
Resulta que Steven Universe no es el único que tiene que hacer una parada inesperada en Corea del Sur para desvelar un secreto familiar. Los protagonistas de Un puente entre dos almas de Lidia Fernández Galiana se las ven y las desean para sobrevivir a una maldición que les obligará a ver el mundo con otros ojos. La novela editada por Suma cuenta con una ilustración de Jedit como cubierta.
Byeon Siu ha vivido siempre con la excelencia por objetivo. Ya sean sus estudios, su personalidad, sus modales o su actitud…, siempre debe ser perfecto. Es la única manera de coexistir con su madre, tratar de igualar sus estándares imposibles.
Pero, tras un deseo impulsivo, su organizada vida se convierte en una maraña que corre el riesgo de destrozar todo por lo que ha trabajado.
En cuanto se cruza con Enzo, el desagradable hermano de su mejor amiga, su destino cambia de manera radical. No le quedará otra que descubrir un mundo que creía prohibido.
La novela cuenta con un gran corazón, muy buenas intenciones y el foco puesto en el amor perjudicado por los silencios, la importancia de las redes de apoyo, la dignidad del individuo y su alcance a un colectivo mayor.
Sin embargo, se enreda mucho en sí misma, repitiendo hasta la saciedad conceptos que ya estaban claros cien páginas más atrás.
Para darle una mayor profundidad a los personajes secundarios, Fernández preparó una serie de subtramas de lo más variadas que beben mucho de los kdramas. Algunas tienen éxito y cuajan, otras, no obstante, se diluyen por el peso de la historia principal. Aún cuando ésta se encuentra atascada en un bucle.
Pese a ello, los personajes son el elemento más sólido de toda la novela. Fernández hace querer conocer sus sueños, secretos y pesadillas. Porque los tienen a puñados y a veces, incluso, son de lo más inesperados.
La autora no tarda en señalar el racismo sistémico, lo que lo alimenta, y lo mucho que afecta a escalas en las que a veces no nos paramos a pensar. No solo expone el contraste que supone la vida diaria de Siu y Enzo, también por cómo se siente percibido Siu cada vez que está en Corea del Sur.
Fernández usa clichés en los lugares y formas más inesperadas y los volatiliza en el aire a toda velocidad, excusas efímeras para llevar la historia en la dirección que busca.
Un puente entre dos almas es una novela dulce cargada de coraje y, pese a su tendencia a la repetición, deja un buen recuerdo.
























