Una aventura relajada, estética y alejada de los patrones habituales del género, donde explorar será nuestro único objetivo

Unos años antes de este Hidden Depths, en verano de 2015, Uppercut Games lanzó una aventura bastante particular, Submerged. La propuesta parecía bastante clásica, con la única particularidad de pasarla subidos a un bote en una ciudad parcialmente sumergida.

Estéticamente bastante agraciado pero limitado en sus posibilidades, resultaba que a diferencia de la mayoría de su competencia, íbamos descubriendo poco a poco que realmente, no teníamos obstáculos. Avanzábamos por los parajes en busca de ciertos elementos en el mapa pero nada nos impedía conseguirlos. De hecho, no podíamos morir.

Claro que expuesto así, pierde su gracia. Se trataba de explorar de forma tranquila un mundo que en ocasiones resultaba monótono y en otras, precioso. Aún con sus limitaciones, al menos su premisa tenía la suficiente personalidad para llamar la atención sobre la marabunta de opciones que siempre tenemos disponibles.

Por otro lado, con el aumento paulatino en la importancia de la narrativa, muchos de los parámetros clásicos con los que medimos la jugabilidad se han ido desdibujando. La libertad de los desarrolladores para elegir qué tipo de propuesta quieren hacer ya es prácticamente completa sin que resulte, por sí mismo, algo disruptivo o único. El logro no es hacer lo que se quiera, sino que ya de igual, no hay que justificar las decisiones. Al menos, no de forma habitual. Por eso, Submerged tampoco sorprendió.

Una secuela y un reintento

Varios años después, a finales de 2020, llegó la secuela, Submerged: Hidden Depths, para Stadia. Con estas mismas premisas pero con un desarrollo más pulido. Año y medio después, lo tenemos disponible para varias plataformas. Es el juego que nos ocupa y las sensaciones son bastante similares. Las de volver a un sitio donde ya hemos estado.

La historia, o más bien el contexto, nos vuelve a poner en la piel de dos hermanos que, después de vagar con un mundo postapocalíptico totalmente inundado, acaban tomando tierra en lo que parecen los restos de una ciudad que ha sido tomada por un ente llamado la Masa. Grandes raíces negras asoman por todos lados y los restos de lo que parece haber sido vida en el pasado pueblan las estructuras.

Nuestro objetivo es devolver las cosas a su sitio, literalmente. Mientras tanto, conoceremos algunos entresijos de la vida presente y pasada de ambos protagonistas, según coleccionemos objetos y avancemos en un mapa que podremos explorar de forma libre desde el primer minuto.

A los cinco minutos de empezar, los que hemos completado el primer título sabemos ya que estamos básicamente ante la misma propuesta. Otro escenario, algunas posibilidades más.

La mecánica principal es la exploración. El mapa es abierto y tiene un tamaño bastante razonable. Montados en nuestro bote podemos ir en cualquier dirección desde el comienzo. Todo está lleno de diferentes estructuras para explorar: atalayas, ruinas de lo que parecían ser diversas tipologías de edificio, monumentos y entre ellos, casi una decena son más grandes que el resto. Es en ellos donde transcurre la acción.

Puzles urbanos

Aunque llamarlo acción es evidentemente exagerado. Después de una pequeña cinemática, en cada uno de estos edificios, que podemos explorar en el orden que queramos, tenemos que resolver una serie de puzles bastante sencillos hasta poder liberarlo de las raíces negras que lo cubren. Estos obstáculos se basan en saltos automáticos, encontrar objetos relativamente poco ocultos y en general, avanzar de forma relajada. No podemos morir ni quedarnos atrapados, así que no tenemos presión.

Ahí está, precisamente, la base de la propuesta de Submerged: Hidden Depths. Coger el mando, liberar la cabeza y explorar. De una forma similar a un juego antiguo que nos hemos pasado tantas veces que ya nos lo pasamos sin pestañear. Algo así, pero desde el comienzo. Es su principal virtud y su principal defecto.

Como virtud, porque consigue tenemos entretenidos sin apenas tener nada que hacer. Las primeras horas, cuando empezamos a explorar y a encontrar cientos de cosas y las últimas, cuando ya vamos escudriñando lo que nos falta para descubrir al último animal u objeto que nos queda en una zona, se pasan volando.

Como defecto, porque precisamente la falta de opciones y lo repetitivo de la jugabilidad hace que la sensación durante las horas intermedias se parezca a la que tenemos cuando hacemos doom scrolling en las redes sociales. Es como apagar la neurona y dejarse llevar. Creo que nos ha pasado pocas veces en un juego una sensación similar, que no llega a ser negativa. Claro que por comparación al resto, preferimos las fases de búsqueda y de descubrimiento que la de dejarse llevar.

