Póster de Moros y cristianos, de Berlanga

Para el cine español 2021 es el año de un doble centenario: el del nacimiento de Luis García Berlanga y Fernando Fernán Gómez. De la efeméride de Berlanga se han hecho eco los medios, se han publicado algunos libros –incluida una biografía, «Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente» de Miguel Ángel Villena, XXXIII Premio Comillas, publicada por Tusquets Editores– y se ha reestrenado en salas, en una copia digital restaurada, una de sus mejores películas: «La escopeta nacional» (1977), de la que aquí nos hicimos eco hace un par de meses. Sobre Fernando Fernán Gómez ha habido menos runrún, al margen de la plataforma FlixOlé, algunos actos en la Filmoteca Española y un próximo ciclo otoñal (junto con Berlanga) en la Filmoteca de Catalunya. Ambos cineastas trabajaron en dos filmes: Esa pareja feliz, primera película dirigida (en este caso codirigida junto a Juan Antonio Bardem) en 1951, y en “Moros y cristianos” (1987), última colaboración del director valenciano con Rafael Azcona. Y es por ello que A Contracorriente Films ha decidido, como ya hizo con la descacharrante película protagonizada por José Sazatornil “Saza”, reestrenar este segundo filme con otra copia digital restaurada.

Unos turroneros de Jijona, los Planchadell y Calabuig, viajan a Madrid para promocionar su producto en una feria gastronómica, a pesar de la oposición del cabeza de familia, don Fernando Planchadell (Fernán Gómez), que desconfía del márquetin y considera que el producto, en sí mismo, ya se vende solo. Pero la quiebra amenaza a la fábrica y los hijos, Agustín (Agustín González) y Pepe (Pedro Ruiz), piensan que su hermana Cuqui (Rosa Maria Sardà), política en ciernes que aspira a un escaño de diputada, puede echarles una mano. Cuqui les pondrá en contacto con un caradura en toda regla y supuesto experto en imagen, López (José Luis López Vázquez), que también se encarga de enderezar la campaña errática de Cuqui en la política (en democracia) y tiene a una peculiar secretaria argentina, Monique (Verónica Forqué, que ganó un Goya a mejor actriz de reparto).

En «Moros y Cristianos» hay más altibajos en una trama que se alarga en exceso, se rellena de personajes morcilla y la crítica social se traslada de las élites del régimen a pícaros de medio pelo

Con un par de extras disfrazados de “Moros y cristianos”, en la mejor tradición de las fiestas levantinas, y con Marcial (Andrés Pajares), el sobrino de don Fernando, el Calabuig de la marca y un sátiro en toda regla (desde luego Berlanga escogió al actor idóneo para el papel), los turroneros se verán inmersos en mil y una triquiñuelas que se inventa López a salto de mata: desde utilizar técnicas de venta del Pryca, hipermercado muy en boga en aquellos mediados años ochenta, a salir por la cara en un programa culinario de televisión presentado por Elena Santonja (sin decir que era «Con las manos en masa», claro) o pagar a tocateja por un premio que no conoce casi nadie pero muchos aspiran tener.

“Moros y cristianos” no es de las mejores cintas del dúo Berlanga y Azcona: queda lejos de la ya mencionada Escopeta, Plácido, El verdugo o La vaquilla (probablemente el mejor filme que se haya realizado nunca sobre la Guerra Civil española); es una película muy del estilo de esa pareja de geniales guionistas, con rasgos muy reconocibles de su obra –la sátira descarnada de una sociedad española, con una serie de personajes a cada cual más estrafalario (y tan antropológica y sociológicamente veraz), esos largos planos secuencia en las que los actores se lucen y en los que a menudo se corre el riesgo de caer en la astracanada–, pero menos brillo.

Aquí hay más altibajos en una trama que se alarga en exceso, se rellena de personajes morcilla (a cargo de María Luisa Ponte, Luis Escobar, Chus Lampreave o Antonio Resines), y la crítica social se traslada de las élites del régimen a pícaros de medio pelo; se echa en falta a un Saza, por ejemplo, que bordaba su papel de empresario catalán en “La escopeta nacional”. Y es que la sátira en tiempos de la Transición (o antes bajo el franquismo), especialmente de quienes están arriba (o creen estarlo) le funcionó muy bien a Berlanga, mucho mejor que en democracia (y tras el desencanto), y sacó entonces una vena que tiraba a la exageración algo sobreactuada en películas posteriores como esta, “Todos a la cárcel” (1993) o “París-Tombuctú” (1999), derivó hacia la exageración o lo puramente kitsch (o un eco felliniano a lo «Amarcord» en la última película). Y quizá sea ese el principal problema del filme: que tanto ir y venir acaba por cansar, o quizá es que, tras “La escopeta nacional” y “La vaquilla”, todo parece ser más de lo mismo. No obstante, el filme hace pasar un rato entretenido, en general, y soltar más de una carcajada; pero llega un momento dado en que te pones a mirar el reloj (veinte minutos menos le habrían venido bien a la película).

En cualquier caso, y ante el actual panorama cinematográfico (y especialmente las salas de cine), “Moros y cristianos” es una buena opción para disfrutar de una película en pantalla grande. Y ya de paso certificar que después de Berlanga (y Azcona) la comedia no ha estado a su altura por nuestros lares (con permiso de José Luis Cuerda y “Amanece que no es poco”, estrenada un año después que este filme); incluso en televisión, donde series como “La que se avecina” (donde está “Aquí no hay quién viva”…) palidecen incluso en el intento de hacer una buena astracanada (ya quisieran).

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Óscar González
Historiador, profesor colaborador y tutor universitario, lector profesional, cinéfilo, seriéfilo..

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