del autor, revisten más interés.

Personalmente, he echado de menos la presencia en él de la catedral de Palencia, con el templo visigodo que yace bajo su suelo. Ya dice su apodo que se trata de una «Bella Desconocida», y esta obra no ayuda a desmentir esa fama.
También la de Zamora, con ese cimborrio románico que tanto la distingue y que anticipa tanto que habría de venir en otros templos. Otra vez será.

Pero centrémonos en las catedrales que sí llenan las páginas del libro.
Son, por orden alfabético: Ávila, Barcelona, Bilbao, Burgos, Córdoba, Gerona, Granada, Jaca, León, Murcia, Oviedo, Palma, Pamplona, Plasencia, Salamanca, Santiago de Compostela, Santo Domingo de la Calzada, Segovia, Sevilla, Sigüenza, Toledo, Valencia, Vitoria y Zaragoza.

«A pesar de dicho interés y de su vigencia como símbolo ciudadano, la catedral continúa siendo una desconocida para la mayoría. No se trata de una cuestión de estilos, de saber si aquello es románico o es gótico: la historia del arte se ha sustentado demasiadas veces en un fatigoso punto de vista descriptivo y clasificador, propio de quien rellena las rutinarias fichas de un archivo»

 

A todas ellas dedica Sobrino una atención meticulosa y, me atrevería decir, hasta cariñosa. Tiene el lector, a veces, la sensación de leer textos dedicados más a seres vivos que a edificios inanimados.
No escatima palabras para poner ante los ojos del lector las facetas más diversas de cada catedral, su historia y la del paisaje y el paisanaje que la rodea.

Cada capítulo va encabezado por un bien elegido título que alude a algún rasgo que defina la catedral de la que trata («Templo y fortaleza», «Muros de cristal», «La catedral-arrecife»…), al que sigue una representación en planta del templo sobre la que se señalan zonas de la misma donde se ubican elementos que son objeto de la atención del autor.

A continuación, vienen los textos. Amenos y escritos en un lenguaje sencillo, plenos de curiosidades y trufados de puntos de vista personales, constituyen una lectura fácil, de esa que atrapa al lector. Nada que ver con las frías y académicas descripciones de muchas guías.
Además, están bien estructurados en numerosos apartados, algo siempre muy de agradecer: sirven como hitos del camino, si la lectura del libro se lleva a cabo de principio a fin, o para localizar aspectos concretos de un templo determinado, si se emplea como obra de referencia.

Finalmente, cada capítulo es rematado con una breve bibliografía particular sobre la catedral tratada, por si el lector se queda con ganas de profundizar más.

Más de cuatrocientas ilustraciones ha creado Sobrino ex profeso para este libro. La inmensa mayoría son bosquejos sencillos, abocetados por el autor a mano alzada.
Pese a su sencillez, sirven su propósito de apoyo al texto, y gracias a ella encajan en el tono humano y personal que impregna toda la obra.

«La catedral no era, pues, sólo un edificio para el culto, sino un verdadero centro de actividades, donde tenían lugar las celebraciones solemnes propias de la capitalidad diocesana, desde la que se gobernaba la diócesis y donde también se llevaban a cabo actividades seculares. Si en una humilde parroquia el pórtico se utilizaba como lugar de reunión del concejo y el atrio cual emplazamiento del cementerio, en una catedral los distintos usos se acumulaban a lo largo y ancho de sus múltiples espacios…»

 

Encuadernada en rústica, la presente edición acerca a los lectores, a un precio ligeramente más económico, una obra que celebra este año una década ininterrumpida presente en las librerías.

Pese a sus más de ochocientas páginas, se maneja sin dificultad y se lee con facilidad.

La ilustración de cubierta, con los alzados de algunas catedrales emblemáticas y un título muy logrado en su diseño y tipografía, es un bello ejemplo de sobriedad y elegancia, en mi opinión.

 

 

Miguel Sobrino González (Madrid, 1967) es dibujante y escultor. Ha publicado numerosos artículos sobre arte y arquitectura tanto en libros (El lenguaje de la arquitectura románica, La arquitectura tradicional en tierras de León, El arte del Renacimiento en el territorio burgalés, Palacio árabe de la Alhambra, Itinerarios de Isabel la Católica, En torno a los oficios tradicionales, El arte en el Camino. Un recorrido artístico por el Camino de Santiago) como en medios especializados o divulgativos (Goya, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, Loggia, Descubrir el Arte, La Aventura de la Historia, Restauración y Rehabilitación).

Como ilustrador, ha trabajado para diferentes editoriales y por encargo para varias instituciones como el Instituto del Patrimonio Histórico Español, Instituto Cervantes, Fundación de Cultura Islámica, Museo de las Ferias de Medina del Campo, Museo Arqueológico de Vitoria, Institución Gran Duque de Alba, Fundación Martínez Gómez-Gordo y los ayuntamientos de Madrid, Córdoba y Santo Domingo de la Calzada.

Habitualmente imparte clases, conferencias y cursos en universidades y otras instituciones. Junto a Enrique Rabasa, se encarga de la asignatura de Taller de Cantería en la Escuela de Arquitectura de Madrid.

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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