que te den kevin

“Que te den, Kevin” cuenta la historia de Allison McRoberts, la típica esposa perfecta de las sitcom que hemos visto toda la vida, casada con un hombre graciosete y del montón, que la convertirá en el blanco de sus bromas, mientras ella hace de aguafiestas oficial y trata de mantener (en vano) algún atisbo de orden y seriedad en su casa. Con estas bases, la serie pregunta: “¿de quién y de qué nos hemos estado riendo todos estos años?”

Es una pregunta necesaria y certera. Casi todos, en algún momento, hemos visto un capítulo suelto de una sitcom que solía gustarnos y hemos fruncido el ceño. ¿Esto me hacía gracia? Quizás fue un cambio paulatino. Poco a poco aquella serie que seguíamos dejó de interesarnos, su humor pasó de hacernos reír a carcajadas a sonarnos hueco y anodino, luego molesto y chocante. Aunque también puede ser que no conozcamos esa sensación, que le sigamos viendo la gracia y pensemos que sus detractores no hacen más que buscar tres pies al gato y, como Allison, aguar la fiesta a los demás.

Sea cual sea el caso, y más aún en este último, la pretensión de la serie es loable: conseguir que el espectador observe con ojo crítico todos los clichés a los que nos hemos acostumbrado. Que cuestione las dinámicas que, de tan vistas, apenas llaman la atención. Se trata de ponernos en el lugar del personaje encasillado como serio y cargante, el contrapunto aburrido al protagonista desenfadado.

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Los dos primeros episodios ya emitidos por AMC España me han hecho rememorar la sensación a la que me refería al principio. Ese punto de inflexión tras el cual no es posible ver las cosas de la misma manera. Una epifanía televisiva. Como si acabásemos de tomar la píldora roja y ya no pudiésemos seguir ignorando Matrix.

“Kevin Can F**k Himself” (título original) toma esta revelación y la convierte en el eje de su trama. La metáfora se vuelve explícita y la misma Allison (Annie Murphy) despierta a su realidad y es consciente por fin de las injusticias que rigen su vida. Para enfatizar la dicotomía, se combina la comedia multicámara con el realismo de una sola cámara, intercalando las escenas clásicas llenas de color con otras más sombrías, de forma que el contraste no pase desapercibido. No es un recurso del todo original: “WandaVision” hizo algo muy parecido hace solo unos meses. Pero mientras en la serie de Disney+ las comedias de situación representaban la vida ideal en la que esconderse del mundo, en “Que te den, Kevin” la sitcom es poco menos que una prisión. La fantasía que maquilla la desgracia de Allison.

Sin las risas enlatadas como ruido de fondo que ahoga todo lo demás, el panorama es desolador. Sin embargo, aceptar la verdad es la única manera de poder cambiar las cosas. Y Allison está decida a hacerlo…y a librarse como sea de su marido Kevin (Eric Petersen). Librarse como eufemismo, porque con lo que Allison sueña despierta no es un divorcio: desde el momento en que la cortina se levanta y Allison descubre lo que hay detrás, su intención será matarlo. Amy Dunne estaría orgullosa.

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Aquí es donde los elementos de comedia negra se mezclan con el drama, que de otra forma resultaría demasiado deprimente y lúgubre.  Porque Kevin es mala gente. De esos que parecen inofensivos hasta que dejan de serlo. Bajo la apariencia de un patán sin maldad se esconde un hombre egoísta, manipulador y profundamente desconsiderado, que le hace creer a su mujer que el problema lo tiene ella, mientras la hunde cada vez más en una existencia sofocante y sin esperanza. Los chistes no hacen más que resaltarlo. Las bromas inocentes, los gags que en otro tiempo parecían tan divertidos o las relaciones tan encantadoras, se descubren por lo que realmente son: una trampa tóxica. No hay grandes tragedias en la serie, solo un cúmulo de pequeñas decepciones, de frustraciones y deseos insatisfechos. No hace falta más. El drama de las miserias cotidianas es el más desgarrador.

La serie tiene éxito dándole voz a Allison. Muestra el mundo desde su punto de vista y la entendemos, nos frustramos con ella y nos desesperamos por su situación. Annie Murphy hace un gran trabajo, la realización es buena y los secundarios cumplen correctamente su función. Por el contrario, el guion es mejorable y la impresión es que esta historia no da para tantos minutos, mucho menos una segunda temporada para la que ya ha sido renovada. Tal vez funcionaría mejor con capítulos más cortos o como una película en lugar de serie. Corre el riesgo de querer estirar demasiado una premisa prometedora y un inicio destacable.

Y si el drama es el fuerte de “Que te den, Kevin”, la comedia es su punto más débil. Las partes de sitcom recrean tan bien aquello que buscan satirizar que terminan siendo igual de irritantes. En este caso las convenciones del género se vuelven un lastre. Ahora bien, si el objetivo es comprender los instintos asesinos de la protagonista y desear fervientemente asesinar a su marido… eso lo cumplen de sobra.

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