Cada nueva temporada, la industria japonesa produce cantidades ingentes de anime para todo tipo de personas y gustos. Una marea de series que, además de ser casi imposibles de seguir en su conjunto, son en su mayoría obras mediocres, que repiten una y otra vez las fórmulas más exitosas. Que pueden funcionar para un público concreto, pero que no aportan nada más allá.

Por fortuna para los amantes de las buenas historias made in Japan, cada año podemos encontrar unas cuantas joyas entre la abrumadora cantidad de anime disponible. Pero pocos brillan tanto como lo ha hecho “Houseki no kuni”, y no solo porque sus protagonistas sean piedras preciosas. Un anime basado en el manga homónimo de Haruko Ichikawa, producido por el estudio Orange y dirigido por Takahiko Kyogoku y guionixado por Toshiya Oono, que llegó a las pantallas japonesas en la temporada de otoño y que contó con 12 capítulos para narrar una magnífica historia cargada de fantasía, misterio y misticismo.

Houseki no kuni” nos sitúa en una isla donde ha proliferado una forma de vida de origen mineral, las Gemas. Guiadas por su maestro, pasan su vida inmortal luchando contra los lunarians que llegan desde el cielo para capturarlas. Cada una de las 28 tiene un propósito concreto, excepto Phosphophyllite (alias Phos), la más joven y débil de ellas. El anime sigue a esta Gema y sus esfuerzos por encontrar su lugar en su pequeño mundo, así como los cambios que se producen en ella a medida que crece.

Ahora que has leído la sinopsis y visto el tráiler, olvídate de ellos. Porque no te va a dar una idea clara de lo que te encontrarás en “Houseki no kuni” (nada te lo dará hasta que lo veas con tus propios ojos). El universo de las Gemas es tan distinto al nuestro, que el espectador comienza de cero a comprenderlo. Y, justo cuando cree conocerlo, hace su aparición un nuevo descubrimiento que da un giro inesperado a la trama, haciéndote consciente que aún no sabes ni la mitad. El anime sigue este patrón durante todos sus capítulos, provocando una sensación de sorpresa constante muy satisfactoria. Porque, aunque de entrada pueda parecer un fastidio, el anime dosifica con maestría el misterio alrededor del cual está construido.

Un misterio que se basa no solo en lo que nos falta por conocer del mundo de las Gemas, sino también en una ambientación envolvente y fundamentalmente inspirada en la iconografía budista. “Houseki no kuni” logra, con sus elementos visuales y sonoros, crear una atmósfera cargada de simbología y misticismo.

La trama central de este anime gira en torno a su protagonista y a la marcada evolución que sufre a lo largo de los 12 capítulos, la cual se manifiesta a través de profundos cambios tanto físicos como emocionales. Phos es obligada a madurar deprisa, y aprende a través de la experiencia que avanzar exige dejar algo atrás (ya sea su inocencia, parte de sí misma o a aquellos a los que ama). Una evolución realista y creíble que la convierte en uno de los mejores personajes del año.

También el elenco de secundarios funciona bien en “Houseki no kuni”. Cada una de las Gemas tiene su propia personalidad y objetivos bien desarrollados. Sus inseguridades y dilemas las convierten en personajes muy humanos, a pesar de estar hechas de piedra. La excepción es el Maestro, que se mantiene estable como protector y guía; el interés que puede llegar a perder como personaje estático lo recupera debido al misterio que lo rodea y a todos los secretos que oculta.

El contraste entre el crecimiento personal de las Gemas y su aparente inmortalidad, entre su dureza y su fragilidad; y la exploración del existencialismo, (planteando la eterna pregunta de para qué estamos aquí y cuál es nuestro lugar en el mundo) provocan que este anime trascienda el mero entretenimiento. Temas sobre los que se reflexiona de forma pausada durante toda la historia, si bien en general esta mantiene un ritmo fluido y engancha muchísimo dado lo inesperado de su trama y los cliffhangers con los que cierra casi todos los capítulos.

Pasando ya a los aspectos más técnicos, “Houseki no kuni” está hecha íntegramente con CGI, como habrás podido deducir por las imágenes. Lejos de los prejuicios que se puedan tener (y con razón), sobre esta técnica de animación, este anime está sorprendentemente bien hecho y cuidado. Fluye, en una palabra, y se percibe muy natural. Su diseño minimalista y limpio y su maravilloso uso del color lo convierten en una obra única a nivel visual. En cuanto al sonido, la banda sonora se inspira en melodías asiáticas en las que predominan los instrumentos de cuerda. Contribuye de esta manera a construir esa atmósfera etérea tan característica, integrándose a la perfección con los acontecimientos del anime. Por su parte, el opening es  «Kyoumen no Nami«, de YURiKA. Un tema que refleja a nivel musical y visual el cambio que sufre Phos, aunque personalmente no me diga mucho. Así mismo, «Houseki no kuni» cuenta con dos endings, «Kirameku Hamabe» de Yuiko Ohar y “Liquescimus” de Tomoyo Kurosawa. La melancolía de este último cierra uno de los capítulos más potentes del anime.

En definitiva, nos encontramos ante uno de los animes del año, cuya única pega es que, al no estar terminado el manga, deja la trama medio abierta (y digo medio porque como final de una primera temporada es magistral).

Aun con todo lo que acabas de leer, si te atreves con “Houseki no kuni” verás que no es como te lo esperas. Se trata de una obra que rompe con todo lo que tengas preconcebido de ella, y que sorprende como hace tiempo que ninguno me sorprendía. Una verdadera gema entre el polvo que nos trae cada temporada, que recomiendo a los amantes del anime en general, aunque a nivel temático reconozco que quizá no es apto para todos los gustos. Pero sí es un ejemplo excelente de las maravillas que aún tienen por ofrecerlos los creadores japoneses, y de la razón por la que soy fan de este formato.

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Cris Carou
Profundamente enamorada de las historias y de cualquier formato que sirva para contarlas (especialmente el papel). Cuando no estoy creando mis propios mundos de fantasía, analizo y reseño los de los demás. Admito dragón como animal de compañía.

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