Max Porter

Cuesta mucho encontrar una novela que te sorprenda. Más cuesta si le pedimos, además, que nos rete, que nos intrigue, que nos atrape y que nos motive para seguir adelante con la misma intensidad en su principio que en su final. Pues bien, ‘Lanny’ (Literatura Random House, 2020) sorprende espectacularmente. De una forma y con una intensidad como hacía mucho tiempo otra novela no conseguía.

La lista de adjetivos a través de la cual podríamos caracterizar los porqués de esta novelesca sorpresa es larga y heterogénea. Pero, si tuviésemos que elegir uno, nos quedaríamos con “renovadora”. Pues Max Porter (Wycombe, Inglaterra, 1981) acude a modelos narratológicos tan conocidos como son los del cuento popular, la novela de crisis matrimonial, la novela social o incluso la fábula, para crear un objeto literario totalmente nuevo, con la potencia creativa interna suficiente como para coger a todos estos modelos y dotarlos de una nueva perspectiva contemporánea atractiva para la persona lectora contemporánea.

Lo consigue poniendo en el centro, precisamente, a este proceso modernizador: vinculando de forma originalísima a estos modelos tradicionales desde el pasado con su tiempo contemporáneo. ¿Y cómo lo hace? A través de los personajes. Por un lado, tenemos a Papá Berromuerto, una figura mítica característica del pequeño pueblo de la periferia de Londres donde sucede la acción, a la que se le atribuyen diversos honores y horrores, y que se erige como como guardián de las esencias tradicionales de esta comunidad, cuyos sonidos, olores, colores y voces disfruta. Por otro lado, Lanny es un extraño jovencito cuya creatividad y original relación con todo lo que le rodea consigue desorientar a propios y extraños, resultado de lo cual tanto sus padres como sus compañeros de escuela o las demás personas que lo conocen muestran hacia él una opinión dividida y ambivalente; menos Papá Berromuerto, claro, que sabe quién es y se siente fascinado por el muchacho.

Esta relación invisible entre ambos personajes es el motor para vincular el pasado con el presente y, a partir de aquí, mediante un juego de relaciones entre personajes secundarios también inteligente y excelentemente planificada respecto a trama e hilos argumentales, proponernos una nueva visión de todos estos modelos narratológicos canónicos tan reconocibles.

Portada de Lanny, de Max PorterEl cuento popular es el modelo sobre el que se asienta la base misma de la trama. Una decisión inteligentísima desde el momento en que la trama supone un intento de exploración de la psicosociología contemporánea de la comunidad y su comparación con la idea que, de la comunidad misma, existía antaño. Para eso, técnicas tan originales como los paseos de Papá Berromuerto y su forma peculiar de disfrutar de las conversaciones de los habitantes del pueblo (en la primera parte de la novela), o su forma de dar voz a los distintos habitantes del pueblo y retratar de paso su peculiar “sentido de comunidad” en la actualidad (en la segunda parte), contribuyen a este objetivo; imprimiéndole a este análisis, además, un claro tono irónico, cierto humor negro y no escasas dosis de sátira desencarnada.

Sobre esta base aparecerán los demás modelos narratológicos. La literatura dedicada a las crisis matrimoniales, por ejemplo, de la que podríamos elegir a referentes como Richard Yates, James Salter o Rachel Cusk, aparecen aquí con el matrimonio de Robert y Jolie Lloyd, padres de Lanny, con opiniones antagónicas sobre su hijo, con perspectivas de vida totalmente distintas (él es un urbanita y ella es una actriz en crisis que intenta redirigir su vida hacia la literatura), y a cuya relación pondrá duramente a prueba los hechos que moverán la trama hasta su punto final.

La novela social se revela a partir de la segunda parte de forma clara, aunque ya antes una lectura dedicada puede observarla también con bastante claridad. El pueblo va tomando forma progresiva, materializándose ante nuestros ojos, desde una descripción general del espacio, a otra forma mucho más concreta, definida a través de los valores, actitudes y comportamientos de los personajes secundarios. En una lección magistral respecto al manejo del ritmo, a su gestión brillante, con una subida progresiva de su intensidad a la altura de las mejores plumas, y que demuestra una madurez creativa y habilidad narrativa de grandes y experimentados autores que es muy raro ver -más, como en este caso, en una segunda novela.

Y la fábula hace acto de presencia a través del bosque de Hatcchett. Un espacio mítico-material donde tienen su espacio las leyendas del pueblo, mientras que sus habitantes pueden pasearse o interactuar con él a través de sus fincas o sus jardines -el pueblo no es muy grande y descansa en las faldas de un monte al que pertenece este bosque.

Esta novela es una de las mejores publicadas en España durante el comienzo de 2020

Con estos mimbres, ‘Lanny’ (Literatura Random House, 2020) se nos revela como una novela que, a partir de bases clásicas, sabe transformarse en un análisis contemporáneo sobre nuestra sociedad; convirtiendo un pequeño pueblo inglés en un tubo de ensayo en el que observar lo mejor y lo peor (especialmente, lo peor) de nosotros mismos. Lo hace mediante técnicas narrativas inteligentes, personajes bien perfilados, una lista de temas secundarios rica y coherente con la trama principal, un manejo del ritmo narrativo absolutamente magistral, un tono narrativo que sabe cómo moverse desde lo entrañable hasta lo terrorífico pasado por lo humorístico o lo dramático en sus distintas tonalidades. Entre otras virtudes.

Sin duda, es una de las mejores novelas publicadas en España durante el comienzo de 2020. No en vano, llega con la nominación al Man Booker Prize en el zurrón. Y consagra a Max Porter como uno de los mejores autores actuales, con una carrera in crescendo caracterizada por asumir riesgos, ser extremadamente original y buscar renovar las anquilosadas y vetustas estructuras de la novela. Motivos más que suficientes para leer ‘Lanny’ lo antes que se pueda.

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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