Worms es una saga que, para bien o para mal, lleva lanzando juego tras juego más de dos décadas, siempre dando vueltas alrededor de su jugabilidad básica y sin salirse demasiado de su propio tablero de reglas, sobre todo después de comprobar que sus versiones en 3D no resultaron de mucho éxito. Lo malo de esta situación es que, después de tantas entregas, uno tiene la sensación de volver a jugar a lo mismo una y otra vez. Lo bueno, que la tenacidad a veces tiene sus frutos y en ocasiones nos llega una entrega que sobresale del resto, ya sea por dar en el clavo con las novedades o por volver a los orígenes. No nos llevará mucho tiempo de juego descubrir que WMD puede valorarse entre estas excepciones.

Desde hace mucho tiempo Team 17 lo ha tenido claro: la fórmula funciona y tiene para rato. Cada uno de nosotros tenemos nuestro favorito; el mío, el Worms World Party, allá por 2001. Mirándolo en perspectiva, hemos presenciado cambios que en las últimas entregas se están revirtiendo, volviendo más a la jugabilidad de los títulos de los ’90 y Worms WMD ahonda en esta cuestión.

Worms WMD

Primero, para los que no los conozcan, estos gusanejos malvados se dividen en equipos cuya misión es destruir al rival mediante armas de todo tipo, algunas tan típicas como bazucas o granadas de mano y otras tan esperpénticas como ovejas voladoras y estatuas de burros de hormigón. El humor ácido está siempre, además, a la orden del día. Eso sí, no os confundáis: por muy informal que parezca a primera vista, el sistema de jugabilidad está muy bien implementado y nivelado y en alta dificultad o contra otros humanos es un reto considerable. Todo esto, normalmente, en entornos 2D, por turnos con tiempos muy limitados, de segundos apenas y con gráficos de dibujo animado.

Una vez en WMD, siglas que corresponden a varias cosas dependiendo de la cinemática que aparezca o de a quién preguntes, vemos que las opciones siguen siendo las mismas de siempre: modo de un jugador, multijugador y configuración de equipos, para ponerle nuestro nombre y el de nuestros amigos o enemigos a los equipos de gusanos que irán al campo de batalla.

Worms WMD

El modo de un jugador se divide en fases de entrenamiento bastante útiles si no has jugado antes y, para los veteranos, introducirse en la mayor novedad jugable de esta entrega: el uso de vehículos. Al igual que aparecen minas y barriles explosivos en los escenarios 2D, veremos tanques, mechas, helicópteros y alguna que otra sorpresa más. Al contrario de lo que pueda parecer, y teniendo en cuenta que estamos en un juego donde existen burros de hormigón gigantes y meteoritos que destrozan todo el escenario, están bastante bien implementadas dentro del juego. Dan una ligera ventaja a quién se suba en ellos pero que en ningún caso definen la victoria de una partida, por sus limitaciones a la hora de moverse y por su manía de explotar cuando les disparas un par de veces, entre otras cosas.

Por si fuera poco, a los vehículos se le suman diferentes torretas y puestos fijos bastante mortales, pero que suelen dejar a nuestro gusano en una posición bastante precaria, fácilmente alcanzable por un disparo con mala uva.

Durante estas partidas de entrenamiento veremos también que el sistema de físicas se acerca más al de Armageddon o el World Party que a las últimas entregas, pero quedándose a medias. Tener en cuenta el viento sigue siendo básico para acertar los disparos y en general se controla bastante bien.

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El modo campaña es una excusa para ponernos en diferentes situaciones frente a otros gusanos, primero en ventaja y luego progresivamente en desventaja total. Poco a poco nos irán explicando diversas formas de jugar, en la que en una fase puede predominar la movilidad, en otra las armas de un tipo, los vehículos, la planificación u ocultación. Aprovechando esto último, comento que se recupera la capacidad de «introducirnos» en edificios y estructuras varias donde seguro que se encuentran cajas y donde estaremos a salvo, ya que, salvo que un gusano del equipo contrario esté metido dentro del mismo edificio, no podrán vernos en la pantalla, haciendo difícil que nos acierten.

