Las largas sombras

No me he leído el libro de Elia Barceló en que se basa «Las largas sombras». Encendí la pantalla y puse Disney+, de hecho, sin tener ni idea de que se basaba en un libro. Así que llegué a la serie con los “ojos limpios” de quién ve algo sin prejuicio alguno por primera vez. Solo quería ver una serie española, supuestamente policíaca y con un trasfondo humano y social, que, por lo enormemente interesante de un reparto protagonista encabezado por Elena Anaya, Belén Cuesta y Marta Etura, prometía cumplir con solvencia mis bajas expectativas… Pues me equivoqué.

Tanto su elenco protagonista como la dirección de Clara Roquét y Júlia de Paz, son lo único solvente en una historia que acaba desprestigiada por la bajísima calidad de su guion y de su montaje; posiblemente también de su producción y de su irregular reparto secundario. Los capítulos inicial y final son un desastre, con errores lógicos que incluso te llevan a echarte las manos a la cabeza. Algunos hilos temáticos y subtramas, así como sus personajes, se desarrollan con una sonrojante simpleza. Y los seis capítulos que tiene se sienten claramente insuficientes para sacar todo el potencial al que se apunta y que, finalmente, se abandona o se tira por el retrete.

«Las largas sombras» es una serie mal escrita, mal montada e irregularmente actuada, que no destaca en nada

Y eso que la historia es interesante: la aparición del cadáver en Mallorca de una joven desaparecida en una excursión escolar veinticinco años antes lleva a remover por completo la vida de un grupo de amigas. Muchos de sus secretos pasados salen a la luz, algunos de ellos relacionados con Matilde, la desaparecida, y otros no, pero que todos nos ayudan a darle carácter individual a cada una de las seis amigas del grupo -siete, si contamos a Matilde, y ocho, si sumamos a Paula, su hermana, que además es la policía que lleva la investigación de su muerte (sí, a pesar de su clara implicación emocional, la lleva ella).

Todo este capital emocional y de intriga ni consigue encajarse mutuamente (son dos tonos completamente distintos que nunca llegan a convivir sin pegarse) ni consigue desarrollarse individualmente. De forma que muchos personajes ni consiguen tocarnos el corazón ni que empaticemos con ellos mínimamente, ni siquiera que lo conozcamos. A partir de aquí, claro, las distintas subtramas de cada una se ven infradesarrolladas, inutilizadas y, finalmente, frustrantemente abandonadas -tiempo perdido para la serie y para ti.

Las largas sombrasA esto debemos sumar lo prototípico de muchos desarrollos (lo de vomitar o hiperventilar cuando sube la tensión, además de recursivo, es totalmente irreal y, en ciertos momentos, satura). Lo antilógico de muchas soluciones (algunas escenas del final podrán volaros la cabeza) tampoco ayuda. O el desarrollo precipitado de algunos personajes clave que jamás llegas a entender cómo pueden evolucionar como lo hacen en el escasísimo tiempo que tienen para ello.

La conclusión es que es una serie mal escrita, mal montada e irregularmente actuada; que no destaca en nada; con personajes más simples que el mecanismo de un botijo (excepción hecha al trabajo de Irene Escolar, única luz entre las sombras); recurrente en soluciones innecesarias o prototípicas; y que cuenta con uno de los peores capítulos finales que he visto en mucho tiempo.

La verdad es que de las nuevas series pocas consiguen interesarme. Quizás, por ello, llevo semanas reviendo «Urgencias» (1994-2009).

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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