Diógenes marino

Como de saltos automáticos no puede vivir un juego, durante nuestra exploración por la ciudad semisumergida encontraremos todo tipo de objetos coleccionables que a largo plazo se convertirán en nuestra raison d’être. Piezas que nos ayudan a entender la historia de nuestros protagonistas, otras que explican qué le ha pasado a la ciudad y sus habitantes, criaturas de todo tipo, artefactos y un largo etcétera. Como novedad, en esta ocasión muchas de ellas nos proporcionan ciertas ventajas, como velocidad a nuestro bote o cambiar la ropa de la protagonista.

Para no ir en exceso a la deriva, contamos con un catalejo que, al usarlo, nos va marcando la posición de elementos que a simple vista se nos pueden escapar con la distancia. Una vez detectados, aparecen en nuestro mapa para poder recogerlos cuando pasemos por allí. Ayuda bastante a tener una continua sensación de avance. Algo necesario, ya que entre superar un edificio y otro puede pasar bastante tiempo.

Llegar al cien por cien del juego puede estar en torno a unas doce o quince horas, teniendo en cuenta que es una aventura pensada para exploradores. Si vamos directos a los objetivos principales para ver las cinemáticas finales y ya, a lo mejor en seis u ocho lo tenemos listo. Por otro lado, hay que saber que la curva de dificultad es prácticamente inexistente, todos los edificios tienen más o menos el mismo nivel de complicación, bastante bajo.

No es mirar, es contemplar

Claro, al igual que en el primer juego, todo esto se sostiene porque es una aventura no tanto apática como estética. Es bonito de ver. Ha mejorado bastante respecto al anterior, aun partiendo de la misma premisa.

Sin duda alguna, lo que más aporta es el sistema de climatología en tiempo real. Los cambios de luz, las nubes y niebla repentinas, las tormentas, el paso del día a la noche y sobre todo, los atardeceres. Es precioso. No es tan impresionante gráficamente como para pasarse la tarde echándole fotos al paisaje ni tampoco creemos que por sí solo ya haga que merezca la pena la experiencia. Pero sí que vuelve a llevarte a otro sitio no muy común dentro de los videojuegos: a la sensación que tienes cuando estás sentado en la playa sin hacer nada, viendo atardecer (o amanecer). O a la de escuchar la lluvia y los truenos a través de la ventana.

Es el mayor logro de Submerged: Hidden Depths, siendo sinceros. El que los viajes en bote no se te hagan largos por pasarte el trayecto mirando a las nubes, que cuando dejes el mando para ir a por algo pero no lo pongas en pausa, el de olvidarte a donde ibas.

Fuera de los aspectos atmosféricos, el diseño y tamaño del mapa, más grande en esta ocasión, está bien planteado y resulta variado e interesante, pero sigue adoleciendo de falta de variedad en las estructuras en sí. Hay cierto esfuerzo por diferenciar las áreas del mapa, pero al final resultan muy parecidas entre ellas. Los edificios principales cuentan cada uno con una personalidad, si se le puede llamar así, bastante marcada, pero igualmente, podría haber dado más de sí. En este sentido, resulta algo limitado aún.

Volviendo a las virtudes, hay otra que no podemos pasar por alto: la banda sonora y los efectos de sonido. La primera, compuesta por el ganador del premio BAFTA Jeff Van Dyck, es perfecta para acompañar nuestro trayecto por las aguas y las ruinas, con un melancólico piano como protagonista. Los efectos son más típicos pero funcionan bien, sobre todo el agua, bastante necesarios para tapar el ruido que hace siempre el bote.

Diálogos pocos, ya que la pareja habla en un dialecto inventado que tendremos que seguir con subtítulos, aunque no es algo de especial relevancia dentro del juego.

Conclusiones

En definitiva, hay que saber de antemano qué se está buscando cuando nos acercamos a esta segunda parte de Submerged. Si nos llama la atención la exploración sin sentir la presión de cumplir unos objetivos o tener cierta habilidad, es una buena opción. Ha mejorado prácticamente todos los aspectos de la primera parte manteniendo la misma premisa exacta.

Eso sí, fuera de la accesibilidad que eso supone, su propio sistema genera problemas de reiteración en los objetivos a cumplir, que puede ser tedioso si no entramos en su juego. Sigue necesitando de más mecánicas y variantes de las ya existentes para mantener interés durante las suficientes horas.

Otra forma de evadirse, más contemplativa.

Submerged: Hidden Depths ya está disponible para PC, PlayStation4, PlayStation5, Xbox One, Xbox Series X y Stadia.

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