Killing Eve

Todo empieza tan bien en esta serie que duele en el alma ver su lenta, inexorable e irremediable decadencia a partir de la segunda temporada y hasta su final. Los dos personajes principales de ‘Killing Eve’ (HBO Max), Eve Polastri (Sandra Oh) y Villanelle (Jodie Comer) poseen tal fuerza, tienen un carisma tan grande y una personalidad tan marcada, que su desaprovechamiento debería considerarse un crimen. Y todo por culpa de una trama simplona que las obliga a insistir y repetirse en los mismos esquemas narrativos una y otra vez hasta el cansancio, el hartazgo y la náusea.

Villanelle es una asesina profesional a sueldo que, vigilada de cerca por Konstantin (Kim Bodnia), tiene misiones de asesinato que debe ir resolviendo cada vez de una forma distinta (y a ser posible, para no aburrir al espectador, original). El objetivo de esta estrategia es no hacerse notar, no alertar a nadie sobre que, efectivamente, hay un leitmotiv para todos estos asesinatos. Pero en Inglaterra, la sagaz analista Eve Polastri tiene una intuición: la diversidad de métodos y de lugares, así como la no aparente relación entre las víctimas, es en sí misma un patrón; tras todas las muertes hay algo en común.

El patrón de ‘Killing Eve’ se amplía en la cuarta temporada con nuevos personajes, pero en el fondo las nuevas aportaciones no son más que nuevas copias de los perfiles ya conocidos

Este punto de partida es el motor narrativo que pondrá en marcha una “caza” a la asesina que, a medida que transcurran las temporadas, irá transformándose progresivamente pero que, en el fondo -y la superficie-, tiene la misma trama principal: aquella sostenida por la relación especial que une a estas dos mujeres. Odio, rivalidad, admiración, amistad… da igual en qué punto se nos sitúe de su relación, la mecánica que las motiva siempre es la misma: la creencia de que ambas mujeres, aparentemente distintas, son en el fondo iguales.

Esto es lo que hace que sus comportamientos se vuelvan cada vez más repetitivos, que los momentos en que ambas se encuentran frente a frente sean cada vez más predecibles y aburridos, y que para animar el cotarro la serie acabe recurriendo a otras tretas de guion cada vez más cutres y menos elaboradas. El resultado de todo esto: el tedio.

Aburrimiento que afecta a hasta los secundarios

Un aburrimiento que afecta también a unos secundarios que, aderezando las cosas con bastante diversión e interés al principio, acaban también envueltos en esta trama repetitiva, casi como si fueran hámsteres en una rueda, volviendo a los mismos esquemas una y otra vez. A tal punto llega el desastre con ellos que, en la exploración de sus vidas familiares e incluso de sus personalidades, apenas podríamos señalar diferencias, por ejemplo, entre Konstantin y Carolyn Martens (Fiona Shaw), la jefa de Eve. Sirva de muestra un botón.

Un patrón que se amplía en la cuarta temporada con nuevos personajes, pero en el fondo las nuevas aportaciones no son más que nuevas copias de los perfiles ya conocidos.

Nos quedamos con la primera temporada

Entonces, ‘Killing Eve’ (HBO Max) se nos queda como una serie brillante en su primera temporada que, a la hora de afrontar su futuro, tomó la desastrosa decisión de alargar el pastel sin apenas cambios, desde esquemas más simples que un botijo, y que acabaron por malograr todo el brillante trabajo de caracterización de personajes y de entretenimiento alocado desarrollado en la primera temporada.

Nuestro consejo: parar una vez acabada la tanda inicial de capítulos (cada temporada tiene ocho de unos cuarenta minutos cada uno). Sin duda, habrán visto lo mejor y todo lo porvenir solo será “más de lo mismo… solo que peor”, una condena injusta a unos personajes brillantes encerrados y perdidos en un universo narrativo cada vez más gris.

Nota: 6/10

PD: La canción en castellano que, llegado un punto de la serie, suena tan machaconamente, efectivamente, es “Calor” de nuestra eterna Concha Velasco. ¡Escuchadla!

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Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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