En total el número de misiones es bastante adecuado aunque poco rejugable, ya que aunque hay objetivos secundarios y algún objeto oculto a encontrar, las características de cada fase son demasiado únicas y desniveladas a propósito. Una vez que probamos el mutijugador, aunque sea contra la máquina, no querremos volver.

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El tercer modo es el desafío. Si encontramos ciertos objetos en la campaña, podremos acceder a mapas en los que el objetivo es eliminar a un gusano enemigo de una forma concreta. El diseño de los mapas en estos casos es excelente y muestra la diversidad de opciones que tenemos dentro de una mecánica tan sencilla. ¿Que no tenemos un jetpack o un paracaídas para pasar de una isla a otra? Sin problema, pongo una mina a mi lado y su explosión me lanzará. Pues todo así.

Antes de pasar al multijugador es obligatorio comentar la segunda gran novedad en el sistema de juego: la creación de armas mediante crafting. Una vez más, un acierto total por parte de Team 17. La mecánica es muy sencilla. Además de armas, podemos recoger por el escenario diversos objetos.  Durante nuestro turno o el de los rivales, podemos utilizar esos objetos para crear versiones mejoradas de las armas tradicionales o acceder a las más potentes. ¿Que la granada sagrada no es suficientemente buena? Pues una bomba sagrada de racimo. Escopetas con mira láser, alfombras voladoras, el regreso del vaso de Ming y de la cuerda ninja al estilo clásico, etc. Un nivel extra de estrategia en el juego a la vez que aumentan una vez más el número de armas totales disponibles, que se sitúa ya acercándose al centenar.

Worms WMD

Una vez entramos en el multijugador, comienza lo bueno: podemos jugar hasta seis jugadores con ocho gusanos cada uno en mapas de pequeño tamaño, ya sea contra equipos controlados por la máquina, jugando en local con un solo mando (funciona por turnos) o con varios controles, u online de varias formas y en general bastante estable. Es donde el juego triunfa, más que jugarlo solo. Los mapas se generan automáticamente si bien podemos decirle que imponga ciertas características y apuntarnos el número de semilla para volver a jugarlo posteriormente. Las reglas del juego también son bastante configurables, desde la cantidad de cajas que caen del cielo hasta con qué armas empezamos y cuántos turnos tenemos que esperar hasta utilizar cada una de ellas.

En general, si bien como he comentado al final es lo mismo de siempre, en esta ocasión han sabido redondear una experiencia de juego completa y satisfactoria, tanto por las opciones disponibles como por su jugabilidad y diversión. Gráficamente ha cambiado poco en veinte años, si bien Team 17 ha dejado a un lado las 3D en el modelado de personajes y escenarios y estamos ante niveles 2D pintados «a mano» de gran calidad en las misiones de campaña y desafíos, con mucho mejor resultado. Dejan algo que desear en multijugador precisamente porque el que se generen automáticamente hacen que pierdan personalidad y se nota que están un nivel por debajo. Las animaciones excelentes, pero he notado algunos tirones de frames en PS4 cuando carga alguna arma nueva o nos metemos en algún vehículo. Como es por turnos, no afecta al juego, pero no entiendo muy bien qué es lo que causa bajada de framerate en un juego tan sencillo.

Worms WMD

La música, voces y sonido a un gran nivel. Vuelven una vez más los comentarios multilenguaje de los invertebrados, de tal forma que la mayoría de equipos en campaña hablarán en inglés habitualmente, pero para nuestro equipo podemos ponerlas en español, tanto masculino como femenino, así como en otros muchos idiomas. Una pena no poder elegir el género de la voz por gusano en vez de solo por equipo.

En resumen, a los aficionados a los Worms, decirles que vayan a probar WMD cuanto antes. A los que nunca lo han jugado, que aprovechen para introducirse es esta longeva saga que tanta diversión ha proporcionado en sus entregas. Las novedades jugables así como la vuelta a los orígenes en algunas de sus características han mejorado notablemente la experiencia respecto a anteriores entregas. Solo le falta la vuelta del modo Fortaleza y un poco más de personalidad en los escenarios multijugador para ser un juego redondo.

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